LOS TRES "INVENTOS" del falso nacionalismo de CC, la televisión y la radio autonómicas (que ahora ha bautizado como "nacional") y la Policía Canaria, constituyen un insoportable derroche de dinero público; son tres juguetes de Paulino Rivero, su esposa y los secuaces de ambos que se sufragan con el trabajo y el esfuerzo -que se traducen en dinero, primero, y en impuestos, después- de los habitantes de estas islas. Todo para el disfrute de una caterva de mercantilistas insensibles ante el dolor ajeno en forma de necesidades y de hambre. Y a ver quién dice que esto no es hoy día literalmente cierto en esta tierra con la multitud de pruebas que ofrecemos a diario en este periódico. Solo hacemos una excepción en la malísima opinión que nos merecen quienes llevan el chiringuito nacionalista. Mientras no cambie el rumbo que parece se ha trazado, al alcalde de la Ciudad de los "Adelantados" y secretario general de Coalición Canaria en Tenerife, Fernando Clavijo, hay que excluirlo de este grupo de impresentables de la política. Porque este nuevo valor del nacionalismo ha tenido la valentía de, al menos, pedir lo menos que puede reclamar un soberanista: la soberanía fiscal; que la Administración canaria recaude y administre todos los impuestos que tengan que pagar los isleños y después ceda una cantidad, el cupo, al Estado en concepto de servicios recibidos, siempre que el Archipiélago aún no tenga medios suficientes para satisfacerlos por sí mismos. Por ejemplo, las labores propias de la Policía y de la Guardia Civil.

Alguien ha dicho o escrito por ahí que una Hacienda netamente canaria recaudaría menos que la estatal. Es natural, y no importa. Porque el Fisco autóctono sería menos voraz y, en todo caso, al quedarse aquí todo el dinero la diferencia seguiría siendo enorme a favor de Canarias comparado con lo que el Estado le revierte ahora. Y esto no es exageración optimista ni comentario de café ni opinión de columnista; lo han dicho muchos entendidos: la excelente situación geoestratégica del Archipiélago ya tiene un valor económico intrínseco. Estamos en la ruta de muchos tráficos, aéreos y marítimos, y eso significa negocio, un negocio en el que ahora no podemos participar. Además de eso, está la riqueza de una tierra que puede producir aún más en agricultura, con sus plátanos, sus tomates, las verduras de las medianías, etc.; y con el esfuerzo de unos habitantes laboriosos, acostumbrados a trabajar duramente. Podríamos tener esos hidroaviones que ahora el Estado se muestra remiso a dejar aquí de forma permanente, y todos los servicios necesarios para combatir el fuego que, de cuando en cuando, arrasa nuestros bosques. Potenciaríamos las desaparecidas industrias de transformación, el comercio con el exterior... Podríamos, en fin, ser uno de los países más ricos del mundo, capaz de proporcionar lo necesario, empezando por un puesto de trabajo, a todos sus nacionales.

Decimos todo esto y lo remarcamos porque hay que cortar ya el derroche atrevido e irresponsable de un Gobierno de Canarias que no tiene capacidad para manejar una situación económica y socialmente tan complicada como la que atraviesan las Islas. El ejemplo más reciente de la larguísima lista de dislates lo tenemos en el incumplimiento del plazo para pagar a los farmacéuticos, cuando se les había hecho una promesa el pasado 25 de julio. Y ya son seis las veces que ocurre. Esperemos que no llegue a ocurrir aquí algo parecido a lo de Écija (Córdoba), donde un grupo de sindicalistas asaltó el martes un supermercado y se llevó por la fuerza, sin pagar, 20 carros de comida para repartirlos entre los necesitados.

Aquí, alguien podría llegar al límite de su paciencia al ver cómo se mangonean los medios de comunicación del Gobierno, que no de la Comunidad, con sueldos que se ocultan (por algo será), puestos ocupados por personas que, al mismo tiempo, son altos cargos en Coalición Canaria y otras cosas. Eso sin entrar en que ni esa televisión ni esa radio cumplen el servicio público de formar, informar y entretener que deberían tener como objetivo. Es un crimen mantener esa sangría económica de las arcas públicas con niños pasando hambre en los mismos sitios a donde sus reporteros van a informar. En vez de mandar equipos de periodistas y técnicos a contarnos lo mal que lo están pasando en tantos sitios del Archipiélago, en vez de sacar las imágenes de las colas del paro en las oficinas del INEM, o del Servicio Canario de Empleo, ¿por qué no se utiliza el dinero que cuesta ese despliegue en mitigar esas necesidades que aparecen en pantalla o se cuentan por las ondas? ¿Es que es lícito que, a través de la productora que hace esos informativos, se financien dos periódicos que, de otra forma, ya estarían cerrados? ¿No es esta una forma de subvención pública encubierta, expresamente prohibida por las normas de la Unión Europea? ¿Por qué tenemos que sufragar esa martingala entre todos los canarios? A propósito, nos preguntamos qué será de estos dos periódicos el día en que su padrino no esté en la Presidencia del Gobierno. Porque ese momento no puede tardar mucho. Es imposible que Paulino Rivero aguante otros tres años sin que estalle la indignación contenida que tiene dentro la gente de estas islas. Además, si miramos al pasado, ¿qué le debe esta tierra a Rivero y a su esposa? ¿Y qué le debe a Coalición Canaria y a su representante más famosa ante la metrópoli, Ana Oramas?

Insistimos, cuando Fernando Clavijo tome las riendas de todo este caos en que han convertido a Canarias los mencionados, estos tendrán que marcharse a sus casas y no abrir más la boca.