1.- Una de las formas que tiene el pueblo de combatir los abusos -o al menos los que el pueblo cree que son abusos- es la sátira. Y sátira, y de la buena, ha hecho el pueblo de Tejina dando el nombre de su haragán, y mandándolo a la hoguera, a un guindilla multón, que responde por , y que tiene fritos a denuncias a los habitantes del pueblo. Lejos de tomarse las cosas con humor, el tal ha montado en cólera y, en vez de hacerse el simpático ante los vecinos, ha trincado pasado de efluvios al mismísimo presidente de las fiestas tejineras. Sátira y venganza, qué bonitos ingredientes para una ópera bufa, allí donde el diablo perdió los calzones. Lo que pasa es que el carné de conducir va y viene, pero la condición de haragán es para toda la vida. Así que entre el guindilla y el beodo, aquí gana el beodo. ha ardido, dicen que tanto por el fuego como por su mala baba, y la Junta de Personal del Ayuntamiento de La Laguna -que, por lo que se ve, no tiene nada que hacer- se ha puesto a defender al guardia. Lo inteligente, digo yo, sería que a se le envíe con el talonario a otra parte y que un gendarme más amable atienda la seguridad en Tejina. So pena de que al bueno de lo vuelvan a achicharrar el año que viene, bajo la advocación de su segundo apellido, para evitar la reiteración.

2.- Hay hechos puntuales en los pueblos que quedan para toda la vida. Lo del Cipote de Archidona, inmortalizado por don Camilo, conmocionó a la España de entonces (1972). Un lance amoroso en un cine, un meneo de ella a él en la parte más sensible de su cuerpo y una lluvia que chingó hasta los espectadores de la primera fila. Archidona (Málaga) pasó a la historia por ese episodio vamos a llamarlo cinematográfico y por la capacidad de propulsión del maromo. Pues ahora, Tejina, aunque por otras sensibilidades, ha hecho famoso al oficial , que acabará teniendo un busto en la plaza del pueblo, contra el que el pueblo tirará tomates los días de mayor agitación.

3.- Estos sucesos veraniegos y refrescantes, lejos de provocar reuniones de la Junta de Personal (hay gente que se toma las cosas demasiado en serio) tenía que ser motivo de chanza, jolgorio y diversión. Vamos, que a mí, un suponer, me queman un año en Tejina y me descojono. Ocurrió en Tejina: un cura, muy bruto, lanzaba un sermón disparatado en una fiesta del pueblo y un feligrés ilustrado se levantó, airado, e insultó al sacerdote en voz alta: "¡Cállese, bruto; animal!". El cura denuncia y llaman a un mago como testigo. "Diga ser cierto", preguntó el juez, "que este señor llamó bruto y animal al señor cura". Respuesta del mago: "Mire, señor juez, yo no sé si esta persona se refería o no al señor cura, pero allí otro bruto y animal no había". Visto para sentencia.

achaves@radioranilla.com