EVIDENTEMENTE, vamos a tener que agotar todos los recursos de que dispongamos. Llegará el momento en que no habrá comida suficiente para todos; las ONG se verán tan desbordadas que les va a ser muy difícil, si no imposible, continuar con la labor humanitaria que hoy, aún, pueden realizar.

Si no hay trabajo suficiente para todos, de alguna manera habrá que buscarlo; hasta debajo de las piedras puede surgir el milagro. La comida la da la tierra, agricultura y ganadería, y del mar los peces. ¿Se han dado cuenta de la cantidad de tierras abandonadas que hay en todas las Islas Canarias y en toda España? ¿Saben la cantidad de alimentos que continuamente puede ofrecernos el campo? Solo que hay que trabajarlo, hay que doblar el espinazo según lo hicieron nuestros abuelos y en circunstancias más difíciles que las actuales. Olvidémonos de la emigración hacia otros lugares; antes hay que atender nuestra tierra, sacarle todo el provecho posible, llevar los frutos a mercados libres, sin intermediarios abusadores y, por consiguiente, venderlos directamente y a precios razonables. Pero para ello es necesario contar con políticos capacitados que puedan orientar la idea a nuestra juventud. Gentes que sepan las artes del campo, la agricultura y la ganadería y que orienten a los que necesitan progresar en esas labores.

Dado que la construcción hoy es imposible ejercerla, de donde salieron cuantos parados hay del sector del ladrillo, que vuelvan a su lugar de origen, que la tierra les espera deseosa, sedienta y sumisa. Esperando los brazos jóvenes para poder ver nuevamente los surcos de la fértil tierra reverdecer y al ganado pastar la rica hierba de las verdes llanadas.

Políticos despiertos capaces de realizar los sueños hoy frustrados de nuestros mayores, viendo el terreno morir en el más absoluto abandono, como si fuera un imposible eso de consumir lo nuestro sin necesidad de importarlo todo, aunque paguemos el precio que sea.

Antes que nada, necesitamos concienciarnos, ver lo que se nos avecina, no perder más el precioso tiempo que aún nos queda para realizarnos y cuidar lo nuestro, y así vivir de sus excelencias y de la abundancia que promete nuestro campo.

No sé si alcanzará para todos lo que recolectemos, pero primero consumamos lo nuestro, y si no alcanza vayamos por lo importado, que lo sigan pagando aquellos que pueden.

Así, las ONG solo quedarán activas para los ancianos menesterosos en tanto nuestros futuros gobiernos buscan donde alojarlos dignamente, que lo tienen bien ganado.

Salir adelante en estas esporádicas crisis solo puede conseguirse trabajando, no lamentándonos; y si no hay trabajo para todos hay que improvisarlo. ¿Cuántos oficios ya no se ejercen porque el consumismo los anuló? Las mismas gentes cayeron en la trampa de ese virulento fenómeno; prefirieron vivir bien, como si en realidad fueran ricos. Y hoy no tienen ni donde caerse muertos. Una lección para nunca olvidarla.