CABE suponer que si tenemos la generación mejor preparada de nuestra historia es porque también tenemos el mejor sistema educativo. De otra forma, no se entiende. Entonces, ¿por qué cambiamos el sistema educativo cada vez que cambia el color del Gobierno?

La mentira es consustancial con el comportamiento humano. Hay toneladas de sesudos estudios al respecto. Eso sí, suele decirse que a la larga la mentira se vuelve contra quien la usa como para obtener ventajas en lo que sea. Tal vez, aunque lo más pernicioso es mentirse a uno mismo. En este caso el resultado es devastador desde el primer momento. Podemos tener el mejor sistema educativo del mundo sin contar con ello con la generación mejor preparada. Es difícil conseguir que alguien aprenda a resolver una ecuación con una pistola en la sien. La letra no entra con sangre; entra con esfuerzo voluntario. Podemos tener, igualmenmte, los mejores profesores del universo -y nadie ha demostrado que los tengamos-, pero si el pupilo no colabora, no hay nada que hacer.

Más difícil resulta que la generación actual de jóvenes sea la mejor preparada si no han contado con el ambiente adecuado para formarse. Un ambiente que no se limita solo a la escuela, el instituto y la universidad, sino a cuanto rodea a la escuela, el instituto y la universidad. Cuenta mucho el entorno familiar, el de los amigos, el de la sociedad en que se desenvuelva cada cual, desde el barrio hasta la ciudad e incluso la región y el país entero. ¿Concurren estas adecuadas circunstancias en España? A la vista de los resultados parece que no. No tenemos ni el mejor sistema educativo del Sistema Solar -basta ver lo que arrojan los sucesivos informes PISA-, ni tampoco la juventud mejor preparada.

Un joven europeo bien preparado se desenvuelve perfectamente en tres idiomas (la lengua materna y dos más que no son el catalán, el vascuence o el bable; idiomas todos ellos muy respetables, aunque no cuentan), posee una licenciatura (o un grado) y un máster, ha realizado prácticas (remuneradas o no) en empresas relacionadas con su formación, ha estado un mínimo de uno o dos años en el extranjero (tanto en su etapa formativa como en la profesional), está dispuesto a cambiar de domicilio aunque eso suponga trasladarse a otro país (los canarios ni siquiera quieren mudarse de isla porque a mí el potajito de la vieja que no me lo quiten) y no se esclaviza con ataduras afectivas de pareja antes de los 30 años. Por supuesto que se puede renunciar a todo esto y vivir de una forma, ¿cómo expresarlo?, ¿más humana?, pero entonces no seremos los más competitivos en el mundo de hoy. En realidad seremos bastante incompetentes no únicamente frente a los europeos y norteamericanos, sino también en relación con los chinos, los hindúes y hasta los sudamericanos, pese a que estos últimos son los más afines a nosotros. ¿Dónde están los jóvenes españoles que hablan tres idiomas y que en los descansos entre clase y clase comentan lo que están estudiando, que es lo propio, y no las andanzas de un portugués que entrena a un equipo de balompié y de un catalán vividor y cuentista como él solo, que entrena a otro y que ahora se ha ido a vivir con los gringos de Nueva York, ciudad en la que habita como el potentado que es gracias a lo mucho que han contribuido a su opulencia millones de mongos?

También están los que se rasgan las vestiduras porque esa juventud preparadísima no tiene trabajo. Esta misma semana un colaborador de EL DÍA lamentaba que unos amigos arquitectos hayan tenido que montar un bar para vivir. Fíjese usted, con lo mucho que ha costado -y les ha costado a ellos mismos- formarse. Lo que se diga de los arquitectos vale punto por punto para cualquier otra profesión, pero ya que estamos con los diseñadores de casas, sigamos con ellos. En Canarias había unos 500 estudios de arquitectura durante el esplendor del ladrillo. Hoy no llegan a 50. Nueve de cada diez han desaparecido. Primera pregunta: ¿quién les mandó a estudiar arquitectura a esos señores obligados a reconvertirse en hosteleros? Ah, claro; la vocación. La vocación me parece bien. Pero como en estas Islas no puede haber 500 estudios de arquitectura todos ellos trabajando sin que acababemos por construir hasta en la cima del Teide, la solución es carretera y manta. Ahí está Brasil (y otros muchos países de Sudamérica), China, Oriente Próximo y hasta África; en Marruecos, sin ir más lejos, hay ahora mismo oportunidades interesantes. Donde no las hay es en Canarias porque en estas Islas la opción que nos da Paulino Rivero, junto con los mediocres que ha elegido como comparsas para que no le hagan sombra, es servirle whiskies a guiris choleros y tatuados, amén de beodos. Ni petróleo, ni puertos industriales, ni gas natural, ni centros financieros, ni nada; camareros, jardineros y, como mucho, taxistas. Y lo mismo se puede decir de los físicos, químicos, matemáticos, economistas, licenciados en Derecho, biólogos, psicólogos, etcétera; lo mismo se puede decir de casi todos nuestros titulados universitarios porque, no sigamos engañándonos, la mayoría de aquellos a los que englobamos en la generación mejor preparada han estudiado una carrera facilona; una de esas que se consiguen yendo a clase, cogiendo apuntes y soltando en un examen lo que el profesor ha dictado en el aula; una especialidad, en definitiva, que el alumno ha elegido no pensando en ganarse la vida con ella, sino con vistas a una oposición. A ver si salen las plazas de... Lo malo es que ahora ya no salen plazas de nada. De ahí que la mitad -y pocos me parecen- de estos titulados estén en paro.

¿Culpables? Todos. En primer lugar los políticos que han permitido que se montase este absurdo tinglado, pero también el piberío que se ha apuntado a él porque se trataba de algo que tampoco requería demasiado esfuerzo. Un embuste que funcionó mientras había dinero en el erario; ahora ya, no.

¿Se resolverá esto con la enésima reforma educativa? Lo dudo. La reforma servirá para gente como Rivero y compaña (compaña, no compañía) prolonguen su victimismo histriónico y poco más. Para protestas por un nuevo ataque de Rajoy a las sacrosantas competencias autonómicas. Competencias, más bien incompetencias, que nos situarán de aquí a unos meses con el 34% de paro, según estimaciones de la patronal. Esto, y no que unos arquitectos se hayan tenido que reconvertir en domésticos de bar, lo que nos debería mover al aspaviento.

rpeyt@yahoo.es