PERO ¿qué tomadura de pelo es esta a las Islas Canarias y a los que tenemos la malísima suerte de vivir y sufrir en ellas? Cuando acabamos de padecer, en carne viva de nuestros paisanos, el incendio indiscriminado de nuestras casas, de nuestros montes, de nuestras fincas, de nuestro ganado, de nuestros talleres, donde depositamos y guardamos nuestras escasas cosechas, la prensa local publica que el Gobierno canario ha recortado en un 79 por ciento la cantidad prevista desde el año 2008 para prevención de incendios. ¿Cómo puede tener tan fuerte caradura el portavoz y la autoridad que mandó trasladar esta noticia a los periódicos de las Islas, revelando, de paso, que no hay ninguno o solo escasísimos medios para apagar el fuego de cualquiera de los incendios que se produzcan en los montes, las fincas de cultivo y hasta las casas
y propiedades de la gente de los pueblos de las Islas? ¿A dónde coño, con perdón, fue a parar este dinero destinado a apagar estas llamas que se presentan sin avisar? No creo que al bolsillo de los políticos que están gobernando en las Islas, porque entonces las caras serían de hormigón armado.
Pero hay algo más que decir que rebosa el vaso de la paciencia. Y son unas declaraciones de don Manuel Santana Pérez, también en la prensa local el domingo último. Dice el señor Santana, que es director general de Seguridad y Emergencias del Gobierno de Canarias, que es necesario ampliar los medios de extinción de incendios con los que cuenta Canarias. Y lo dice y lo pide ahora cuando el Parque Nacional de Garajonay y otros bosques y fincas gomeras llevan siglos sin que nadie se ocupe de su seguridad y conservación. El tal director general de esos servicios fundamentales no es especialista ni profesional de montes ni experto en la extinción de incendios. Es, dice el periódico, licenciado en Filoso fía y en Ciencias de la Educación por la Universidad de La Laguna. Se sospecha que el nombramiento no le vino por su sapiencia, sino, si acaso, por su calidad de maestro de escuela, compañero de Paulino Rivero. Lo que tememos los gomeros es que el señor Santana haya metido sus narices en cuestiones de incendios, que no tienen los maestros de escuela en sus estudios, porque, entonces, la defecamos, aunque, a lo peor, tuvo que ver con las fogaleras domésticas. O de otra clase.
Y, para que todo no sea gafe, esto acaba con la posiblemente buena noticia de que el profesor de Ecología de la misma Universidad don José Ramón Arévalo, a quien no tengo el gusto de conocer, pero puede creérsele porque es experto en la materia, dijo, y nos sirve de consolación ante tantas adversidades, que espera que en la próxima primavera se recupere la vegetación afectada a ras de suelo, aunque el palmeral de Valle Gran Rey tardará al menos dos años en recuperarse y la laurisilva, unos diez años.
Y aquí recomendamos recordar las estrofas de los famosos versos del poeta gomero Pedro García Cabrera, quien, creo yo, jamás pensó que su isla natal se quedaría, prácticamente, sin monte del Cedro, que también se ha perdido en gran parte, aunque persiste la esperanza de que vuelva a brotar de esa tierra, en la que ha llevado siglos.