LA ENORME dependencia que todos tenemos del teléfono móvil (también llamado portable o celular), debido a sus múltiples prestaciones, me ha hecho retomar un fantástico trabajo de la profesora de la Universidad Lille 3/Ircav-Paris 3 Laurence Allard, que en un extenso y documentado artículo publicado en Le Monde Diplomatique el pasado mes de junio describe cómo Estados Unidos, aliado con los sectores empresariales y humanitarios, se vuelca en las nuevas tecnologías. Véase:

Tras el golpe de Estado de Malí, el director de Microsoft en África, Cheick Modibo Diarra, fue nombrado primer ministro. Google, cuyos trabajadores destacaron durante la "primavera árabe", contrata a militantes por los derechos humanos, y la secretaria de Estado norteamericana Hillary Clinton concede apoyo a proyectos humanitarios que combinan negocios y tecnología: hemos entrado, pues, en la era de la diplomacia digital.

En las horas posteriores al terremoto de 12 de enero de 2009 en Haití, diferentes iniciativas permitieron cartografiar las necesidades, las peticiones de ayuda, las llamadas de familiares de desaparecidos... Patrick Meier, docente e investigador, especialista en cartografía de crisis, se asoció en ese momento con el programador keniata David Kobia, quien en 2007 había creado el sistema Ushahidi, diseñado para permitirles a los ciudadanos denunciar los enfrentamientos poselectorales. De manera inesperada, esta herramienta brindó una plataforma para la información de emergencia en Haití, cuando Meier y Kobia elaboraron un sistema de alertas geolocalizadas transmitidas por teléfono móvil. El operador Digicel siguió sus pasos y proveyó a los haitianos de un único número de emergencias, el 4636, con el que se salvaron centenares de vidas.

Con la ayuda del servicio de mensajería (SMS) de los teléfonos móviles y de diferentes instrumentos de geolocalización, Ushahidi permitió organizar la respuesta con muy pocos recursos. Los mensajes de texto fueron localizados, verificados y organizados por categorías antes de ser publicados en un mapa por un equipo de voluntarios reunido en la Flecher School of Law and Diplomacy de Massachussetts, donde imparte clases Meier. Gracias a una pasarela SMS activada por InSTEDD, una "start-up" estadounidense especializada en la gestión informatizada de situaciones de crisis, la Cruz Roja y también marines norteamericanos estaban en condiciones de recibir las alertas que indicaban una situación peligrosa y su localización. Este encuentro inédito entre informáticos kenianos y el ejército estadounidense tuvo un papel determinante en la redefinición, bajo el impulso de Hillary Clinton, de los métodos del Departamento de Estado. Si bien es cierto que los EEUU ya cuentan con una larga tradición en el uso de tecnologías de comunicación para transmitir la "voz de América" (nombre de la radiodifusión internacional lanzada durante la Segunda Guerra Mundial y destinada a promover los intereses norteamericanos).

Pero en estos últimos años el "smart power" se ha convertido en un eje estratégico de la diplomacia estadounidense. Variante del "soft power" (''poder blando'') de Joseph Nye -es decir, el despliegue de mecanismos de influencia no coercitivos, estructurales, culturales o ideológicos-, este "poder inteligente", teorizado en 2004 por Suzanne Nossel, presidenta de la organización Human Rights Watch, propone un catálogo de herramientas -diplomáticas, económicas, militares, políticas, legales o culturales- adaptadas a cada situación. También busca favorecer a las empresas norteamericanas de alta tecnología en el marco de una renovada cooperación entre el Estado, el mercado y las ONG o las fundaciones de bien público. Con esta doctrina, la diplomacia estadounidense favorece un nuevo modelo económico, un híbrido entre el sector comercial y el no lucrativo.

Las redes de comunicación digitales y móviles son los instrumentos privilegiados de dicho modelo. "La comunidad técnica puso en funcionamiento la tecnología de los mapas interactivos para ayudarnos a identificar las necesidades y determinar los recursos", indicaba Clinton en su discurso fundador de 15 de febrero de 2011. La secretaria de Estado subrayó la necesidad de poner las tecnologías digitales en manos del pueblo, con el objetivo de hacer avanzar la democracia y los derechos humanos. Llamó así a un "trabajo conjunto entre la industria, el mundo académico y las ONG con el fin de organizar un esfuerzo permanente que permitirá explotar el poder de las tecnologías de conexión y aplicarlas a nuestros objetivos diplomáticos" ("Remarks on Internet Freedom", 21 de enero de 2010).

Con un presupuesto de alrededor de dos millones de dólares, Commotion es un proyecto típico de este enfoque. Se trata de una red celular autónoma que utiliza los principios de internet y cabe en un portafolios. Su finalidad es permitirles a los militantes sortear la censura de la red (en Egipto, en enero de 2011, justo antes de la caída de Hosni Mubarak, la conexión vía internet había sido cortada). En el origen de este proyecto, está un militante de software libre y de las libertades digitales, Sascha Meinrath, quien proyecta unir mediante wifi ordenadores portátiles y teléfonos móviles para construir una estructura inalámbrica de banda ancha, en la que determinadas herramientas de seguridad garantizarían el anonimato de los usuarios. Así, paradójicamente, en el mismo momento en que WikiLeaks pirateaba el Departamento de Estado, la "smart diplomacy" se enfrentaba a las problemáticas "hacktivistas" (palabra compuesta que une "hack" -bricolaje informático- con "activismo").

Afganistán fue uno de los primeros escenarios de experimentación de esta tecnodiplomacia. Ya en 2009, el país contaba con quince millones de abonados a la telefonía móvil, sobre una población de treinta millones de personas. El 65% de esos abonados envía mensajes SMS, y más de la mitad utiliza el teléfono para escuchar la radio. Pero el ejército norteamericano también notó que los talibanes estaban más activos en las zonas con poca cobertura de red. Viendo allí una relación de causa-efecto, el ejército invirtió 113 millones de dólares para desarrollar las comunicaciones civiles con una verdadera estrategia que incluía propaganda y desarrollo económico.

El "smart power" es también muy importante en el control de elecciones, como en el caso del África subsahariana. La Embajada de Estados Unidos en Guinea apoyó a la comisión electoral del país para poner en práctica, durante las primeras elecciones desde 1958, un programa bautizado "I vote, I see, I send" (voto, veo, envío). Este programa permitía durante el escrutinio del 27 de junio de 2010 enviar mensajes de texto que eran transmitidos a una web en la que podían ser analizados por los observadores y por los electores. En 2010 y en 2011, en Sudán, el control de las elecciones por parte de los ciudadanos también estaba respaldado por miembros del Departamento de Estado de EEUU, mientras que sistemas inspirados en el Ushahidi se desplegaban en Etiopía, Egipto, Tanzania, Costa de Marfil y Liberia.

Desde Silycon Valley (San Francisco), Hillary Clinton lanzó un llamamiento a los empresarios de tecnología del mundo: "Es necesario apoyar a las personas que se encuentran en la base de estas herramientas, los innovadores y los propios empresarios que quieren consagrar una parte de los conocimientos de sus empleados a resolver los problemas del mundo entero, pero frecuentemente no saben cómo hacerlo. ¿Por dónde empezar? ¿Qué idea va a tener más impacto?". Un discurso al que la secretaria de Estado sumó una llamada a la cooperación entre diplomáticos, empresarios y organizaciones sin afán de lucro para apoyar el espacio de innovación en telefonía móvil que representa África. ¿Llamada a la solidaridad? No solo era eso. Segundo mercado regional después de Asia, África experimenta el mayor crecimiento del mundo, con 649 millones de conexiones a finales de 2011 y una proyección de 735 millones de abonados para finales de 2012, según el informe de la Asociación Internacional de Operadores de Telefonía Móvil (GSMA) "Áfrican Mobile Observatory Full Report 2011". Como Google, que, implantado en Sudáfrica y en Kenia y asociado con la Fundación Grameen (desde 1997 esta organización especializada en microfinanzas ayuda a mujeres ugandesas a desarrollar pequeños negocios de telefonía móvil) y el operador MTN, puso en marcha una estructura de desarrollo de aplicaciones -un "AppLab"-, en la que se desarrollan diferentes servicios para telefonía móvil: SMS Tips, que responde preguntas sobre salud o agricultura enviadas por SMS, o también el Google Trader, que contacta en tiempo real pequeñas empresas con compradores.

Mediante concursos como App4-Democracy ("Aplicaciones para la democracia"), basado en datos públicos abiertos y de libre utilización que difunde el gobierno en el sitio data.gov, los actores del "smart power" reclutan nuevos socios. Inspirada en ese modelo, Judith McHale, subsecretaria de Estado para Diplomacia Pública y de Asuntos Públicos, lanzó en 2010 en Nairobi una competición bautizada App4África, que suscitó una veintena de propuestas de Kenia, Ruanda, Uganda y Tanzania. La aplicación ganadora, "Mamabika", es un dispositivo que ofrece a las mujeres embarazadas de las villas míseras de Nairobi ahorrar a lo largo de nueve meses en una cuenta relacionada con su móvil para poder dar a luz en una clínica.

Es importante resaltar que una gran cantidad de fundaciones estadounidenses están implicadas en esta vía humanitaria y de defensa de los derechos de la mujer africana. Y ya para finalizar, y tal como acertadamente sostiene la profesora Allard, "el teléfono móvil es hoy al filantrocapitalismo lo que el cronómetro fue ayer al taylorismo". No es de extrañar, por tanto, que los nuevos ricos de Silicon Valley, multimillonarios de la informática que en algunos casos ya están retirados de los negocios, parezcan decididos a conquistar las economías emergentes. El teléfono móvil, tan eficaz y prestador de verdaderos servicios a las poblaciones, es por eso mismo su herramienta predilecta. ¿No está Canarias, por su privilegiada situación geoestratégica, destinada a jugar un papel fundamental en el continente africano en materia de telefonía móvil y otras?

Recuerdo a los amables y fieles lectores que ahora mismo, si Canarias fuese un Estado archipelágico como Cabo Verde, sería la quinta potencia de África, detrás de Sudáfrica, Nigeria, Argelia y Marruecos. ¿Tiene alguien alguna duda al respecto?

rmorenocastilla@hotmail.com