BIEN pudo decir Unamuno que existe, en los hechos y en lo humano, una "intrahistoria" que no es fácil descubrir, y ni siquiera indagar, pero que suele constituir, con frecuencia, la verdadera y, muchas veces, auténtica expresión de una vida. (Sin llegar a la posición más profunda de nuestro Ortega y Gasset, cuando afirmaba que "la vida es una realidad radical"). Digo esto porque en la muerte de Ángel Antonio Mingote, ilustre dibujante de Abc -el Goya o el Picasso de nuestro tiempo, como escribimos hace años-, académico de la Real de la Lengua, autor del Quijote ilustrado y del ajedrez-Mingote, y de tantas y tantas portadas, y aun murales que se ven en ciertas estaciones de metro de Madrid, ha habido algo más profundo. Y no solo su estilo de vida. O en sus virtudes: honestidad, respeto, sentido del humor, naturalidad, etc.

En el libro "Ser e historia de la Escuela Pía", Salamanca, 1978, escrito por los mejores historiadores escolapios -Giner, Faubell, Cuevas, Asiaín-, hay un apartado de ilustres exalumnos de todos los tiempos. Y en la relación de los del siglo XX, allí aparece, ya seleccionado, Antonio Mingote, dibujante, humorista, junto a otros, como Goya, Camón Aznar, Villar Palasí, Sánchez Albornoz, Sánchez Mazas, etc. Nosotros publicamos en la obra "Escrito en Aragón", Diputación Provincial de Zaragoza, 1999, cuatro estudios sobre Mingote. Uno de ellos con ocasión del fallecimiento del escolapio P. Senante, quien le enseñó a dibujar y pintar como alumno del colegio de las Escuelas Pías de Daroca (Zaragoza). Allí también aprendió solfeo. Como su padre, Ángel, que sería organista en la Colegiata de Sitges, en donde nació. Su madre, de apellido Barrachina, era tarraconense, pero todos sus padres y abuelos, según el árbol genealógico del archivero Pascual Sánchez, darocenses.

Al citado P. Senante le dedicó varios dibujos y un artículo publicado en "Nueva Escuela". De otro lado, quien haya visitado Daroca -"la Toledo aragonesa"- podrá comprender mejor una buena parte de sus dibujos. Sobre todo aquellos que tienen, dentro de su "grave humor", unas viñetas de las calles, murallas, iglesias, torreones, que ya de niño, tantas veces el P. Senante le sugería para ejercicios prácticos. Acaso al Mingote rebelde, burlón, vivales, siguió a lo largo de los cursos un primero de clase. Se había moldeado con libertad.

Esta faceta interior, apenas señalada por los comentaristas, que se han encontrado un dibujante ilustre, ya hecho, con muchos premios y primeras portadas (y un Marquesado de Daroca), tiene otras vertientes igualmente no bien conocidas: su padre, que llegó a ser profesor del Conservatorio de Madrid y autor de varios himnos, como el de Santo Domingo de Guzmán, que compuso con letras de las MM. Dominicas de Daroca, de cuya orden era terciario dominico; o aquella decisión, a los 16 años, de salir voluntario a un Tercio de Requetés, porque su padre era, como el mío, carlistón. De ahí su oficialidad de provisional, su transformación hasta llegar a teniente coronel. (Se portó muy bien con los "milicios universitarios" en las prácticas para oficiales de complemento).

Tuvo, sin duda, en su mente a España; en su corazón, a Isabel Vigiola, que fue un "arcángel", como hablaba Ortega y Gasset de su hijo Miguel, y en su alma, a Daroca. En el homenaje ofrecido por la Casa de Aragón en Madrid a Antonio Mingote, en mayo de 2012, se impuso a su viuda el cachirulo, la Medalla de Oro de la Asociación de Exalumnos de las Escuelas Pías de Aragón. Con adhesión de Esperanza Aguirre y del ministro Gallardón, y con notas de color y de recuerdo de amigos que le trataron en vida -el Dr. Martínez Forniés, Hernández Benedicto, Laura Valenzuela, entre otros-. Al acto asistió el alcalde de Daroca, Miguel García, que promovió posteriormente con ocasión de las fiestas del Corpus de 2012 un homenaje a Mingote. También otros representantes de la comarca y del Gobierno aragonés. Seguramente un paseo dará su nombre en la ciudad de Daroca. Para querer, primero conocer. Esa intrahistoria abrirá camino para Ángel Antonio Mingote, marqués de Daroca. De momento, pues, demos las gracias a la Casa de Aragón en Madrid y a su presidente, Roberto Martín; a Pilar Castel, vocal de Cultura y presentadora y animadora del acto, y a todos los aragoneses.

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