DESDE ESTE mes de septiembre que empieza, don Isidoro Hernández Correa deja la parroquia de Santiago Apóstol en el Puertito de Güímar. Su nuevo destino será Fuencaliente, en La Palma, de donde procede, pero se despide después de cuatro años realizando una meritoria labor, por lo que le deseo lo mejor. Lo sustituirá don Santiago Domingo, natural de Arafo, que estará este próximo fin de semana ejerciendo sus funciones, y al que acogeremos con la misma ilusión.

El Puertito de Güímar es un núcleo costero del Valle, no sé cuántos habitantes tendrá en invierno, pero en verano está a rebosar. Está bien trazado y tiene calles anchas por donde se circula bien, además de una zona de baño magnífica, con un muelle de aguas limpias y frescas. Es un buen lugar para vivir, y la temperatura es agradable todo el año, aunque en invierno baja y en la parroquia se nota bastante. Siendo de Candelaria, por comodidad y cercanía me gusta más cumplir en el Puertito con mi obligación de cristiano.

La iglesia es pequeña e insuficiente para los feligreses que nos reunimos allí los sábados a las 19:30 horas. Por fuera tiene un "chamizo" donde cabe más gente, pero la mayoría tenemos que aguantar de pie los cálidos e insoportables meses de verano. Es indispensable otro lugar para el recogimiento, más acorde a las necesidades de la población. Lo ideal sería una parroquia mayor, con salón de reunión para jóvenes y mayores, o aprovechar mejor la plaza, con zona para niños, cafetería, quiosco para música y otras actividades para los ciudadanos. Los vecinos comentan que necesitan y les interesa tener estos servicios, pero siempre surgen trabas, una maraña de leyes absurdas, o incompetentes órganos de gestión que confunden y alteran toda posibilidad de expansión. En este caso concreto, el Obispado es propietario de la mitad del solar donde está la plaza, a dos alturas, destartalada y sin ninguna comodidad ni atractivo, pero bien aprovechada para las faenas de aliño de los animales. La otra mitad es del ayuntamiento de la localidad, pero no hay manera de ponerse de acuerdo por el bien del pueblo; la municipalidad solo tiene posibilidad de ceder el espacio por cincuenta años de arrendamiento, y pasado el tiempo tiene que volver a su propietario. Por parte del Obispado no hay ningún problema y, según me indicó el párroco, hace años hubo un intento de un promotor de hacer la plaza y la iglesia, quedándose con el parking y los locales para explotación, pero la burocracia impidió el proyecto. Al final, todos calvos, y con la situación actual no está el horno para bollos, así que seguiremos pasando frío o calor debajo del chamizo, según tercie.

El cura saliente tiene una manera de ser muy particular. Al finalizar la misa siempre nos pide que esperemos sentados un momentito, y aprovecha para comentar las novedades de la parroquia o invitarnos a felicitar el santoral de la siguiente semana. El otro día mi amiga Enma Suárez, soprano, cantó con mucho gusto y pasión una romanza de La Viejecita (Fernández Caballero), dedicada a una persona fallecida. Un bonito gesto.

No se puede ceder en el intento, la población crece y los cristianos también, y en época de crisis hay más fe debido a la desesperanza. A pesar de lo que digan, la fe no está en crisis, pues noto un mayor aglutinamiento de practicantes, y las personas arden en deseos de unirse. Lo hemos comprobado en los desgraciados incendios en nuestra provincia, como hemos pedido la lluvia en otros momentos.

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