Un incendio siempre es un hecho desgraciado. Cuando se produce por causas naturales nos queda la sensación de que la Naturaleza actúa con sus reglas incontestables y poco podemos hacer los humanos; se acepta como algo casi divino y asunto resuelto. Cuando, por el contrario, el incendio se produce por negligencias, o aún peor, cuando lo provocan manos irresponsables, nos indignamos y nos deja un regusto como de frustración y fracaso colectivo. Algo hemos hecho mal en algún punto de la cadena social tinerfeña; bien sea la educación, la familia o el mismo control de nuestros montes, etc.

Apagado el incendio se comienza a trabajar en los informes técnicos acerca de las valoraciones de impacto ambiental, los recursos que se movilizaron, costes económicos, etc. También, como no puede ser de otra manera, comienzan a surgir los artículos y los foros de opinión -que tanto abundan en Tenerife, donde en cada barranco hay una tertulia de expertos- y se precipitan a exigir responsabilidades a todo bicho viviente. Y en esta fase estamos ahora.

Redacto esta pequeña reflexión a raíz de una carta al director de fecha 24 de julio y que aparece firmada por Julián González y también por un artículo de José Carlos Acha -otrora militante de Coalición Canaria y actualmente líder destacado del Partido Popular- que curiosamente se publica el 26 del mismo mes de julio. No hay que ser un genio para darse cuenta de que estamos ante una campañita tan al uso de los populares, en la que se enfatiza en lo negativo, y si no lo hay pues me lo invento.¿Cómo es posible que no responsabilicen al negligente o negligentes que ocasionaron el incendio y se intente culpar al Cabildo y a su presidente de forma tan artera?

El Cabildo ha realizado un trabajo muy bueno, y no porque sean todos fantásticos, sencillamente han ido aprendiendo con la experiencia -que no ha sido poca en los últimos años- y además cuenta con un buen equipamiento, y sobre todo con un personal altamente cualificado: 536 operarios, 75 vehículos y 1 helicóptero. ¿Y el presidente Melchior? Pues el presidente estuvo donde tiene que estar: informado al minuto, informando a la población puntualmente y resolviendo no pocos inconvenientes que no aparecen en pantalla.

Armando Brito Morales

¿Miseria en Canarias? ¡Qué va!

Según el periódico, un estudio sitúa el índice de miseria en Canarias por encima del 30%, uno de los más altos de las regiones españolas. Sin embargo, en Canarias parece que estamos viviendo un momento dulce de la vida, dando la impresión de que los políticos del Gobierno han querido popularizar las Islas como si fuera Cuba (con mi respeto para el pueblo cubano). Podrán observar la obsesión por parte de las corporaciones de presentar infinidad de festivales venidos, en particular, de la América Latina, no quedando semana que no se anuncien dos o tres eventos de esta índole, sin pensar que nuestra situación económica es gravísima. Pues aún así ya están pensando en el Carnaval, sin darse cuenta de que es fantasía que afecta a nuestro futuro al querer idealizar cosas inexistentes, y sobre todo con unos gastos que no podemos afrontar.

El pueblo canario debe reaccionar ante el hecho evidente de que una cosa es cómo viven los políticos y otra el ciudadano de a pie. Evidentemente, el político está acorazado por su cargo y sus suntuosos emolumentos, mientras el ciudadano de a pie está cada día más desnudo y desnutrido. Por lo tanto, tenemos que reducir tanta fiesta inútil y pensar más en el futuro de nuestros hijos, que a nivel nacional están a la cola en educación. Con pelotas de gofio de 2.394 kilos, competiciones de paellas y arrastres de ganado no vamos a ninguna parte.

Así y todo, es tal el abandono y previsión de este Gobierno canario para proteger nuestros montes que ha tenido que pedir auxilio a la metrópoli (Madrid), sabiendo que cada minuto es vital para el control de un incendio. Pero aquí nadie se responsabiliza. Se lavarán las manos como Pilatos. Así nos va.

De todas formas no se preocupen, ya que para don Paulino Rivero, según parece, es más importante la Policía Autonómica que garantizar la supervivencia de nuestros montes. Pero, eso sí, tenemos en una nave industrial depositadas veinte motos de gran cilindrada, sin estrenar, para la Policía Autonómica. ¡Qué derroche, Dios!

Juan de la Rosa González