Si yo hubiera sido uno de los vecinos de Cho Vito, tanto los desalojados ayer como los que corrieron la misma suerte hace cuatro años, me hubiese resistido a abandonar mi casa de la misma forma que ellos. Y si hubiese sido una de las autoridades con obligación de hacer cumplir la ley, no hubiera permitido que nadie construyese en una zona de dominio público. Ni siquiera que le pusiera puerta a una cueva para guardar los utensilios de pesca en los años setenta, pues por ahí empezó todo. "Una puntada a tiempo ahorra muchas puntadas", dice el refrán.

Una actuación a tiempo evita dramas personales como los vividos ayer en Cho Vito. ¿Era el momento más adecuado para liquidar este poblado marinero? Lo de poblado marinero es un eufemismo para justificar un asentamiento ilegal, con o sin Ley de Costas, por mucho que las viviendas pagasen el IBI y tuviesen agua y electricidad. Dos de ellas incluso estaban hipotecadas. ¿Era el momento más adecuado, insisto, para el espectáculo que ayer se ocupó de retransmitir en directo la Televisión Canaria? Posiblemente no. Cho Vito ha sido siempre una ilegalidad, pero no es la única. En Tenerife hay muchísimas más casas construidas al margen de cualquier norma que suponen un latigazo en los ojos de cualquier turista. Ya bastante tiene la gente con la crisis para generar inquietudes adicionales. Ah, claro; hay que cumplir la ley. ¿Y cuántas resoluciones judiciales están pendientes de cumplirse? ¿Es que no hay ningún alcalde que sigue en su puesto condenado por prevaricación?

Por lo demás, y salvando esos dramas personales ya citados, calamidades como las de ayer les vienen bien al nacionalismo de Rivero y compañía. Como la Dirección General de Costas es un organismo estatal, el victimismo vernáculo queda asegurado. De ahí el celo informativo de la Autonómica; la Paulinómica, para entendernos. Aunque no solo la tele canaria. El Diariovasco.tv difundió ayer en su web un texto que copio y pego porque no tiene desperdicio: "Los vecinos del barrio tinerfeño de Cho Vito han sido desalojados a la fuerza a las seis de la mañana por más de 30 agentes policiales. Sin presentar orden judicial, los agentes han entrado en sus casas, les han sacado arrastrándoles -el godo no sabe que lo correcto es decir arrastrándolos- y a las 10 de la mañana ha empezado la primera demolición. Los menores que se han resistido han sido golpeados por las autoridades. Un menor se ha roto un pie y ha habido varios ataques de ansiedad ante la impotencia de lo que estaba sucediendo".

Lo que pudo ver ayer todo el mundo, incluso en la Paulinómica, es que la Guardia Civil siempre fue detrás de los agentes judiciales y pidió amablemente que desalojaran a los que se negaban a salir. La mayoría lo hizo por su propio pie sin ser empujados, ni arrastrados ni golpeados. A los que se resistieron, los trasladaron los agentes sin ningún tipo de violencia, aunque esto no le sirve al victimismo periférico. De ahí que cuando la realidad no les puede dar un buen titular, se inventan una mentira y ya tienen titular. Esos son los maestros de Rivero y compañía; el esposo de la señora que ha jurado no descansar hasta que no acabe con José Rodríguez, con Andrés Chaves y con quien esto escribe.

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