Si es cierto cuanto dicen de la ciudad turística del Puerto de la Cruz, su progreso es inminente, y si se llegaran a realizar todos los proyectos pendientes ya aprobados, en tal sentido, a la primera de cambio vamos a ver cumplimentados tantos sueños aletargados en el tiempo, por distintas razones y no pocas sinrazones, al parecer vencidas en la actualidad. Algunos de los proyectos demorados desde hace treinta años y algunas décadas más han sido casi siempre por culpa de nuestros anteriores políticos, aquellos retrógrados que tomaron como un juego la misión que se les había encomendado. Pero la ambición política, la derecha contra la izquierda y viceversa, a costa de cuantos perjuicios ocasionaran al pueblo y nuestras gentes, creo que al fin ha dado en el traste. Son nuestros comunes intereses en aras de nuestro ansiado progreso ciudadano. Cuando unos decían negro, los de la oposición decían blanco. La cosa era no darles chance a los adversarios de turno. Era una guerra sin cuartel. Y así, mientras otros municipios progresaban en sus respectivas luchas económicas y sociales, nosotros nos manteníamos "estacionados" por la inoperancia e intransigencia de unos cuantos ineptos que seguían con sus jueguecitos... En el caso del Puerto de la Cruz, es bien sabido de todos que los verdaderos culpables de todos nuestros letargos no hemos sido nosotros, los portuenses. Tenemos nuestros profundos ideales, solo que al elegir a nuestros representantes el virus de la contradicción política siempre atacó a los elegidos y sus íntimos colaboradores. Al comienzo nos ilusionaban, luego se les iban subiendo a la cabeza, como suele decirse, los humos, hasta llegar a creerse dioses melosos, y las corruptas hormiguitas les rodeaban hasta lamerles esos humos. Siempre, salvo honrosas excepciones, nuestros representantes políticos llegaron a quedarse solos y mal mirados, ya que la ambición les cegaba hasta llegado el inmediato fracaso de todas aquellas ambiciones.

Siempre ha habido que empezar de nuevo, en eso hemos sido persistentes, y bendito sea el día que logremos darle a nuestra ciudad el nivel cultural, político y social que se merece.

Celestino González Herreros

Carta abierta a don Francisco Ayala

Han pasado muchos días desde que publicó su interesante pero para mí aterrador comentario sobre la tuberculosis en Tenerife, allá por los 30 del pasado siglo.

Seré breve en darle respuesta a su contenido sobre la terrible lacra llamada "bacilo de Koch". Nací y me crie en el bonito barrio sanjuanero de Las Aguas, del cual estoy segurísimo de que usted conoce por ser paso obligado del buen comer de todo tinerfeño.

Llevo sobre mi escuálido cuerpo el estigma tan pesado de ese cruel mal. Nací en una especie de aldea que para llegar a ella, en el invierno y alrededor de los años 40, no se podía alcanzar por mar ni por tierra, tal era la incomunicación, y si le cuento dudará creer que un día de lluvia llegó a mi cama el genial Tomás Cerviá, del que luego fui amigo en la sombra. Recuerdo que después de los saludos de rigor, me clavó en el centro del pecho una especie de lezna, sin recibir para ese menester ningún producto para enmudecerme. A día de hoy, no tengo constancia de cómo mi familia se las ideó para que tan ilustre investigador llegara a visitarme en tan remota aldea con esos difíciles tiempos. Al decir de un familiar mío, don Tomás me soldó muy bien la llaga, ya que estuve toda mi juventud sin recaer.

Cuando acudí a su consulta, me regalaba algún libro, y entre estos el Quijote. Una vez desaparecido el genial médico, tuve la suerte de dar con don Joaquín Estrada, don Máximo Martín, don Domingo Hernández y los últimos cuarenta años con don Enrique González.

En setenta años que llevo la enfermedad (25.550 días), toso bastante y siempre miro con temor ver expulsar algún esputo rojo. Ahora mismo salgo de la residencia, donde pasé doce días en observación. Por culpa de este bacilo de Koch tuve que quedarme en aquella pequeña aldea que un día tuvo el honor de recibir al insigne investigador don Tomás Cerviá Cabrera.

Un abrazo.

Manuel Cayetano