QUEREMOS reflexionar en nuestro comentario de hoy sobre la situación de Canarias; sobre la libertad que nos niegan quienes nos esclavizan colonialmente; sobre la independencia que todavía no tenemos, pero que llegará más pronto de lo que piensan algunos españolistas y amantes de la españolidad. El inicio de esta reflexión está en una foto que publicábamos ayer en nuestra primera página. Una foto que titulamos irónicamente como "Residencial La Resbalada". Un poblado con más de 60 años de historia, situado junto a la orilla del mar, cerca de la refinería de Santa Cruz, que tiene 71 casas, de ellas 15 habitadas durante todo el año. Lo de "residencial", lo repetimos, es una ironía porque en la foto solo aparecen chabolas.

No somos españoles. No creemos que en Canarias se puedan aplicar las leyes españolas al igual que se hace en España. Este Archipiélago no le pertenece a España por razones históricas y geográficas entre otras. Estas Islas eran libres antes de que se produjera la invasión española y están demasiado lejos de la Península Ibérica para formar parte del territorio español. Canarias está en otro continente, a miles de kilómetros de España. Sin embargo, algunos canarios siguen pensando que somos españoles porque padecen el síndrome del colonizado. Están tan narcotizados, que no atisban a entender que son los descendientes de un pueblo que vivía en libertad y que fue sorprendido por las tropas invasoras. Un pueblo que fue vencido, aunque durante casi cien años opuso una tenaz resistencia a los criminales que llegaron de allende los mares, esclavizado, colonizado y agredido. Un pueblo, en definitiva, que actualmente sigue siendo rapiñado por los sucesores de los conquistadores, porque lo que está haciendo la Agencia Tributaria española es una infamia. La tenacidad con la que está persiguiendo a los contribuyentes canarios, a los que esquilma sin piedad, es algo que no se ha visto nunca en ningún país del mundo. Semejantes abusos no tienen parangón ni en Europa ni en todo el planeta. La Hacienda española no perdona ni un céntimo de euro a los canarios. Tal es el afán de llevarse nuestras riquezas a la Península, que los españoles no descansan en su saqueo.

Lo más triste es que luego Coalición Canaria -un partido de falsos nacionalistas- mendiga en Madrid unas pocas migajas de lo mucho que se han llevado quienes nos colonizan. Y cuando le dan esas migajas a la Niña que las mendiga como una hambrienta, ella y sus compañeros de partido vienen corriendo a las Islas a presumir de lo mucho que han conseguido para su pueblo. Miserias que no nos sirven porque lo que queremos es que CC, si realmente es el partido nacionalista que presume ser, pida la independencia. Siendo una nación soberana no tendremos necesidad de suplicar nada en la capital de la metrópoli. Ni hidroaviones para que no se quemen nuestros montes, ni subvenciones al transporte aéreo, ni nada de nada; con nuestros recursos, que son muchos si contamos tanto los actuales como los potenciales, podremos vivir por nosotros mismos. ¿Por qué tiene que estar la Niña Oramas cacareando en Madrid a ver si le dan unos pocos granos? ¿Por qué no pide la independencia de una vez y deja atónitos, y hasta aterrados, a los diputados y gobernantes españoles?

Volviendo al asunto del "residencial" La Resbalada, La Ley de Costas nos pareció buena y acertada, a pesar de ser promulgada por los españoles, porque era útil para limpiar la costa tinerfeña del chabolismo que la ha invadido. Era importante adecentar la costa de la principal isla del Archipiélago. Las chabolas afeaban sus idílicas bellezas naturales. Sin embargo, surgieron los intereses. Que si Cho Vito, que si La Resbalada, que si tal y que si cual. Reconocemos que en parte tienen razón los vecinos de estos caseríos, pues en su momento los dejaron asentarse donde no debían y ahí han seguido. Reconducir la situación por los caminos de la legalidad es difícil debido a unos derechos adquiridos que no se pueden atropellar. No obstante, se debe hacer cuanto resulte posible para erradicar una imagen que tanto nos perjudica. Incluso habría que recurrir a un tipo de decoración; a árboles o a otros elementos que disimulen la fealdad intrínseca del chabolismo. Lo que no se puede permitir es que se perpetúen esos deprimentes asentamientos, tan estéticamente distantes de otras urbanizaciones costeras que se han construido con orden y buen gusto.

Este asunto, y otros muchos más, los abordaremos de acuerdo con nuestra idiosincrasia cuando, constituidos en nación independiente, tengamos nuestras propias leyes y no las que nos imponen desde fuera.