Adelantó el viernes último Margarita Ramos, consejera de Empleo, Industria y Comercio del Gobierno de Canarias, que las cifras de desempleo en el Archipiélago durante el mes de agosto no son malas, aunque no llegan a ser todo lo favorables y positivas que le gustaría a ella. Es decir, no son malas pero tampoco son buenas. Más bien son catastróficas. Por mucho que los miembros de este Gobierno -el peor que hemos tenido en toda nuestra historia, ya que está presidido por un político demente además de necio e inepto- se empeñen en maquillar las cifras que ofrecen a los lectores de los periódicos que tienen subvencionados para que alaben su gestión, la realidad se impone por encima de cualquier máscara. De nada sirve que nos sigan disfrazando de comunidad autónoma porque somos una colonia; una vil colonia de los españoles. Una finca de ultramar que los peninsulares llevan seis siglos saqueando. Tampoco sirve de nada que se empeñen los compinches políticos del mentecato que nos gobierna en decir que las cifras del paro han bajado un poco; al mes siguiente suben con fuerza hasta recuperar con creces la disminución anterior.

¿Qué podemos esperar si en agosto, que es temporada alta para la colocación de personas, el empleo apenas ha mejorado un poco? Nada; no podemos esperar nada salvo hambre, miseria, desolación y la emigración forzada de nuestros jóvenes. ¿No se da cuenta la señora Ramos, y con ella todos los consejeros del Gobierno, tanto los de CC como los del PSOE, que en Canarias no puede mejorar nada mientras no dimita Paulino Rivero? Ojalá tuviesen un poco de decencia política para no seguir engañando miserablemente a un pueblo noble como es el canario. ¿Qué importa que 1.000, 2.000 o incluso 10.000 personas encuentren trabajo en un Archipiélago en el que los parados se cuentan por cientos de miles? ¿No se ha enterado la consejera de Empleo que hay 370.000 personas sin trabajo en estas Islas? Nada menos que el 32 por ciento de la población activa. Qué tomadura de pelo. ¿No se dan cuenta los consejeros de este Gobierno de que son cómplices de la demencia política del presidente?

Este Ejecutivo regional no sabe lo que se trae entre manos. Rivero y los suyos carecen de cerebro político. Dan bandazos y disparan sin ver al enemigo porque son incapaces de desempeñar con eficiencia las responsabilidades emanadas de los cargos que ocupan. No piensan, ni sirven. ¿Cómo puede la señora Ramos hablar de cifras buenas o malas respecto al mercado laboral, cuando ella misma ha reconocido que en los primeros meses de este año han aumentado de forma significativa los expedientes de regulación de empleo?

No hay otra alternativa para que mejore el empleo, lo repetimos, que la independencia. Solo como nación soberana podremos afrontar el futuro con garantías de que saldremos de la crisis. Una crisis en la que nos hunde por igual la esclavitud colonial a la que estamos sometidos y la demencia política de quien nos gobierna. ¿Cómo es posible que un político desquiciado y torpe siga al frente del Gobierno de Canarias? ¿Cómo es posible que en su partido no se den cuenta de lo que está sucediendo? ¿Cómo es posible que no lo obliguen a dimitir para, acto seguido, indicarle el camino del exilio? El daño que le han hecho Paulino Rivero y la goda política a Canarias es inconmensurable. Han acabado con el empleo, con la sanidad, con todo. Por culpa de ellos y de los secuaces políticos que los rodean y los apoyan porque viven a su sombra como rémoras ha desaparecido el comercio tradicional, que era otra importante fuente de riqueza en estas Islas.

Por si fuera poco, este desequilibrado político ha pactado con el demonio del PSOE -que es el demonio por demonio, no por socialista, pues al socialismo humanista siempre lo hemos respetado- para seguir gobernando a pesar de haber perdido las elecciones. Unas elecciones que ganaron José Manuel Soria y su gente de Tenerife y de Las Palmas. Es decir, estamos pagando las consecuencias de una nefasta ley electoral española. La Ley electoral canaria que se dictará en su día, cuando estas Islas sean una nación soberana -si no se aceptase la Constitución de Cubillo- permitirá que todas las minorías estén presentes en nuestro Parlamento, que será políticamente digno y no el antro político en que se ha convertido el que tenemos actualmente.