LLEGÓ lo que se esperaba, porque tenía que llegar. El pueblo catalán, que es el que más riqueza aporta a ese conjunto de pueblos que llaman nación, malísimamente gobernados, primero, por un partido socialista que nos dejó absolutamente arruinados y sin casi posibilidades de recuperarnos y, después, por un Partido Popular que implantó el recorte presupuestario cuando venía a enriquecernos y mejorarnos de todo lo que sufrimos con la izquierda, pero luego resultó que, de lo prometido, nada, o muy poco como consolación, para ir tirando. Al pueblo catalán, decía, se le agotó la resistencia y se lanzó a la calle para reclamar al Gobierno de Mariano Rajoy la independencia que venían pidiendo desde siempre, pero, últimamente, con mayor urgencia, dadas las condiciones negativas que estaba experimentando la región, como casi todas las regiones de España, llamadas comunidades autónomas, como las denominaron los políticos que mandaban cuando se impuso la que llaman democracia, que tampoco es democracia propiamente dicha, sino acomodaticia, según quienes siguen mandando en este país.

El acto más importante de lo que los catalanes llaman la Diada, que es una especie de fiesta nacional (de su nación, que así consideran ellos su tierra, con todo el derecho del mundo, como los canarios consideramos la nuestra), se vio asistido por cientos de miles de, digamos, patriotas, porque eso eran realmente. Los manifestantes se reunieron formando un gran grupo, que emprendió una marcha por las principales vías urbanas de Barcelona, bajo el lema "Cataluña, nuevo Estado de Europa". Con lo que queda perfectamente clara la causa de la enorme concentración, a la que asistieron, igualmente, representantes del Gobierno catalán y de la mayoría de los partidos políticos que secundaron la iniciativa y dejaron muy clara la petición que hacían al Gobierno español.

Los Mossos de Escuadra y la Guardia Urbana de Barcelona cifraron la asistencia en un millón y medio de personas, mientras la Delegación del Gobierno rebajó esta cifra a seiscientos mil. Encabezó la marcha la Asamblea General Catalana y firmó parte de la comitiva una representación de nueve consellers del Gobierno catalán y de partidos como ERC y ICV, aunque se echó de menos al presidente de la Generalidad, Artur Mas, y asistieron a la marcha el expresidente catalán Jordi Pujol y el alcalde de Barcelona, Xavier Trías, así como varios consellers. Pujol comentó el clamor ciudadano en contra del expolio económico que sufre Cataluña.

Quizá sea esta manifestación de Barcelona la que marque el comienzo de una serie de protestas por la misma causa en las distintas regiones, y esperamos que no tarde en organizarse y producirse una marcha semejante en Tenerife y en toda Canarias por la independencia de las Islas, que ya está tardando mucho en llegar.