1.- Es el mes que más me gusta del año, agosto, porque no hay noticias, cierran los juzgados, se relajan los esfínteres de los enemigos y hay menos tensión. Me encanta agosto, pero se acabó. Aunque ahora, como soy jubileta, todos los meses serán para mí agosto. Es una felicidad, pero no crean que yo voy a ser un jubileta a la usanza nacional. Yo voy en moto, tengo la líbido alta (como un viejo salido), me siguen atrayendo las señoras y no voy a ser como el tipo que vi el otro día, en la Rambla Pulido, con unos papeles en la mano, discutiendo con su mujer, que iba dos metros por delante. Hay viejas con mucha mala educación; ¿cómo se atreve esta mujer a romperle el paso al pobre cojeras, favorecida por el hecho de no haber dado golpe en su vida (la vieja tenía cara de gandula) y estar más ágil? No lo permitan, queridos colegas del nada que hacer, porque queda muy mal. Bueno, pues esta semana he cargado mucho peso, libros y eso. Ya no aguanto más ajetreo, voy por delante de mis fuerzas y, creo que les conté, tengo codo de atleta. Es lo único que tengo de atleta, el codo. Me encontré, dentro de una vieja libreta, la gacetilla de la boda de mis padres. Se lo dije a mi madre (91 años) y se emocionó. Ellos se fueron de viaje de novios a Las Palmas (hay gustos para todo, mamá) y luego se instalaron en la finca Los Claveles, de Tacoronte, que le habían arrendado a Qué buenos recuerdos conservo yo de aquella finca y de los medianeros: de Domingo, de Olivia, de Encarnación la costurera. Una vez se prendió fuego un petromax y mi padre, que se estaba duchando, acudió, presuroso, a apagarlo, pero sin reparar que estaba en pelotas. Lo apagó pero quedó retratado para siempre por la tropa femenina de la casa; el servicio, que le decían antes. Cuando venían mis abuelos a Tacoronte yo me iba con ellos, a una casa de don Emilio Rosa, que ahora es restaurante, en la recta de El Sauzal, y tiene el mismo piso, precioso, de entonces. Techos altos, ambiente muy fresco. Me acuerdo de Aurora "la Macha", que vestía de hombre y despachaba gasolina en la estación. Tengo en la memoria el accidente de Fefe, el taxista portuense, que se fue por un barranquillo, al lado de la estación tacorontera del tranvía. No le pasó nada grave pero aquel suceso me impactó. No crean ustedes el cuento que dice que Foronda, que iba de nazareno descalzo en una procesión lagunera, metió inadvertidamente el dedo en el raíl del tranvía, se le hinchó y tuvo que ir con la redoma y el capirote hasta Tacoronte, que era donde se terminaba la vía, y allí destrabar el ñame. Es, naturalmente, mentira, lo mismo que es mentira que a cierto funcionario del Cabildo, gandul, que se bañaba cerca del dique del Club Náutico en horas de oficina, lo cogió un avión cisterna de los que apagan el fuego, que tomaba agua en la zona, y se lo encontraron en el El Diablillo, pidiendo socorro, encima de un pino, con gafas, tubo y aletas.

2.- Ya me están saliendo crónicas de jubileta, no sé si ustedes se habrán dado cuenta, porque cuento cosas del pasado. Mi padre, de vez en cuando, contaba historias de la guerra civil, pero siempre las cambiaba y eran muy amenas. Por ejemplo, nunca supe si la cicatriz que tenía en el pecho, a la altura del esternón, fue provocada por metralla enemiga o por un forúnculo infectado. Como cierto colaborador de prensa local, cojitranco, que contaba que una lesión en una de sus rodillas había sido provocada por un tiro, en una reyerta en Nicaragua, en los tiempos de Tachito Somoza. Imposible, porque en los tiempos de la desaparición de Tachito él tenía doce o trece años y lo de la rodilla es cojera de parálisis infantil. Trolero, coño. A la gente le gusta inventarse sus historias hasta convertirlas en verdad a fuerza de repetirlas. Yo tengo alguna así, no falsa sino cambiada. Pero no son de las más importantes mías. Como decía Groucho: "Estos son mis principios; si no le gustan, tengo otros". Estuve en Cajasiete y vi algunas de las reliquias de su centenario. Hay una "Olivetti" igual a la que yo usé en "La Tarde", en 1970 (hasta el 76). La historia del mundo se puede contar alineando las máquinas de escribir, cuyos modelos te iban marcando el progreso. Quiero comprar una portátil, nueva, pero no encuentro. Tengo una, marca "Corona", fabricación argentina, que encontré hace años en Buenos Aires y que se conserva de manera impecable. Ya les he hablado de la "Underwood" que me regalaron. Años 40.

3.- No me apetece hablar hoy de la prima de riesgo, ni del puerto depauperado y acabado de Santa Cruz, ni de eso que llaman actualidad. La crónica de la boda de mis padres tenía un titular grande que decía "De la Isla". Y luego la procedencia, Puerto de la Cruz; y, más adelante, el verdadero título, en negrita, más pequeño: Boda distinguida. Periodismo decimonónico y eso que la cosa fue en 1946. Joder, se acababa de terminar la Segunda Guerra Mundial, o sea que yo debí ser otro niño de la guerra. Conservo unas cuantas cosas de mi infancia: un cubilete de plata con mi nombre; un conejo de plata (que debió ser un sonajero), también con mi nombre. Y las estampas de mi primera comunión, en el Colegio de La Pureza portuense (que antes era mixto y ahora creo que vuelve a serlo). Otra mala señal es que me quedo frito por las tardes; dormido de baba; maravilloso. Me quedo frito en cualquier lado: en el coche, en el sillón, de pie. Cosas de jubileta. Don Antonio Lecuona, paz descanse, se dormía en los conciertos del Casino de los Caballeros; y yo ahora me duermo en los conciertos de la televisión y en los partidos del Barcelona, lo cual es normal, porque no me gusta el fútbol-sala. En los del Madrid me pongo a mil, porque me gusta el fútbol de ataque, valiente, no el tiqui-taca. Y ¿qué más quieren que les cuente? Esta no ha sido la semana porque no les he contado casi nada de lo que he hecho. ¿O sí? Terrible lo del incendio de Málaga. Y sólo cuatro años de cárcel, como máximo, para los pirómanos. Este país se ha vuelto loco. Robas una gallina y te condenan a cinco años, quemas un monte y casi te hacen un homenaje. O se cambian las leyes o todos moriremos quemados.

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