ESTIMADO señor don José Rodríguez Ramírez, el tiempo pasa como las milésimas del segundero en el reloj de la vida, y hasta el pelo se nos cae y se cubre de blanco sin darnos cuenta.

Abril fue para mí una fecha muy importante, pero no celebrada ni comentada. Prefería que pasaran unos días o semanas para plasmar en las páginas de este digno periódico que el tiempo, la amistad, el afecto y saber cumplir con lo que se promete es fundamental en todo ser humano que ama a su tierra, sus bellezas naturales y hasta las flores silvestres que adornan espléndidamente el paisaje de nuestra tierra canaria.

Hoy quiero hacer pública mi gratitud y profundo agradecimiento por haberme acogido desde el año 1972 hasta la fecha presente, y entrar por la puerta grande y generosa de EL DÍA; de manifestar mis sentimientos, de expresarme como me lo dictan el corazón y el pensamiento, precisamente al cumplirse cuarenta años de tan largo periodo de tiempo, aprendiendo -porque el hombre nunca termina de aprender- con sus deberes y desvelos por la tierra que nos vio nacer.

Me siento inmensamente feliz, ahora más que nunca, porque cuando comencé a expresarme libremente, pero con algo de resquicio, era un tigaiguero cuyas ilusiones, por distintas circunstancias de la vida que Dios dirige, se vieron truncadas por tantas calamidades de los años cincuenta, y no me permitieron llegar donde yo más quería.

Hoy me siento agasajado y he conocido desde mi humilde honestidad a muchas personalidades de la cultura, el arte, la música, el folclore..., y tantos otros que también han dedicado su tiempo libre a enseñarnos cómo se mueven los cinco dedos de cada mano: artesanos, carpinteros, albañiles, fontaneros, periodistas, albarderos, curanderos, médicos, herreros y un sinfín de oficios que han hecho que nuestra sociedad fuese más amplia en sus diferentes facetas, artes y costumbres, sin olvidarme de los maestros, profesores y destacados alumnos, en los que también caben todos aquellos a los que les costaba mover la hoja de un libro.

Pero no quiero terminar este comentario de agradecimiento al señor director y estimado amigo don José Rodríguez Ramírez sin plasmar que en mi pueblo hubo algunos que al leer dos o tres veces por semana mis artículos, allá por los años noventa, se atrevieron a difamar, como en su día lo hizo "el loco del monturrio"; ese era su seudónimo para no ser reconocido, y esconder el pico bajo el ala entre otros.

Ellos se atrevieron a decir en estas mismas páginas, porque eran, son y serán las que este periódico liberal recoge desde el sentir popular de nuestras gentes, y sin tener nunca en cuenta sus ideologías difamatorias, aprovecharon la ocasión para decirme con chorros de tinta que mis artículos me los escribía don Guillermo Camacho y Pérez Galdós, don José Siverio Pérez, don Miguel Díaz y algunos atrevidillos ignorantes, al igual que las mariposas saltan de flor en flor buscando el reptar de las flores. Y que han dado a demostrar que nada sienten por esta tierra nacionalista canaria mal gobernada por otros "talentos" peor preparados aún, y con títulos bajo el brazo, que de nada les sirven, y que ocupan un puesto por recibir una buena nómina al final de mes, más que por defender nuestros derechos y los de tantas gentes necesitadas de amparo y consuelo que ahora más que nunca sienten palpitar tristemente el hambre, la fatiga o la enfermedad por no tener que comer o un techo donde el sereno de la noche o las lluvias y el frío no amarguen su triste vivir como seres humanos.

Esas personas a las que me refiero, y que se llevan a sus casas sustanciosos sueldos, nunca se han compadecido del que sufre y padece hambre, y con sus enredos o vilipendios intentan engañar al votante, sin interesarse por sus vidas y cómo viven.

Son políticos que enredan las cerezas en la cesta y confunden con sus peripecias al votante. Y al llegar al poder se olvidan de aquel que les dio el voto para trabajar con firmeza y lealtad y cumplir el juramento que ante el crucifijo y la Biblia prometieron, y le siguen negando el pan y la sal.

Son ya cuarenta años, no cuarenta meses ni cuarenta días ni cuarenta semanas ni cuarenta minutos... Son en realidad, y por deseo propio, y admitido por aquel gran periodista don Ernesto Salcedo Vílchez, quien me ofreció un 19 de abril del año ya expresado publicar mis comentarios. A ese equipo humano de aquellos años le debo mil favores, pero, mirando hacia atrás, tengo muy grabado en mi pobre mente que el hombre debe ser sensato y consciente de lo que dice y no debe señalar a terceros, como los autores de lo que manifiesto personalmente, en tantos momentos cruciales que afectaban a la comunidad realejera y la siguen afectando.

Hoy me encuentro inmensamente satisfecho de lo que he podido hacer por mi pueblo y por Tenerife como isla de mi nacimiento, pero estoy seguro de que nadie ha logrado permanecer tan largo periodo de tiempo llevando en los momentos más precisos el buen nombre de Los Realejos y las muchas dificultades que nuestros ciudadanos han pasado desde aquel inicio, a esta parte y antes de que mi pobre pluma, carente de tinta pura y limpia, porque los tiempos lo impedían, tuviera en casos determinados que cambiar de firma: E. Domínguez fue la primera; también "Capricornio", por ser mi signo del zodiaco, y otras tantas "Un Realejero", D. Domínguez, etc. Eran los tiempos de la dictadura, y la crítica, aunque fuera constructiva, fue perseguida en muchas ocasiones. Por ello, no dejo de comprender que me faltó valentía para mantener mi primera firma. Quizás debido a ello, "el loco del monturrio" se confundió. Algunos me comentaron que era Jesús Manuel Hernández García, y nunca lo creí capaz de interponerse en mis comentarios, pues siempre lo he considerado un hombre fiel y al servicio de la comunidad realejera. Hoy, ya jubilado, ostenta el título de doctor en Periodismo, y sigue siendo el mismo hombre, la misma persona y con el mismo afecto y cariño al pueblo que nos vio nacer. Otros me hablaron de Diego el del Toscal, y otros como ya dije, hasta han mezclado al padre Siverio, o a Miguel Hernández y, para colmo, al historiador don Guillermo Camacho. A este sí que le debo haber aprendido a querer tanto a la tierra que me vio nacer y a luchar por ella para lograr un pueblo más próspero. De su sabiduría aprendí muchas cosas, y lo que jamás hizo, ni él ni los ya mencionados traidores, era escribirme los artículos para que yo los firmara. Pues pensaban que un "mago" de Tigaiga era incapaz de mojar los dedos en la tinta, ya que nos tenían por tontos y analfabetos totales.

¿A qué cabeza humana se le ocurre tal disparate? Pienso que deben de ser unos "loquillos" enfurecidos que no aceptaban mis comentarios, o que querían llegar y ocupar un puesto en este diario y no le dieron la oportunidad que buscaban.

De cualquier manera, en las hemerotecas están casi 4.000 artículos para todos los gustos. Y el buen nombre de Los Realejos, y ya terminando este breve balance, que desde muchos años tenía almacenado, lo caso a reducir ahora, cuando la pandereta, como bien decía otro entrañable personaje como lo fue el excelentísimo señor don Enrique Roméu Palazuelos, puede romperse. A él le debo el prólogo de mi segundo libro y haberle recibido en algunas ocasiones en su casa, en la calle Capitán Brotóns, de la ciudad de La Laguna. Un hombre que sabía muchísimo sobre la vida y la obra de don José de Viera y Clavijo y sus peripecias personales, escritas con inteligencia y sabiduría. Pero si de una cosa me quedó mucha pena, fue que el Conde de Barbate, que tanto sabía sobre Viera y Clavijo, no fuera nunca invitado a dar una conferencia sobre nuestro ilustre y destacado personaje. A mí me tocó invitarle a presentar y prologar mi segundo libro, y lo aceptó muy satisfecho, e incluso firmó en el libro de oro de la sociedad Casino Realejos, lugar donde se realizó ese inolvidable acto. Él y nuestro común amigo, don Antonio Luque Hernández, sembraron las semillas para que me nombraran socio de la Real Sociedad Económica de Amigos del País, siendo presidente de la bicentenaria institución don Leoncio Afonso. Título que conservo y que me ha dado paso a conocer muchas y distinguidas personalidades.

Señor director de EL DÍA, don José E. Rodríguez Ramírez, le agradezco muy profundamente su atentísima atención y la amistad que nos une a ambas familias, y espero que, en la medida de mis posibilidades y hasta que Dios me dé fuerzas, seguir la misma trayectoria que en su momento me marqué, que no era otra que difundir el buen nombre de Los Realejos y de Tenerife por todos los rincones de la geografía regional, como amante de nuestra tierra, donde han nacido nuestros abuelos, padres, hijos y nietos, y le prometo, si no antes me "echan", seguir siendo fiel a los principios morales y éticos del fundador de La Prensa/EL DÍA, don Leoncio Rodríguez, y de su sucesor, don José Rodríguez Ramírez, hasta que Vd. lo estime conveniente. Mientras, algunos de CC en Los Realejos me han dicho cara a cara y sin el máximo pudor que Esteban Domínguez es el brazo derecho de don José Rodríguez Ramírez. De ser ciertas estas palabras, las acogería con enorme satisfacción, pero en realidad solo somos dos personas y amigos que nos comprendemos y que deseamos que las cosas tengan un digno sentido común. Esas palabras pronunciadas por un miembro de CC que forma parte de la corporación realejera actual son infundadas, y este señor, de no hablar con conocimiento de causa, pierde credibilidad, personalidad y respeto, pues él bien sabe que Esteban Domínguez lleva cuatro décadas dejando plasmadas sus crónicas o comentarios personales en este medio de comunicación que es de mi plena confianza, que se llama EL DÍA y que dirige muy honradamente un gran tinerfeño, cuyo nombre es don José Rodríguez Ramírez, ampliamente reconocido, galardonado y premiado por su valentía, tenacidad y honrosa virtud. Por preocuparse de nuestros pueblos y ciudades, pero de manara destacada por nuestros ciudadanos, en una época tal difícil como la que vivimos, por la mala administración de quienes nos han gobernado.

Gracias, una vez más, señor director, por tantos favores recibidos, y cuente con la firme amistad y aprecio de este "mago" del Realejo nacido en los pies del Risco de Tigaiga, donde murió el mencey Bentor, cuyo amor por la tierra que nos vio nacer nunca olvidaremos. Y que antes de entregarse al Adelantado dejó con su muerte y con su sangre un elevado altar de sacrificio en los pies del Risco de Tigaiga.

Solo me falta para redondear la faena de cuarenta años de permanente constancia con EL DÍA que nuestro alcalde me "conceda" la Medalla de Hierro, Cemento y Hormigón, pues no me merezco otra cosa. Y que sea aprobada por unanimidad.

Y finalmente termino con una frase del entrañable amigo escritor, investigador, poeta, profesor y sabio en la palabra don Álvaro Hernández Díaz, para quien ya hemos solicitado que se le conceda una calle a su nombre entre otros amantes del pueblo que han defendido con sentido común y a favor de nuestra pequeña patria con total lealtad entrega y solidaridad. Una frase de Álvaro Hernández siempre he tenido muy presente y que dice así: "Para qué sirve escribir en un medio de comunicación si al día siguiente ese papel de prensa lo utilizan para envolver una sama de pescado o una caja de zapatos".

Gracias de corazón, estimado y admirado director de EL DÍA, por haberme permitido expresarme en libertad por mi pueblo, por Tenerife y por Canarias, patria que nos vio nacer y a la que no debemos defraudar.

A Tigaiga, mi barrio de nacimiento, lo llevo en el alma; a Los Realejos, el pueblo que me acogió del mismo modo, y a Tenerife, como isla amada junto a las demás y como patria nuestra, las llevo en el corazón. Pero hay políticos que ni sienten ni padecen por el terruño; solo piensan en tiempos de crisis llenarse los bolsillos mientras miles de canarios ya no pueden vivir, porque el hambre les quita la vida y la miseria desangra miles de corazones.

Gracias también, Sr. director, por difundir a los cuatro vientos el honorable nombre de la histórica villa de Los Realejos y por estos cuarenta años difundiendo los valores humanos artísticos y culturales, entre otros, de nuestra querida e histórica villa realejera.