NO HA SALIDO el sol en todo el día. Apenas se asomó antes de que me diera la vuelta y cuando quise verlo no quedaba ni la estela. El mar está gris. Como el cielo. Siempre se parecen mucho. El mar me da miedo. El cielo también me lo daba hasta que mi padre se decidió ir para allá a encender las luces que hicieran falta. Hubiera preferido seguir teniendo miedo muchos años más. Pero ni me preguntaron. Ahora ya ni el cielo ni los muertos me asustan.

La noche del 31 de octubre era muy especial. Don Juan Tenorio en la tele. En blanco y negro. En primera fila y mirando la pantalla entre los dedos. Sentado en sus rodillas, me enamoraba de doña Inés año tras año. Aunque nunca me hizo ningún caso. Tenía la cara de una niña del pueblo. ¿Sería la misma? Ufff, cualquiera le preguntaba.

Desde que oscurecía no salía ni dios. Decían que andaban las almas en pena arrastrando las cadenas por las calles, esperando ser redimidas. Como para asomarse. No se me ocurría ni mirar por entre las láminas de la persiana. Era la noche de las historias para no dormir, que a mí me duraban meses.

Ahora se celebra la fiesta de Halloween -la celebró, para ser exactos, el 0,01% de la población- porque lo dijeron y repitieron hasta la saciedad las televisiones públicas y privadas, y porque algunas tiendas llenaron sus escaparates con máscaras horteras y calabazas de plástico. Ah, y por los ímprobos esfuerzos de los profesores de inglés.

Por mucho que se empeñen, ni esas máscaras tan exageradas ni esos vampiros de pasarela o esa sangre "entrecolmillada" asustan a nadie. Pero... ni una sola representación de la magistral obra de Zorrilla en los medios. Lo hicieron en el Guimerá, donde apenas caben cuatro. Algo es algo.

La pérdida de cultura que se está produciendo por las grietas de un laicismo mal entendido y peor aplicado es ingente y preocupante. Y la deriva que estamos teniendo desde lo trascendente a lo hortera, incentivada por la caterva de "yuppies" viajados, acabará por definir nuestros días como la etapa con peor relación entre medios y cultura desde el Paleolítico hasta hoy.

La televisión es el espejo en que podemos recrearnos viendo nuestra bajada a los infiernos. Creíamos que eran insuperables los tiempos de Belén Esteban, esa procaz protagonista de la actualidad de peluquería, pero eso no fue más que el inicio.

España es inconsciente de su atraso, confunde la ignorancia con la libertad y la blasfemia con honradez, somos el culo cultural del mundo, como demuestran las encuestas, pero preferimos esconder la cabeza bajo el brazo.

Nos han hecho creer que lo suyo es mejor y hoy apenas celebramos socialmente el binomio de Santos y Difuntos perdiendo la fantástica costumbre de representar el Tenorio a cambio de deambular y hacer botellón disfrazados de zombis, vampiros o brujas. A peor la mejoría.

"Clamé al Cielo y no me oyó, / y pues sus puertas me cierra / de mis actos en la Tierra / responda el Cielo, no yo".

Feliz domingo.

adebernar@yahoo.es