Han llegado las primeras lluvias y me temo que todos esos proyectos desempolvados con carácter de urgencia para combatir la larga sequía del último año vuelvan al cajón de los sueños.

Menos mal que en este lapsus de tiempo la sequía les obligó a tomar algunas medidas que quedarán en beneficio de la comunidad, como por ejemplo la de recoger y canalizar hasta la planta desaladora de El Reventón las 450 pipas/hora que se estaban derramando al volcán en la galería Hoya del Cedro, en los altos de Icod de los Vinos. Esto es algo que habrá que agradecer al Cabildo Insular de Tenerife, que hasta entonces muy poco o nada ha hecho por cumplir como Dios manda con la Ley Insular de Aguas. Pero, insisto, voy a estar pendiente de los pasos que se van a dar por parte de los responsables de administrar el líquido elemento en la Isla. Ya llevo quince años peleando con el poder establecido para tratar de que todo transcurra por los cauces normales y, aunque me he tropezado con algún que otro "aguamangante", no me he amilanado y aquí voy a seguir mientras tenga fuerzas para ello.

La galería de Hoya del Cedro, de la que sigo siendo partícipe-comunero desde su fundación, ya no desperdicia el agua. En estos momentos está suministrando 800 pipas/hora y todavía puede aumentar ese caudal (probablemente hasta las 2.000) si procede a perforar cuatrocientos metros más que tiene concedidos legalmente la comunidad. Los expertos calculan que puede alumbrar agua excavando 40 metros más. Será cuestión de intentarlo. Para ello he contactado con el presidente, Antonio Évora, para recordarle que esa es una obligación de la sociedad y de sus partícipes que no debemos dilatar en el tiempo.

Han llegado las lluvias: ¡bienvenidas sean! Ahora, con la experiencia acumulada en los últimos tiempos, hay que saber administrarla. Hay que mimarla.

Ernesto Hernández Melchor

La vergüenza de ser español

Hay días que amanecen en blanco y negro. Cho Vito. Rabia, impotencia, indignación..., pero, sobre todo, vergüenza. Mucha vergüenza de que tan deplorables escenas filmadas tengan la repercusión mundial suficiente para humillar a quienes, hace muy pocos años, pusimos en nuestra bandera aquel fatuo eslogan de "Soy español. ¿A qué quieres que te gane?". ¿Justo castigo a una vanidad absurda por artificial? Quizá sí, pero lamentable es que el castigo verdadero caiga siempre hacia el lado más débil. El horror tercermundista del violento desalojo de Cho Vito es un símbolo del estado de putrefacción de esta sociedad. Un pueblo vejado y maltratado por el poder que hace poco nos hablaba del Estado del bienestar.

Con el pretexto de la aplicación de las leyes, se están cometiendo las mismas atrocidades que, en nombre de Dios, la Santa Inquisición perpetró cocinando a fuego lento a tantos inocentes; los mismos que ahora solo aspiran a que sus Derechos Fundamentales, aquellos que nuestra Carta Magna contempla con ostentación, les sean respetados como cualquier otro artículo de cualquier otra ley.

También me dan pena, mucha pena, algunos jueces. No podría ponerme en su lugar, pero debe ser imposible dormir tranquilo con semejante losa aplastando conciencias. Tal vez, como mecanismo de defensa, carezcan de ella. Del mismo modo que el cirujano no se implica emocionalmente con el paciente para no ver limitada su capacidad, ellos y/o ellas se esfuercen en prescindir de connotaciones humanitarias para poder aplicar leyes que poco o nada tengan que ver con la verdadera justicia.

Por no hablar de los responsables políticos. Aquellos "empleados" del pueblo, contratados en las urnas a partir de un currículum presentado en forma de promesas electorales, en las que se comprometen a defender los intereses ciudadanos. Cuando luego, en la realidad, el único interés que les afecta es la propia poltrona, que los convierte en fatuos padres de la patria. ¿Será capaz, ilustrísimo señor alcalde de Candelaria, de dimitir "ipso facto"? Está obligado por su fracaso gestor. Sin paliativos.

Carlos Castañosa