ARISTÓFANES, que era un dramaturgo coñón, capaz de reírse hasta de su propia sombra, fue un avanzado prematuro en eso de alegrar al populacho con comedias basadas en críticas político-sociales. Tal es así que llegó a publicar sus primeras obras bajo seudónimo, por no llegar a la edad mínima exigida por los regidores atenienses de la cultura. Sin embargo, cuando publicó "Lisístrata", ya contaba con la edad suficiente como para firmar su autoría. En dicha obra, aparte de hacer una crítica a la inutilidad de una contienda y un canto a favor de la concordia, el papel principal es representado por una mujer ateniense que se siente harta de no ver nunca a su marido, que siempre está en guerra en el Peloponeso y, por tanto, es incapaz de cumplir con sus necesidades conyugales. Por ello planifica y lleva a cabo una rebelión femenina en masa, declarando la abstinencia sexual a sus esposos y amantes. Llevada a cabo la operación de vaginas relajadas, los fornicadores oponentes se ven en el trance de padecer de ingles inflamadas y sin poder ejercer de partícipes en el festín sexual. De modo que ponen sitio a la Acrópolis, en donde ellas se refugian y controlan los caudales de la ciudad, necesarios para la continuidad de la guerra. Declarado inexpugnable el estado de sitio, convienen los atenienses en pactar con sus enemigos espartanos, que también padecen del mismo mal de carencia amorosa, que lo mejor es dejar las armas y armarse, nunca mejor dicho, de valor para convencer y volver a seducir a sus abstinentes féminas. O lo que es lo mismo, si me traes la paz yo te seguiré dando la guerra necesaria en nuestro tálamo.

De forma similar y más actualizada, las mujeres de Togo, al igual que en su día sus colegas de Liberia (2003) y Kenia (2009), han puesto a dieta de fornicio a sus parejas, porque quieren tener el protagonismo que les corresponde en las decisiones políticas que originan innecesariamente conflictos sociales, que no consiguen sino sumir al país afectado en una continua e interminable guerra tribal. Y al igual que los atenienses en "Lisístrata", los beligerantes africanos tendrán que desistir de sus lanzas si quieren seguir lanzándose en los brazos complacientes de sus contrarias.

Algo así ocurre en Canarias, enfrentada al interminable pleito interprovincial por las ambiciones de unos y las dejaciones de otros y que parten mucho antes de la división provincial de 1927, por aquello de "divide y vencerás". De este modo y de forma paulatina se han venido enfrentando las facciones ambiciosamente emprendedoras canarionas contra las casi siempre indolentes tinerfeñas, incapaces estas últimas de generar más beneficios que los deducidos de sus antiguas rentas. Y como era de suponer, al comerse los réditos sin generar nuevas opciones de progreso y desarrollo ni levantar un dedo para evitar los progresivos expolios a que ha sido sometida esta provincia de forma paulatina, el resultado, una vez más y si un milagro populista no lo soluciona, va a ser que esta parte occidental quedará apeada de la llamada Red Transeuropea de Transporte. Y, por lo tanto, dependiente de la tercera isla, que sí logrará este calificativo, convirtiéndose (de hecho en muchos aspectos ya lo es) en la única subvencionada económicamente, además de receptora principal de todas las mercancías que pasan por el Archipiélago. Ahora, quizá inútilmente, se busca el apoyo popular para llevar al foro europeo la solicitud de un trato igualitario, que es el órgano de decisión que pronunciará dictamen el próximo día 28 de septiembre.

Ni que decir que aunque las féminas canarias (exceptuando alguna representante estatal) se pronunciasen a favor del absentismo sexual, para acabar de una vez por todas con el dichoso pleito interprovincial, me temo que el resultado no sería tan efectivo como el de Lisístrata y el de las reivindicadoras de Togo, debido a que en ciertas islas se cuenta con un nutrido contingente alternativo que echaría por tierra la honrosa estratagema de búsqueda de una paz igualitaria para todos. Incluso en el peor de los casos habrá quienes prefieran ingresar en el club de Onán, antes que perder el tren del progreso. A esto último yo lo llamaría afán de superación a toda costa, sin importarles qué tipo de carne ponen en el asador, si la ajena o la propia.

Estamos donde estamos y tenemos lo que no nos merecemos por confiar en la pésima gestión de señalados políticos tinerfeños que, a diferencia de los vecinos, que siempre se han constituido en una única manada de lobos para defender sus intereses insulares, no han sabido o querido vindicar con ímpetu los criterios que afectan a esta Isla y su provincia. A lo que hay que añadir la pésima relación del Ejecutivo regional con el Gobierno central, con un miembro vernáculo que barre descaradamente para su antigua circunscripción desde la Villa y Corte, y que cada fin de semana se limita a contrarrestar el desafío verbal de su otrora compañero de gobierno regional. Compañero que, atemorizado por las amenazas del Sanedrín, pretende ahora contentarlo con una comisión que agilice la burocracia y facilite la inversión de sus emprendedores. No hace falta decir hacia dónde y cuándo se van a asentar estos mismos empresarios, si es que finalmente cuajan sus proyectos. Como dije antes, ni las émulas de Lisístrata con sus propuestas abstencionistas, lograrían un milagro de concordia en estas beligerantes ínsulas.