"Hay que dejar a un lado la prepotencia y el egoísmo". Eso ha dicho Hilario Rodríguez, concejal del Ayuntamiento de Santa Cruz y compromisario del sector crítico de Coalición Canaria, y así lo hemos recogido en nuestra última página de ayer. La prepotencia y el egoísmo es lo que caracteriza la actuación de Paulino Rivero; un individuo asqueroso políticamente hablando. Un mal canario que ha llevado a la catástrofe a todo un Archipiélago como presidente de un Gobierno que es legal pero moralmente ilegítimo, porque la legalidad le viene del hecho único de que lo permite una Ley Electoral injusta porque deja fuera del Parlamento de Canarias, mediante un torticero sistema de porcentajes mínimos de votos, a los partidos patrióticos.

Nos parece bien que el sector crítico de Coalición Canaria exija el fin de la prepotencia y el egoísmo. Ya es hora de acabar, en el aspecto político, con ese verdugo del Archipiélago que es Paulino Rivero. Un verdugo que debe recibir el mismo trato que él les aplica a los demás; es decir, debe ser guillotinado, entendiéndose esto como una metáfora. Lo decimos como advertencia a determinado abogado, un mal abogado, que en un juicio reciente nos acusó de escribir en nuestros editoriales y comentarios que hay que fusilar y guillotinar a determinados políticos. Sabe perfectamente ese letrado que cuando utilizamos estos y otros términos lo hacemos en sentido figurativo y no literalmente porque, como siempre hemos dejado claro, rechazamos todo tipo de violencia. Matiz, insistimos, que conoce perfectamente ese abogado, salvo que no sea un letrado sino un iletrado en el sentido de que no sepa interpretar correctamente lo que lee. Estamos seguros de que comportándose de esa forma quería impresionar a la jueza y ganarla para la causa de su clienta. Un abogado que acuda a un juicio apoyando su alegato en mentiras es un truhán del Derecho o algo peor que omitimos por respeto, máxime si consideramos la personalidad política -pues en los aspectos personales no entramos porque nunca nos han interesado- de su clienta: una señora llegada de fuera pero dispuesta a disponer de la vida y la hacienda de los canarios.

No podemos olvidar que dos son las grandes desgracias de Canarias: seguir dependiendo colonialmente de los españoles -que esquilman vilmente nuestros recursos desde hace casi seis siglos- y tener como presidente del Gobierno regional al mayor necio político que ha pisado esta tierra. La desaparición de Paulino Rivero es el primer paso para emprender el camino que nos lleve a un bienestar hoy por hoy imposible. El sector crítico se agrupa en Tenerife en torno a la figura de Fernando Clavijo, alcalde de La Laguna y nacionalista auténtico. No podemos tener bienestar mientras seamos una colonia porque el colonialismo supone el saqueo, las vejaciones y la esclavitud, y no dejaremos de ser una colonia mientras no contemos con un partido nacionalista que sea auténticamente nacionalista. CC no es una formación nacionalista sino una mafia. Confiamos en personas como Fernando Clavijo, Hilario Rodríguez y también en Ana Oramas, aunque esta última nos ha decepcionado por su cobardía en Madrid. Sin embargo, le basta a Ana Oramas para redimirse subir a la tribuna de oradores del Congreso de los Diputados y manifestar claramente que los canarios aspiran a su independencia como un bien irrenunciable. Esa acción provocaría un terremoto en los escaños de los parlamentarios peninsulares, que temblarían ante la posibilidad de perder la finca canaria; de dejar de mamar de una teta de la que tanto han mamado para beneficio propio, mientras los hijos de los canarios desfallecen de hambre.

Antes de concluir estas líneas queremos referirnos, como lo hemos hecho en días anteriores, al condenado alcalde de Arona. Nos reiteramos en nuestro criterio de que debe dimitir. Ha de hacerlo aunque la sentencia no sea firme por una simple cuestión de decencia democrática. Pero de la misma forma en que ha sido condenado González Reverón por un delito de prevaricación continuada, han de ser enjuiciados, sentenciados, encarcelados y expulsados de Canarias una vez que hayan cumplido la condena impuesta Paulino Rivero y su esposa Ángela Mena, porque lo que le han hecho a estas Islas, antes afortunadas y hoy hundidas en la más desesperante miseria, no tiene perdón de Dios. No olvidemos el hambre de los niños y las personas que han muerto en las listas de espera por su mal gobierno. ¿No son estos hechos suficientemente graves para ser detenidos de inmediato?