LA CULTURA, su difusión, ha sido la gran perdedora este verano que está a punto de abandonarnos. La medida de subir el IVA hasta límites inasumibles para quienes tienen el arte como medio de vida ha sido rechazada por toda la sociedad. Cuando en otros países -ojo, no en todos- la cultura es protegida, mimada, subvencionada -no por el Estado, sino por empresas particulares, bancos, fundaciones, etc.- y potenciada al máximo, aquí llegan nuestros dirigentes y nos gravan para que seamos aún más brutos, menos ilustrados, más adocenados.

Y si esto está programado para todo el Estado, la medida en cuestión será afortunadamente para los canarios menos gravosa, ya que el nuevo IGIC no alcanza esos límites estratosféricos. Pero sea cual sea su repercusión en la cultura de nuestro archipiélago, no cabe duda de que mermará sensiblemente la producción de nuestros artistas debido a los precios que alcanzarán sus obras. Escribir una obra literaria, pintar un cuadro, componer una pieza musical o representar una obra teatral supondrá un esfuerzo que, casi con toda seguridad, no podrá ser recompensado económicamente hablando.

En esta tesitura, no obstante, surgen artistas -en esta ocasión un pintor-, cuya pasión por su oficio -dejo aparte su profesión- les hace soslayar todos los inconvenientes y cortapisas que se les presentan para desarrollarlo. Es el caso de Fernando Vallejo, que el pasado día 7 de septiembre inauguró en el TEA su nueva exposición, que titula "Zoo-ilógico". Creo que es esta la octava o novena que Vallejo presenta al público, de las cuales, tras unas cuantas de carácter colectivo, las cuatro últimas han sido individuales.

Sería preciso tener delante los catálogos de las diferentes exposiciones del pintor para, comparándolos, percatarse del cambio que ha experimentado su obra. Tras los titubeos de sus primeros cuadros -siempre resulta impredecible el impacto que produce en el público la irrupción de un novel-, resulta claro incluso para el no versado que su estilo ha mejorado de manera sensible. La definición de lo representado en sus cuadros refleja un realismo que, no siendo este un estilo al uso actual, resulta comprensible.

Que es lo que Vallejo ha pretendido en esta ocasión. Nos presenta una serie de cuadros -la mayoría de gran formato- en los que una serie de animales salvajes -leones, elefantes, hipopótamos, rinocerontes...- se relacionan íntimamente con elementos de nuestra vida cotidiana. En este sentido, yo destacaría la desbocada imaginación del artista a fin de encontrar el elemento apropiado para cada cuadro -sirva de ejemplo el grupo de cebras cruzando un paso de cebra-. Por otro lado, los animales representados "parecen" vivos, tal es la perfección de sus rasgos, destacando igualmente el "movimiento" que imprime a los no estáticos. Es de suponer que Vallejo se habrá valido de fotos que los reflejan con toda minuciosidad, por lo que no me extrañaría nada que, conociéndolo, muchas de ellas las haya obtenido él mismo en uno de sus viajes con la idea de trasladarlas algún día al lienzo que materializa sus inquietudes artísticas.

No quisiera terminar esta reseña -no crítica, pues no estoy capacitado para ello- sin señalar la gran cantidad de público que acudió a la inauguración de la exposición, un público heterogéneo que alabó y se sorprendió, como antes decía, ante la imaginación del artista. Este pronunció unas palabras hablando de su obra y la técnica que emplea para realizarla, así como invitando a los tinerfeños a visitar no solo su exposición, sino el lugar donde se celebra, el Museo de la Naturaleza y el Hombre, una verdadera joya museística que, lamentablemente, muchos tinerfeños aún desconocen.

El acto concluyó con unas palabras del presidente del Cabildo de Tenerife, don Ricardo Melchior, que ponderó con entusiasmo la labor del artista.