Hemos hablado en estos días, y también desde tiempo atrás, de que Paulino Rivero y su esposa, Ángela Mena, son políticos nefastos y caóticos. Una auténtica desgracia que le ha caído a Canarias precisamente en tiempos tan difíciles como los actuales, en los que aprieta la crisis y nadie está a salvo de la ruina. ¿Podemos sobrevivir no solo colonizados por un país en bancarrota, como España, sino, por si fuera poco, en manos de un par de necios políticos que se rodean de otros políticos conceptuados como falsos nacionalistas y tan necios como ellos? Nadie en su sano juicio puede responder afirmativamente a esta pregunta. Por supuesto que no podemos sobrevivir en tales circunstancias, como lo demuestra el hecho de que cada día hay más paro y más miseria en unas Islas, no nos cansamos de repetirlo, que antes eran afortunadas.

Más hambre y más miseria. Eso es lo que ha traído a Canarias esta pareja a la rumana, contra la que nada tenemos en lo personal -eso lo henos repetido mil veces-, pero que no queremos que sigan ocupando cargos públicos porque nos han traicionado y, lo que es peor, han traicionado y le han mentido al pueblo canario. Más hambre, más miseria y, como si no fuesen pocos estos males, los incendios asolan nuestros montes. El fuego sigue adelante porque el Gobierno de Canarias, estando en las manos de un inepto, no puede resolver nada por mucha voluntad que ponga. Este Gobierno lo único que hace con sapiencia es derrochar el dinero público y favorecer a los amigos.

Puede que llegue el día en el que caigan en manos de la Justicia estos cínicos políticos que alardean de defender al pueblo cuando en realidad solo están pensando en sí mismos y en sus allegados. No es posible que se sigan divirtiendo con helicópteros, con mantillas, con chalets de lujo y con todo tipo de despilfarros mientras se cierran quirófanos y se disimula el hambre de los niños diciendo que van a campamentos de verano en los que se desarrollan actividades complementarias, cuando el fin principal es alimentarlos porque ya no pueden hacerlo sus familias. Mientras tanto, Paulino Rivero tan campante como Johnnie Walker. Esa indolencia ante los males de su tierra se la da su propia ignorancia; su necedad. Las palabras que le encajan a Paulino Rivero como político son las de necio y déspota. Y aunque su abogado crea que hablamos en términos reales y no en metáfora, estamos hablando figurativamente cuando nos referimos a figuras del pasado para evocar lo mal que está el presente. Personajes como los Ceaucescu, los cortesanos de Versalles, etcétera.

Sería un crimen que se gastase un solo euro al día en la Televisión Canaria, la Radio Canaria o la Policía Canaria. Sin embargo, son miles de euros los que se emplean diariamente en estas inutilidades. La Televisión, la Radio y la Policía deben desaparecer definitivamente porque no contribuyen en nada al bienestar de los canarios. Ya tendremos nuestra propia televisión, nuestra radio, nuestra policía y, si fuese necesario, nuestras propias fuerzas armadas cuando seamos una nación soberana. Mientras tanto, estas cosas son superfluas; son caprichos de falsos nacionalistas que se esconden tras las siglas de CC.

Un ejemplo de este falso nacionalismo lo tenemos en las declaraciones de Ana Oramas. Manifestaciones que comentábamos en nuestro editorial de ayer, pues han sido reveladoras de que no se puede esperar nada de CC de cara a luchar, siempre pacíficamente, por nuestra independencia, pues estamos ante una formación política que no es nacionalista. Si nuestro porvenir como nación está en manos de CC, nos espera un futuro trágico y dramático.

Con qué dicha llegó en su día la libertad a los países de la antigua URSS, así como a los que formaban la Federación yugoslava que citábamos en nuestro editorial de ayer, e incluso a las tres repúblicas bálticas. La independencia también liberó a Marruecos de las garras francesas y españolas, sobre todo de las españolas, y a Cabo Verde de la dominación colonial portuguesa, aunque Portugal siempre fue un país más civilizado con sus colonias que España con las suyas. Todos los países que antes no eran libres y que ahora lo son pueden caminar con la frente alta porque son soberanos y sus ciudadanos son dignos y tienen pasaporte propio. Quiérase o no, con Constitución española o no, con Ley electoral española o no, somos una colonia de negritos blancos a los que miran con curiosidad los peninsulares apenas abrimos la boca y delatamos nuestra procedencia con nuestro acento.