Copio literalmente los motivos declarados por algunos manifestantes del sábado para protestar contra el Gobierno de Rajoy: "Porque participo en un proyecto público de investigación sobre el VIH y dependemos de las subvenciones, que dejarán de llegar" -de nuevo la venda antes de la herida-", "porque me han rebajado el sueldo y me han aumentado el horario, y tengo dos hijas en paro y otra eventual", "porque, desde enero, el colegio público en el que trabajo no recibe un céntimo", "porque el ferrocarril público está en peligro" -más medicina preventiva-, "porque el país se cae y mi hija, que es enfermera, traduce lengua de signos y estudia antropología, se me está planteando irse a Canadá", "por la paga de Navidad... que ya es lo último de muchas cosas". Las protestas las recogió, con cierto alarde tipográfico, el diario El País. Faltaría menos.

Yo, aunque de momento no he salido a la calle con una pancarta, también padezco sobrados motivos para manifestarme. Verbigracia, que me duele la espalda, que este verano he pasado más calor que nunca, que una vez más debo dedicar un par de horas -de las que no dispongo- a rellenar una encuesta obligatoria del INE porque me tienen fichado y me toca de tiempo en tiempo, porque al cumplimentar ese engorroso cuestionario me he dado cuenta de que en el 2011 he ganado la mitad que en 2009 y por algunas cuitas más cuya enumeración omito para no cansar, pues a cualquiera de ustedes también le aprieta algún zapato.

El sábado por la mañana, cuando las calles de Madrid estaban colmadas de indignación, hablé un rato con un alcalde del PP. Pese a que lo llamé no para preguntarle por asuntos políticos sino personales, pues hace tiempo que no nos vemos, casi toda la conversación giró en torno a la política. El hombre está decepcionado de todo; de su partido, de la irresponsabilidad de la sociedad en la que vive, del egoísmo a la hora de sacrificarse un poco para ayudar a otros que ejercen algunos a los que él tanto ha ayudado, etcétera. "No sé en qué va acabar esto", concluyó abatido. Le expliqué que a veces uno tiene una gotera en el tejado y nunca la arregla. Por dejadez, por falta de tiempo, por lo que sea, el agujero sigue ahí y siempre que llueve recuerda su presencia. Una día se le cae el tejado por completo, tiene que ponerlo nuevo y se acaba la gotera. Le gustó la comparación.

Ignoro, ojalá lo supiese, cuándo se nos caerá definitivamente el tinglado que hemos montado. Podría empezar por abajo y decir que ya está bien de protestar por todo, aunque lo de una hija que es enfermera, traduce la lengua de los signos, estudia antropología y baraja chancletear para Canadá confieso que me ha conmovido. Sin embargo, ya que estamos, voy a empezar por el tejado. ¿Es de recibo que en un país agónico Televisión Española dedique una amplia noticia en su Telediario de más audiencia a mostrar una colección de fotos de los Príncipes de Asturias, tomadas por no sé qué fotógrafa a la que la mayoría de los españoles no tienen el gusto ni el disgusto de conocer, con motivo del cuadragésimo cumpleaños de doña Letizia de Ortiz y Rocasolano, futura reina de la patria hispana? ¿Estas son las políticas informativas del PP o la fotogénica idea se le ocurrió a alguien de la propia tele pública? Lo pregunto porque si lo que se pretendía era soliviantar más al personal, bastaba con repetir la pieza en la que salía De Guindos anunciando nuevos e imprescindibles sacrificios.

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