A LA VISTA de que el tema de las prospecciones petrolíferas que pretende llevar a cabo Repsol en "aguas españolas de Canarias" sigue coleando (el Tribunal Supremo español ha ratificado los permisos otorgados por el Gobierno del PP), y como quiera que ya me he manifestado, inequívocamente, sobre el particular, argumentando que esas aguas a sesenta millas de Lanzarote y Fuerteventura, donde se pretende perforar, corresponden a día de hoy a la Zona Económica Exclusiva de Marruecos y que, por tanto, esos yacimientos de hidrocarburos pertenecerían a este país o, en todo caso, deberían ser compartidos con el Archipiélago canario, alguien del citado colectivo me remitió, vía correo electrónico, un artículo firmado por ese seudónimo para "rebatir", supongo, mis incontestables argumentos basados en el Derecho Marítimo Internacional. Otra cosa es que, como siempre, cualquier estamento del Estado español que se sienta concernido trate de acomodar el Derecho Internacional al Derecho interno español, lo que no es admisible bajo ningún concepto (ver "¿A qué juega España?", EL DÍA, 26 de junio de 2012; "¿Qué pinta la UE?", EL DÍA, 10 de julio de 2012; y "A vueltas con Repsol", EL DÍA, 9 de agosto de 2012).

Dada la naturaleza del artículo en cuestión, cuyo título es "El valor estratégico y económico de Canarias", me permito reproducirlo ahora íntegramente para general conocimiento de la opinión pública canaria. Pero antes que nada debo "desvelar" quiénes están detrás de ese autodenominado Colectivo Alborán. Según consta al pie de dicho artículo, "este colectivo lo forma un grupo de altos mandos del Ejército español, retirados y en activo, que cuentan con una cualificada experiencia militar y una notable preparación académica. A todos ellos les une un denominador común: el amor a España (¡la potencia europea que lleva colonizando Canarias cerca de seis siglos!) y la preocupación ante los acontecimientos que vive la nación española".

Este férreo grupo de militares españoles que añoran el imperio y que siguen presos del "síndrome del 98" por la pérdida de las colonias (Canarias es lo último que les queda ya del imperio español, más abajo de las Columnas de Hércules) continúa siendo además beligerante con Marruecos. Ello no es de extrañar, habida cuenta de que el famoso eje estratégico Baleares-Estrecho-Canarias parte del supuesto táctico de que "el enemigo viene del Sur". El artículo, que no tiene desperdicio, y cuya argumentación es seriamente discutible, dice textualmente lo siguiente:

"Se han confirmado las noticias sobre la existencia de ingentes recursos naturales (petróleo y gas) en las proximidades de las Islas Canarias. A la vez, el Consejo de Gobierno de Canarias recurrió ante el Tribunal Supremo el Real Decreto del Consejo de Ministros que autoriza a Repsol a realizar prospecciones petrolíferas en las costas de Lanzarote y Fuerteventura. En esas Islas, miles de personas, sin duda en seguimiento a consignas de Coalición Canaria, el partido gobernante en la autonomía, se han manifestado en contra de lo que, a todas luces, es una fuente de trabajo e ingresos para las Islas y para España (¡¡sobre todo para España, que nos saquea impunemente!!), lo que hace pensar que esas acciones antinaturales están impulsadas por intereses extranjeros; en otra ocasión volveremos sobre este tema.

El contexto de Canarias trasciende al archipiélago desde que los primeros pobladores bereberes llegaron a ellas desde el Sahara y, más aún si cabe, desde que España cerró en falso la sangrante herida de abandonar a aquellos saharáuis con DNI igual que el nuestro, por no hablar de los intereses de todo tipo dilapidados entonces. No es el momento de hablar de ello, sin renunciar a hacerlo en el futuro, pero apuntemos que, jurídicamente (y La Haya y la ONU así lo han decretado), España sigue siendo aún la potencia administradora del Sahara, pues no resolvió, conforme al Derecho Internacional, el traspaso de sus responsabilidades en los Pactos de Madrid. Es fundamental tener presente, pues, que tanto el territorio de la exprovincia del Sahara español como sus posibles aguas jurisdiccionales no son legalmente de Marruecos.

Los ricos recursos naturales muchas veces no son una bendición, sino fuentes de problemas y conflictos, causados por la codicia de otras potencias. Una visión panorámica global nos dará la ajustada idea de que los países con exuberancia de recursos naturales (petróleo, coltán, diamantes, etcétera) son presas de guerra y conflictos y están sumidos en la miseria. Sobre todo cuando se trata de recursos submarinos, siempre difíciles de vigilar y controlar, además de que su supuesta soberanía está sujeta a interpretaciones interesadas del Derecho Marítimo Internacional.

Los citados recursos submarinos en las proximidades de las Islas Canarias deben ser explotados, porque sería imperdonable no aprovecharlos y porque en caso contrario lo harán otros, que, en el más que probable caso de Marruecos, encima no tendrían ningún derecho legal a hacerlo. Además, se da la circunstancia de que Repsol está ahora en situación de debilidad al haberle retirado Argentina la explotación de sus campos petrolíferos (aproximadamente un 5% de su producción), con lo que puede ser fácil presa de los especuladores, por lo que corremos el peligro de que deje de ser española. A ello hay que sumar que la explotación no es contaminante, que en el mejor de los casos no será antes de diez años y que supondrá un ahorro energético del 10%.

Pero lo peor es que las bolsas petrolíferas entre Canarias y África, como el banco pesquero sahariano, es un continuo que tiene su origen en la zona de arenisca porosa del delta del río Draa, por lo que el petróleo y la pesca que no explotemos nosotros nos los quitará y venderá caro Marruecos, con el beneplácito de unos EEUU y Francia encantados de que ni siquiera nos quejemos, por no decir de otros entes del propio interior que se relamen ante la debilidad de la España de las Autonomías y el desastre económico.

Para explotar los citados recursos, sin los graves inconvenientes que pudieran ocasionar, es necesario e ineludible que se adopten las medidas de seguridad imprescindibles. En caso contrario, sería una grave falta de imprevisión y negligencia del Gobierno, sea cual fuere su color político. Y mucho más si es extranjero, porque, como en el caso de la energía nuclear, de poco sirve que no haya centrales españolas al Sur de los Pirineos si al Norte las hay, con los consiguientes riesgos de posibles nubes radiactivas. Además, ese recurso energético, de origen nuclear o fósil, nos lo proporcionará el vecino a un precio mucho mayor que el de producción nacional. Todo lo cual necesita una estrategia, un planteamiento, recursos y procedimientos. Desgraciadamente, hace muchos años que España carece de una estrategia de defensa. Solamente ha tenido recortes financieros en todos los órdenes, aún en las épocas de mayor prosperidad, cuando todas las administraciones gastaban por encima de sus posibilidades (excepto Defensa, que lo ha hecho siempre por debajo) hasta conseguir poner a la nación al borde de la bancarrota. Situación de debilidad, fácil de detectar y aprovechar por amenazas externas e internas, estas últimas fomentadas desde el exterior.

Las garantías de soberanía e integridad nacional encomendadas por la Constitución a las Fuerzas Armadas no se pueden dar si estas no tienen los recursos mínimos necesarios. Los recortes de su presupuesto degradan sus capacidades, y no se pueden recuperar de forma súbita, pues requieren inversión continuada y tiempo. No es cuestión de tener el Ejército posible, sino el necesario. Y no olvidemos que Convergencia y Unió ha pedido esta semana la independencia de Cataluña abandonando las aguas putrefactas españolas. El largo periodo de despreocupación política sobre la Defensa, el deterioro visible de sus capacidades operativas, no dejan de preocupar a los altos responsables del Ejército. Pero, eso sí, las pocas veces que lo han manifestado, y una de ellas ha sido en las Afortunadas, el canario ministro de Industria ha pedido al de Defensa que llamara la atención a tan osados mandos para que no escandalizaran. La organización y la potenciación de la seguridad y de la defensa no deben provocar falso alarmismo, generalmente difundido por una política de avestruz (España no tiene enemigos porque no los quiere ver) o por intereses espurios, sino todo lo contrario: la presencia del Ejército no solo da seguridad, sino que proporciona sensación de seguridad, a pesar de lo que diga algún ignaro".

Hasta aquí la "alocución castrense". Así que cada cual saque sus propias conclusiones a tenor del propio pronunciamiento de esos militares. ¿Qué le seguirá esperando a la colonia?

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