HACE unos días el Gobierno del Partido Popular anunciaba un nuevo y durísimo golpe a uno de los colectivos más frágiles del Estado: los desempleados.

Este Ejecutivo, que parece tener una querencia enfermiza por maltratar a quienes menos posibilidades tienen de defenderse y alzar la voz (pensionistas, dependientes, parados...), inventa cada semana nuevas iniciativas inútiles y abocadas al fracaso, de manera que no debería sorprendernos que justo cuando están de vacaciones sea cuando mejor marchen las cosas.

Esta vez ha sido el endurecimiento de las ayudas que ofrecen cobertura a los desempleados que han agotado todas las prestaciones y que el PP, sin sonrojarse, ha definido, de manera poco afortunada, como "los parados de Zapatero".

La medida, que no debe quedar en el olvido porque va a ser la causante de la destrucción de una parte importante del tejido social de este país, fue anunciada con edulcorante y disfraz, como todas las que presentan los populares a la ciudadanía, abusando de su confianza y tratándonos como a súbditos. Pero nada pudo enmascarar la durísima realidad que se esconde detrás de este decreto.

Una realidad que tiene muchas historias detrás: la de cada uno de los casi seis millones de parados que tiene España y que, por más que se intenten estigmatizar, no están en esta situación por voluntad propia, sino por la conducta errática de quienes han gobernado desde que comenzara esta crisis.

Cuando uno es alcalde no puede dejar de ponerle cara a lo que para el Gobierno de Rajoy solo son cifras. Porque cada día los vecinos a los que nos debemos nos recuerdan que en pocos meses han pasado de vivir a sobrevivir a duras penas con los escasos recursos que nos dejan a las administraciones locales para paliar, en la medida de lo posible, su situación.

Cuando uno es alcalde no puede olvidarse de que casi el 80% de los jóvenes que se podrían beneficiar del plan Prepara y que viven con sus padres porque no tienen otra salida no podrán acceder a la ayuda de 400 euros al tenerse ahora en cuenta la renta familiar de los ascendientes (padres y abuelos), que no puede superar el 75% del salario mínimo interprofesional.

Tampoco podemos dejar de pensar que en Canarias buena parte de los miles de parados que desde el 15 de agosto dejaron de percibir el subsidio no podrán acogerse a este de nuevo al haberse endurecido las condiciones.

La realidad, insostenible para quienes la conocemos de cerca, es que el desempleo sigue aumentando y cada vez son más las familias canarias que se enfrentan a una situación que, de continuar, puede producir una fractura social importante, que todas las pretendidas buenas palabras de los ministros y portavoces varios (ya que el presidente parece vivir en unas eternas vacaciones) no van a poder contener.

La realidad, la que vemos todos menos ellos, es que el PP persiste en su política errática, con la que no contenta a los mercados, no contenta a Europa y empobrece, cada vez más, a los ciudadanos de cuya administración es responsable.

Se merman ayudas, se castiga al desfavorecido, pero, de manera paralela, no se pone en marcha ni una sola iniciativa de activación económica.

Se recorta a los trabajadores y pequeños empresarios y se les castiga, encima, subiendo los impuestos directos e indirectos. Se obliga a las comunidades autónomas a tomar decisiones injustas, sin diferenciar entre las que han cumplido, como Canarias, y las que han derrochado y dilapidado de manera impúdica -cuando no dudosa- los recursos públicos, como Valencia o Madrid. Se usa el doble rasero y sigue sin cogerse el toro por los cuernos.

Lo vemos los ciudadanos y lo denuncia la prensa internacional, que describe al presidente del Gobierno como un hombre que se esconde, que no está, que no asume las decisiones que toma y que no gobierna para los ciudadanos, sino llevado por el rédito político que pueda derivarse de su gestión (y que lamentamos decirle que a estas alturas está bajo mínimos).

Lo extraño es que aún no hayan reparado en la receta sencilla y lógica que el resto de los seres humanos aplicamos en nuestra vida diaria: cuando el camino para llegar a un objetivo no resulta el adecuado, tomamos otro. Cuando el método para conseguir algo no nos vale, usamos otro.

Empieza septiembre, y con el inicio del curso político vendrán retos para los que este Gobierno parece no estar preparado. De hecho, cada vez que escribimos unas líneas de actualidad lo hacemos sabiendo que, en escaso tiempo transcurrido hasta su publicación, es posible que España haya sido intervenida. Pero, del modo que sea y suceda lo que suceda, el PP no debe olvidarse -si aún recuerda lo que es, de verdad, en su sentido primigenio, la política- de que aquí y ahora el objetivo a conseguir es algo tan importante como que millones de personas que han empujado durante años para que todo avanzara no pueden quedar, de repente, abandonadas a su suerte. No se pueden seguir cerrando puertas a la esperanza. No se puede, no debemos, permitir que se persista en el error.

Coalición Canaria en Tenerife