EL MAR te lleva a ellas, hasta su fondo inmedible, hasta su azul intenso o a la serenidad que el ánimo alberga al llegar al lugar. Las Playas está debajo de Isora; es su costa y abraza esa parte de la isla desde los roques de Bonanza hasta los cantiles de La Restinga, donde el sur se define con la amplitud del mar de Las Calmas que envuelve con sus aguas los misterios impenetrables de los letreros de El Julan, hoy sometido a las fuerzas telúricas de ese escurridizo volcán.

También se llega por los senderos que cruzan desde el puerto de La Estaca o desde lo alto, cerca del mirador, a la carretera que se dirige al Parador o hacia el túnel, donde no hay que desesperarse nunca. Es un trozo de la isla cortado a pico con ligeros remansos, donde el baño es una delicia y donde también la pesca es gratificante. Si hay que decir que la arena es escasa, si acaso pequeñas porciones entre el parador y la siguiente punta saliente. Son los cantos resbaladizos los que dominan y las aristas de las piedras marinas, que no son enemigos ocultos que puedan hacer algún tipo de daño; todo lo contrario, el olor que impregnan en el ambiente rodeadas de la orchilla influye en el espacio donde el mar sigue mandando, poniéndose en su sitio.

Las Playas en El Hierro, esas, las que están debajo de Isora, las que bañan al parador, las que desde arriba, desde lo alto de la lomada, se divisan como una nítida línea azul llena de la suavidad del rumor del mar, de un mar que es el de siempre y que si una vez se encabrita, se pone bravo, no asusta, no es peligroso, sino que su clamor de rompiente donde las aguas se dividen entre los picachos que la rodean es entusiasmador poderlos contemplar.

Ir y venir es igual; se va a encontrar en todo momento la serenidad del lugar donde el mar, el viento y la tranquilidad de un silencio apenas roto forman el mejor escenario para embrujarse en los reductos de cada cual, para deleite de una naturaleza de la que también se forma parte como espectador mudo y asombrado.

Las Playas en la isla fueron descubiertas por la gente del norte no hace mucho tiempo, eran playas de los vecinos de Isora y de San Andrés; los del norte nos fijábamos más en el Tamaduste, la Caleta, el Charco Manso o el de las Calcosas. Ese era nuestro pequeño territorio, que se ensanchó cuando las comunicaciones en la isla hicieron que esta se agrandara y se tuviera mejor conocimiento abriendo nuevos espacios para el encuentro.

Las Playas en la isla de El Hierro es un paraje que posee muchas cosas aún por descubrir; es una esperanza que la isla tiene guardada para un imaginario donde se distribuyan en el mismo espacio el mar, los barcos, los pescadores y los curiosos que hasta allí se acercan, que van de paso o se quedan a vivir para siempre.

Las Playas festonean una costa escarpada donde lo difícil se convierte en un juego entre la sonoridad de un mar rompedor unas veces y otras casi silente como la muralla de rocas y pinos que a lo lejos lo protegen, siendo testigos mayestáticos de su historia más reciente o de sus leyendas ya viejas.