MUCHAS son las vueltas que ha dado el mundo en los últimos cincuenta años. Difícil es identificar ciudades y paisajes donde arbitrariamente han intervenido personajes sin otros conocimientos que sus títulos "académicos", pero sin ninguna preparación en las ciencias humanísticas necesarias para dirigir el complicado entramado del desarrollo socioeconómico mundial.

En estas lides, nos encontramos de frente hace solo un par de años con la irreconocible ciudad balneario de Chile, Villa del Mar. Irreconocible para quienes en el año 1974 tuvimos la suerte de visitar aquella hermosa población que se anonadaba en las riberas del Estero Marga-Marga, con su mítica Quinta Vergara y su incipiente festival de la canción, su espectacular tradicional casino y todo un ambiente turístico lleno de la mística de sus caballos tirando de las "victorias" y sus "lolas" recorriendo sus bien cuidadas calles. El hotel Miramar era un encanto al borde mismo del mar, desde donde veíamos sus concurridas playas y disfrutábamos del típico "canelazo" chileno compuesto con el inigualable pisco. ¡Qué tiempos aquellos!

Hoy Viña del Mar es un ejemplo de un desarrollo turístico que hay que tener en cuenta. Sus grandes hoteles están situados en las mismas playas, algunos sobre el mar, un panorama que nos recuerda el lujoso restaurante de Lima "La Rosa Náutica", a donde se llega por una pasarela situada sobre las olas del mismísimo océano Pacífico, algo inaudito si tomamos en cuenta la disparatada Ley de Costas española -que no sabemos quién se la inventó-, hoy afortunadamente en revisión por el Gobierno español, según hemos conocido últimamente.

Y es que el desarrollo turístico sostenible hay que interpretarlo en todo su justo contenido haciendo uso de una sensibilidad y unos conocimientos que solo se pueden adquirir mediante una cuidada experiencia y una alta capacitación de la cual carecen esos que se jactan de sus largos currículos "académicos", llenos de rayitas que significan estudios que han debido realizar con asistencia presencial, y que, como conocemos de sobra, solo han aparecido a recoger su diploma. Eso es lo que hay en este mundo donde la política ha acabado con todo.

Según el Informe Bruntdlad "Nuestro futuro común", realizado para la Comisión Mundial sobre Medio Ambiente y Desarrollo (1989), el concepto de desarrollo sostenible, publicado en la introducción de la Carta Europea del Turismo Sostenible en los Espacios Protegidos, señala este como "un desarrollo que satisface las necesidades de las generaciones actuales sin poner en peligro la satisfacción de las necesidades de las generaciones futuras". Ampliando este concepto, "La carta de Lanzarote" (Canarias 1995), producida por los asistentes a la Conferencia Mundial de Turismo Sostenible, nos indica que, "siendo el turismo un potente instrumento de desarrollo, puede y debe participar activamente en la estrategia del desarrollo sostenible con una buena gestión que garantice la sostenibilidad de los recursos identificativos de los respectivos lugares, ampliando esta definición del desarrollo turístico sostenible", y concretándolo en "aquellas actividades turísticas respetuosas con el medio ambiente natural, cultural y social y con los valores de su comunidad, que permiten disfrutar de un positivo intercambio de experiencias entre residentes y visitantes, donde la relación entre el turista y la comunidad es justa y los beneficios de la actividad es repartido de forma equitativa y donde los visitantes tienen una actitud verdaderamente participativa en sus experiencias del viaje". Así, con esta diáfana claridad, se expresaron los experimentados técnicos en la materia y dejaron plasmada una hoja de ruta que al igual que la célebre "Agenda 21" (Cumbre de la Tierra, Río de Janeiro, 1992), en muchos de los casos no han servido absolutamente para nada.

Perder las señas de identidad está demostrado que ha sido el peor de los males que azotan a los destinos turísticos tradicionales. Renovarse y adecuarse a los tiempos no puede ser destruir lo que era el punto de apoyo principal de la atracción turística de una zona. Ahora, con la palabra de moda, "innovación", parece que todo lo que hay que hacer es acabar con lo que sea... Vemos con asombro cómo en un determinado lugar se rescata como un recurso turístico un simple muro de un castillo enterrado por el supuesto "desarrollo" hace decenas de años, y que ahora solo podemos contemplar en algunas viejas fotografías (¿?). Quizás, algún día no muy lejano -los tiempos corren muy deprisa- veamos recuperar los adoquines de una plaza que fue emblema del pórtico de una ciudad en el Atlántico cuya imagen ilustró miles de publicaciones, sus bellos jardines motivo de cientos de miles de postales y sus estampas fotográficas con el mar al fondo -muy lejos de los espantosos contenedores e imponentes grúas que ahora "adornan" el paisaje- sirvieron para inmortalizar el paso Europa-América de los más legendarios buques de la historia reciente de la navegación mundial.

En las imágenes de Viña del Mar que comentamos no vemos que hayan desaparecido esas señas de identidad que señalamos. Ahí se ha hecho gala de una inteligente gestión arquitectónica y de una sensibilidad acorde con los designios de ese desarrollo turístico sostenible que comentamos, y que en otros lugares no se ha sabido -ni se sabe todavía- adecuar a las circunstancias, machacando sin contemplaciones sus más preciados valores para la atracción turística, todo ello por falta de los conocimientos necesarios para gestionar el progreso con la suficiente garantía.

Insistir en estos conceptos, comentarlos y llevarlos a la letra impresa es algo que a través de los años hemos seguido puntualmente, extendiéndolo a una buena parte del mundo hispano, siguiendo programas docentes, conferencias, foros, seminarios, etc., sin otro interés que buscar denodadamente la capacitación profesional de las mujeres y hombres de este mundo que saben que en el desarrollo del turismo está el porvenir, la erradicación de la pobreza, la elevación del nivel sociocultural de los pueblos, de su nivel de vida, de su sensibilidad por la compresión y la paz mundial... Un panorama de esperanzas que se ha venido estrellando ante el despótico poder político, que ha destrozado todo lo que ha encontrado por delante pensando solo en su propio ego y su bienestar económico.

Hasta aquí, otro punto de reflexión que nos recuerda tiempos de sacrificio, ilusión y de esperanzas, frustrados precisamente por el triste y desolador sistema imperante.