Sres. presidente del Gobierno de Canarias y consejeros, presidente de Parlamento y diputados regionales, presidente del Cabildo de Tenerife y consejeros, alcaldes y concejales, plantéense en serio, de verdad, luchar contra la inmoralidad.

En un artículo de Noticias Obreras-Tu nº 138, mayo 2012 (Ediciones Hoac), Francisco Porcar nos comenta que "si aceptamos la inmoralidad como algo normal tenemos un grave problema social". Hemos llegado a extremos insoportables de inmoralidad en muchas decisiones de los gobiernos y no podemos aceptar como normal que las decisiones políticas se hayan instalado en ella. Con medios injustos (inmorales) no se pueden alcanzar fines justos (morales). Sobran los ejemplos.

El más evidente de estas últimas semanas es la llamada "amnistía fiscal": quienes han defraudado a Hacienda grandes cantidades de dinero (quienes han robado mucho dinero a la sociedad) pueden normalizar su situación pagando solo una pequeña parte de lo que deberían. Cuando el PSOE en el gobierno planteó esa posibilidad, el PP la criticó duramente. Entonces, el PP tenía razón; ahora, no la tiene: lo que ha hecho es una enorme inmoralidad.

Con la reforma de la Constitución, el Gobierno y la oposición se han sometido a los intereses de los especuladores financieros dando prioridad absoluta a la reducción del déficit y al pago de la deuda sobre las necesidades y derechos de las personas. Es una enorme inmoralidad sacrificar las personas a los intereses y deseos de aquellos que han provocado con su codicia la actual situación.

Como es una inmoralidad justificar las decisiones que se están tomando diciendo que "no gustan" ni al gobierno que las toma, pero que no hay otro remedio. Eso es tanto como decir que no existen ni la libertad ni la responsabilidad en las decisiones políticas.

Otras graves inmoralidades se están cometiendo por omisión: negándose a subir los impuestos de las grandes fortunas, de las grandes empresas, de los especuladores financieros...; o facilitando dinero muy barato a los bancos mientras se les permite que sigan sin dar crédito. O permitiendo que las entidades bancarias ofrezcan grandes sueldos y pensiones a los directores que llevaron a muchas de esas entidades a la quiebra y, por ello, a ser intervenidas por el Estado.

Pero la mayor inmoralidad de todas es no dar prioridad absoluta a las necesidades de los más pobres. Se está abandonando a los empobrecidos a su suerte. No se destinan los recursos necesarios para atenderlos (al contrario, se recortan), no se invierte apenas en políticas activas de empleo, no se invierte en incentivar la economía real. No se fomenta la economía social, es decir, el cooperativismo, en especial, este año, que lo ha proclamado la ONU Año Internacional del Cooperativismo.

Es inmoral también que para evitar el aumento de déficit suban las matrículas universitarias indiscriminadamente, haciendo imposible para muchos jóvenes estudiantes residentes, comunitarios o ecuatoguineanos (y de otros países de África) seguir estudiando.

Y una cosa más: callar ante la inmoralidad y la injusticia y no rebelarse ante ella es también una inmoralidad.

Por ello, sería bueno que se planteen renunciar al 3% de sus sueldos, primas, dietas, gastos de teléfonos móviles, etc., y con ello se cree un fondo para becas y ayudas, que hasta ahora se venían dando a todos los estudiantes.

Francisco Porcar y José Ángel Hernández Duarte (La Laguna)

El rescate

Mientras no haya creación de empleo y se aumenten los recortes en Comunidades y ayuntamientos, no saldremos de la crisis. La mejoría de España no depende únicamente de la confianza que los inversores tengan sobre España, porque, al fin y al cabo, los inversores colocan su dinero donde obtienen beneficios. Ahora mismo, familias y empresas están haciendo recortes para resistir y poder subsistir; en cambio, poco o nada hacen los ayuntamientos y Comunidades.

Mientras la clase política no cumpla con las exigencias de la UE, de nada servirá el dinero recibido. Porque el problema sigue sin resolverse. Si Zapatero no hizo casi nada y Rajoy no está haciendo todo lo necesario, esto no tiene visos de solución. Sin crecimiento y sin reducción sustancial del déficit, no hay nada que hacer.

Gabriel Martorell Medina