JOSÉ LUIS Villar Palasí es uno de los personajes y cerebros mejor amueblados de la España contemporánea. Aunque apenas figure en la "tragicómica" memoria histórica. Becario de la Escuela Pía de Valencia, y de otras instituciones, Villar Palasí fue un universitario mítico -calificado así por Gaspar Ariño-, uno de los destacados discípulos en la Ciencia de la Administración. Pronto ganó las oposiciones al Cuerpo de Letrados del Consejo de Estado. Se incorporó al equipo de Arias Salgado como secretario general técnico del Ministerio de Información. Catedrático de Derecho Administrativo, era ya, en el anterior régimen, el reformista que pudo diseñar una Administración profesional.

Su acceso a la primera cátedra de Derecho Administrativo le fue fácil. Hizo escuela. Cara al exterior, con dominio de múltiples idiomas, inició una labor de acercamiento a Europa e Iberoamérica, siendo ministro Alberto Ullastres, como subsecretario de Comercio.

Nombrado ministro de Educación y Ciencia, sustituyendo a Lora Tamayo, puso todo su saber investigador y docente al servicio de la gran reforma educativa, la más atrevida en la Europa de entonces. Escogió a los mejores educadores de la época, nacionales e internacionales -los apodó "los doce apóstoles de la pedagogía"-. Nosotros llegamos a publicar con el italiano Giovvani Gozzer la obra "Estado, educación y sociedad. El mundo de la escuela libre", Madrid, 1985, para la Ley General de Educación y del Financiamiento de la Reforma Educativa.

El ministro de Hacienda aragonés Navarro Rubio, también procedente de los PP. Escolapios de Daroca (Zaragoza), le había servido en bandera la Ley de Igualdad de Oportunidades. Fue aquella una ley atrevida que tuvo dificultades políticas y eclesiales, superadas personalmente por el jefe del Estado, en una visión equilibrada de lo público y lo privado, lo técnico y lo social, en la educación. Había que extender tal visión y comunicarla a la sociedad -lo que ahora falta ante la crisis económica-, y en momento de nuevas reformas educativas.

Recuerdo el encargo que nos dio de ofrecer una información previa al congreso sindical del que nosotros éramos asesores jurídicos. Lo formaban el experto del Club de Roma Ricardo Díez Hochleitner, Alberto Monreal, luego ministro de Hacienda; Eugenio López López, jurista; para Enseñanza Primaria, Aparici, experto sindical para la Formación Profesional; Federico Rodríguez, letrado del Consejo de Estado y director de las Semanas Sociales; Asís Garrote, para Enseñanzas Medias; Ángeles Galino, teresiana, para Innovación, y Pedro Aragoneses, secretario técnico y experto en legislación procesal. Todo ese gran equipo, que parecía un pequeño gobierno, tuvo ciertos recelos del mundo sindical, que por entonces acaparaba una buena parte de la formación profesional, junto a los de la Iglesia.

Sin embargo, algunas observaciones sindicales llegaron a buen puerto: la beca salario, la cuota sindical y profesional a cargo de la empresa, acceso de los mayores de 25 años a la Universidad, etc. Nosotros colaboramos en las enmiendas de trabajadores y empresarios, insistiendo en el financiamiento. La ley de 1970 se puso en marcha. Por razones que no son del caso, pasamos nosotros a ser elegidos presidente del Sindicato Nacional de Enseñanza, sustituyendo al catedrático Lucas. Pude así admirar más y mejor a Villar Palasí, un sabio, un amigo. Tenía un tic para los momentos difíciles, el tic de unos dados con los que jugaba y se entretenía cuando discutía o trataba de dejarse convencer.

Pasó luego al Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Y cesó de todo cargo público en 1973. Se dedicó a explicar en el CEU, con una ejemplaridad impresionante. En los últimos años se dedicaba a atender a su esposa, en una larga enfermedad, junto a sus cuatro hijos, y a la vida académica. Ha muerto en el silencio franciscano -lo era terciario-, con una cruz en su esquela, y sin ningún mérito ni condecoración. Pocos grandes hombres entregaron su alma a ese señor que no se nos puede morir, con el bagaje científico y universitario ejemplar de Villar Palasí, autor de la mejor reforma educativa española contemporánea.