LA DIRECCIÓN General de Tráfico (DGT) publicó recientemente una inquietante noticia dando cuenta a la opinión pública de que el 45% de los muertos en accidentes de circulación durante el año 2011 estaban bajo los efectos del alcohol o drogas. ¡El 45%! Pero ¿cómo es posible tanta irresponsabilidad? Es decir, ¡casi la mitad de los muertos en accidentes de circulación superaban la tasa de alcoholemia! ¡Increíble! Y ¿cuántas personas inocentes que viajaban como acompañantes o en otro vehículo implicado en uno de esos accidentes resultaron con algún tipo de invalidez o, simplemente, heridas por culpa de esos temerarios del volante?

La DGT, consciente del uso y abuso que hacen del alcohol algunos conductores, ha puesto en marcha una campaña para realizar controles, tanto en las carreteras como en las vías urbanas, tendentes a detectar en los conductores el consumo de bebidas alcohólicas y drogas.

Resulta incomprensible cómo puede haber conductores que se pongan al volante de un vehículo, con o sin pasajeros u ocupantes, no estando capacitados para circular por vías abiertas al tráfico, donde lo hacen también otros vehículos ajenos a su inconsciencia.

Veamos. Un conductor que se comporta imprudentemente por no reunir las condiciones psicofísicas requeridas, o no respeta las señales y normas que regulan la circulación de vehículos, es un homicida en potencia. La mayoría de los accidentes que se producen en las vías públicas están ocasionados por fallos humanos (entre el 70% y el 90%): velocidad excesiva o inadecuada, adelantamientos indebidos, no respetar las normas y señales que regulan el tráfico, distracciones o despistes, etc. Es decir, causas evitables por ser atribuidas al conductor, no siendo, por tanto, fortuitas.

Me llamó mucho la atención una noticia publicada en EL DÍA (8-7-2012) que daba cuenta de que el Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife había instalado durante un mes, en plan experimental y no sancionador, en dos cruces de calles de la capital, un sistema electrónico que, mediante la grabación de imágenes en vídeo y fotografías, detectaba a los vehículos que se saltan el semáforo en rojo. Los resultados inducen a la reflexión, ya que 970 conductores no respetaron la obligación de detenerse ante un semáforo en rojo que impide el paso de los vehículos a cuyo frente se halla. Una infracción que puede dar lugar a un grave accidente por colisión contra otro vehículo que sí circula correctamente por la intersección al tener la prioridad de paso que le indica la luz verde del semáforo.

Llegados a este punto cabría realizar un juicio crítico sobre la gran responsabilidad que adquiere un conductor cuando conduce un vehículo y circula por las vías públicas.

Así es. En un accidente de circulación inciden diversos factores, pero, principalmente, el conductor, que es quien, en todo momento, decide acelerar, frenar, manejar la dirección, adelantar, abordar una curva, etc. Y es que el comportamiento del conductor se puede ver afectado por numerosas causas, como el cansancio, el sueño, el estrés, el alcohol, las drogas, los excesos de velocidad, la sobrevaloración de sus habilidades o el exceso de confianza. Grave error, pues ¿quién no se ha visto alguna vez en trance de sufrir un accidente por causa propia o ajena? Por ello, la concentración al volante es fundamental a la hora de prevenir los accidentes. La atención es absolutamente necesaria para circular con seguridad. Concentración equivale a reacción inmediata.

Sería bueno conseguir que todos los conductores se concienciaran de que pueden modificar sus actitudes y comportamientos imprudentes, con el objetivo final de reducir las cifras de víctimas que cada año se dejan la vida en las carreteras, o sobreviven en una silla de ruedas o postrados en una cama con lesiones y secuelas irreversibles, como paraplejias o traumatismos cerebrales.

De vez en cuando es bueno hacer un ejercicio de reflexión para preguntarnos si realmente somos buenos conductores, si tenemos en cuenta que las calles y las carreteras las compartimos con otros vehículos y que estamos obligados moral y legalmente a respetar la integridad física de los demás conductores, la de las personas que nos acompañan como ocupantes y la propia.