SOMETIDOS a la feroz y devastadora dictadura económica que se ha desatado -sin consentimiento explícito, sin tregua alguna ni plazo de suavización previsible- sobre nuestras pobres e indefensas cabezas, y cuando se supone que la mayoría de la población asume los teóricos errores del pasado en la penitencia orquestada por la rigidez fiscal, financiera y burocrática de Madrid, Bruselas y/o Frankfurt, aplicando como corderitos obedientes sus recetas de austeridad, al ritmo de bajadas de ingresos y subidas de pagos integradas en esa especie de carrusel maldito en el que hasta la comida tiene que ser racionada, ya no solo en las capas sociales más desfavorecidas, sino también en las abundantes clases medias, que nunca hubieran imaginado semejantes penurias, dicen los expertos que conviene y cabe por nuestro propio bien relativizar y hacer una buena gestión de las emociones. En caso contrario, aseguran, nos puede dar un toletazo.

Teorías psicológicas novedosas hablan de la inteligencia emocional como un concepto si no contrapuesto, sí distinto al de la inteligencia medible "de toda la vida", la asociada al coeficiente intelectual, a la cultura, a los títulos universitarios o a las destrezas lógicas, numéricas o gráficas. En el pragmatismo de la fatalidad económica actual, y siendo conscientes de que cada vez nos endeudamos individual o/y colectivamente más, con el agravante de que lo que considerábamos nuestro patrimonio se queda en la miseria, algunos individuos saben afrontar las situaciones y salen airosos, mientras que otros fracasan y se hunden ante obstáculos nimios. La inteligencia emocional juega el papel decisivo en la explicación a esta bipolaridad tan común que también depende del punto de partida. Aseguran que lograr lo que nos interesa se relaciona más con nuestra capacidad de vivir, de escrutar los problemas y canalizar las emociones, que del razonamiento abstracto o de nuestra capacidad para resolver complejidades matemáticas. La historia nos habla de genios (científicos, intelectuales, artistas, políticos...) cuya vida personal fue un patético desastre. Y, sin embargo, nuestro entorno más inmediato nos muestra personas normales que llevan su existencia (la idea que uno tiene de sí mismo, las relaciones de pareja, las amistades, el trabajo o la capacidad de ser un buen padre o madre) de manera admirable. Peter Salovey es un eminente psicólogo e investigador de Yale, USA, que define la inteligencia emocional como "una parte de la inteligencia social, que concierne a la habilidad de comprender sentimientos propios y ajenos y de utilizarlos para nuestros pensamientos y acciones". Y añade que una sociedad que no fomenta la inteligencia emocional crea individuos insatisfechos e insolidarios.

Y supongo que estamos de acuerdo. Quizás costaría un poco explicarlo en una cola de la beneficencia o a un parado de larga duración. A una madre o padre de familia agobiado. A un joven despreciado por el sistema, a quien está siendo embargado o al que contaba con unos ahorritos o plan de pensiones desvalorizado. Al poseedor de inversiones en Bankia, en Banca Cívica o en Ruiz Mateos, a un funcionario recortado, por ejemplo, mientras que por el otro lado el entramado recibe préstamos del Banco Central a intereses menores al 1% para colocarlos a Estados soberanos como el Reino de España, con rendimientos de entre un 6% y un 7%.

Cuando masivamente una parte de la población es bendecida por cepos financieros perpetuos e imposibles y las pymes y autónomos se deslizan en el papel estelar de la película "Los muertos vivientes", sinceramente, se ve que algo gordo no funciona, y lo prioritario es enfrentarse al problema con todas las fuerzas; ya si eso después, o entre medio, gestionaremos emociones. La idea de que no queda remedio contrasta día a día con la sensación de que hagamos lo que hagamos derivamos a peor; ni se cargan los paraísos fiscales ni a los mangantes abisales. Ni se modifican las pautas del modelo especulativo ni se toca un pelo a sus guiones. Yo me pregunto: ¿qué clase de terapia empeora gravemente la enfermedad en el largo plazo?

En el planteamiento de que algo no encaja, lo de la inteligencia emocional es entendible, aunque si las salidas no se activan es porque se encuentran bloqueadas: no hay trabajo, no hay demanda, no hay iniciativas y las empresas con pulsaciones se sanean por el estímulo exterior.

Mi gestión emocional me conduce a denunciar el pucherazo, y si me da un toletazo, mejor que cruzarme de brazos.

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