MI VIEJO y muy querido amigo el doctor Carlos García, que es colaborador de este periódico, publica, en un reciente número del diario, un interesante artículo titulado "Tristeza en la sanidad pública", donde, una vez más, pone el dedo en esa llaga sangrante que es la sanidad que tenemos y practicamos en este país a los que tienen necesidad de ella y, en general, no tienen dinero para pagar la sanidad privada, que esta suele fallar menos que la otra, a la que tenemos derecho todos los españoles desde que la estableció en este país el denostado régimen del general Franco, el cual, en lo que respecta a atención y a asistencia, aventaja a este régimen desastroso, confuso y poco fiable que recibimos y padecemos en una distancia abismal.

El doctor García se refiere y cita mentiras de las Administraciones que, dice, se han vuelto realidades incuestionables, y añade que, de lo dicho, lo ofertado y prometido, solo hemos visto engaño, falsedad, fraude y burda farsa. Añade que nuestra sanidad pública ha dejado de ser universal y gratuita; ahora habrá una sanidad para pudientes y otra para pobres. Unos podrán pagarse su salud y otros no. Han comenzado los repagos y los copagos; en resumen, pagar más aún por nuestra asistencia sanitaria pese a los impuestos y tributos pagados a lo largo de los años. Cita García la presión que han de soportar los más débiles, los enfermos, los viejos, los jubilados, los pensionistas, los mayores; la presión sobre los débiles, los desvalidos, los que precisan tratamientos médicos, los enfermos crónicos, los que han llevado toda la vida cotizando, a los que suman ocho millones y medio en este país los pensionistas con salario inferior a la media europea.

Parece como si quisieran eliminar a los mayores de 65 años. Los precios de algunos medicamentos son inalcanzables y, en definitiva, hay que escoger entre comer y vivir con lo poco que, relativamente, se gana, y eso por parte de los que tienen trabajo, que hay cientos de miles que no lo tienen. Los españoles, sin otra salida a la vista, piden a Rajoy hasta un imposible relevo en el Gobierno si el presidente se siente incapaz de gobernar el país con las suficientes garantías de estabilidad y empeño en la solución de los muchos y graves problemas que está padeciendo España y que, lejos de encontrar solución, cada vez se complican más, aferrado el Ejecutivo a una línea política que, realmente, no es la que, en estos momentos críticos, necesita el país.

En conclusión, llegados hasta los límites actuales, se exige una reflexión a los gobernantes y, en todo caso, si hay que cambiar a los que gobiernan, que no se dilate más la espera, porque no sabemos ya hasta cuándo podemos sobrevivir política y socialmente.