INSISTIENDO una vez más sobre la necesidad de la capacitación adecuada para atender debidamente ese fenómeno social que llamamos turismo, estamos asistiendo a unos esperpénticos acontecimientos que no por no predecirlos nos llaman la atención, sino por la persistencia de una acción política errada que nos ha conducido al precipicio, y que hoy parece acentuarse de por vida sin que medie, al parecer, nada que la detenga.

Ante este panorama desolador queremos todavía ser algo optimistas pensando en el empresario serio que lucha denodadamente por consolidar empresas mirando siempre al frente, arriesgando su patrimonio para levantar pueblos, ciudades y naciones, sufriendo los más duros ataques de las administraciones públicas -como está ocurriendo ahora mismo-, que en muchos casos han sido las causantes de la desaparición de numerosas empresas cuyo significado eran miles de puestos de trabajo, y que conste, nos estamos refiriendo solo al sector turístico.

Con el aval que nos supone los cerca de cincuenta años dedicados a la formación profesional -sí, profesional- en el turismo, muchos de ellos en la cúpula de las organizaciones mundiales que estudian el tema, ponemos sobre la mesa nuestra preocupación, desilusión y desengaño al comprobar cómo el entorno cada vez se muestra más y más deteriorado, producido por el modelo que ha venido imperando desde hace ya muchos años, que nunca ha tenido en cuenta una realidad como la copa de un pino, como es la necesidad de una seria preparación para atender el desarrollo turístico con una visión global que vaya desde los planes de desarrollo urbanísticos, hasta los más íntimos oficios en la gestión del turismo, donde prevalezcan el conocimiento, la técnica y la cultura, unido todo ello a la más alta consideración del aspecto socio-económico del mismo.

Reflexionamos sobre esta delicada situación ante el panorama desolador de millones de parados, a quienes no se les ha pertrechado de los conocimientos necesarios para avanzar en el campo empresarial, engañándoles con unos títulos "académicos" que solo les sirven para desempeñar desacertadas funciones políticas, en la mayoría de los casos para infortunio de países enteros, hoy sumergidos en una vorágine económica irreversible. A los hechos nos atenemos.

Así las cosas, vemos cómo se desmontan los más serios programas estudiados para paliar esta arrolladora situación, programas de reconocida solvencia mundial donde la operatividad y la realidad empresarial sobresalían de forma esplendorosa con unos eficaces resultados refrendados todos ellos por el conocimiento, "la buena fe como base en los negocios y las profesiones, el aprecio a toda ocupación útil y la dignificación de la propia al servicio de la sociedad", como dicen los preceptos del Rotary Club Internacional. Es lo que hay.

El escenario está servido. Un mamotreto ingente dirigido por incompetentes políticos y dedicado a malformar personal capacitado para surtir a las empresas turísticas canarias del sector se está desmantelando. Vuelven a surgir fabulosas cifras económicas para dedicarlas a la formación profesional, lo cual nos trae al recuerdo de pasadas actuaciones políticas que acá, en esta Venezuela de mis amores y dolores, nos recuerda al famoso chino de Recadi, algo que no vamos a comentar aquí pero que el que vivió esos trágicos años en este país conoce de sobra.

No, no es eso, no es eso: es que parece que todavía no nos hemos enterado bien de que el país lo hacen los empresarios y que los empresarios necesitan personal capacitado para dirigir sus empresas y para ocupar todos y cada uno de sus puestos de trabajo. Aquí no vale el "vuelva usted mañana". En un país que se vive del turismo no se puede improvisar. Hay que ser serio. Se está jugando con "la gallina de los huevos de oro". La mala formación, la poca adecuada gestión y la falta del conocimiento global del tema nos llevan rumbo a lo desconocido.

Nunca tanto como ahora está haciendo falta una gestión eficaz basada en el conocimiento. El panorama internacional del movimiento turístico en el que llevamos años participando en sus estudios a través de la Organización Mundial del Turismo, algunos de ellos en su Consejo de Educación, nos revela para el futuro unos acontecimientos que ya hoy estamos visualizando, donde la capacitación juega un destacado e imprescindible lugar.

Ante todo este complicado arrollador panorama, el desprecio a la empresa como tal, o la presión que se hace sobre ella, traerá las más funestas consecuencias, como ya lo hemos visto -no hace falta que nos lo cuenten- en muchos de los destinos turísticos mal llamados "maduros", por no decir caducados, todo ello por una mala gestión política que ha destrozado -y sigue destrozando- sus más preciadas señas de identidad, cuyo valor, en muchos de los casos, era uno de sus principales atractivos.

El turismo que viene es otro bien distinto al de los años cincuenta del pasado siglo. Su cuota de valor y su conocimiento están en otros límites. Intentar gestionarlo sin la debida formación profesional es una auténtica temeridad y una falta de responsabilidad. Hacerlo así, de esa forma alegre y pantallera, con acciones para la galería y para generar votos fáciles, no solo es pan para hoy y hambre para mañana, es ir rumbo a lo desconocido.