SI EN CANARIAS presumíamos desde hace unos años de tener la suerte de contar con la única estrella Michelín, otorgada al restaurante MB del hotel Abama, célebre por su diseño espectacular, obra del famoso arquitecto del vacío Melvin Villarroel, que lo engarzó como si fuera una joya en un frondoso jardín tropical en plena costa isorana de la isla de Tenerife, este año 2012, y como aquel que dice, nos ha vuelto a tocar la lotería antes de la Navidad al enterarnos hace unos días de que en la mundialmente famosa guía roja de Michelín los expertos culinarios le han otorgado una de sus codiciadísimas estrellas al restaurante japonés Kabuki, del hotel Abama, convirtiéndose, de la noche a la mañana, en el prime hotel de toda Europa en poseer dos estrellas Michelín a la gastronomía, una por cada establecimiento.

Y ¿esto es realmente importante? Pues si nos atenemos a los hechos y a los números que de ello se desprenden, una distinción de esta categoría repercute positivamente no solo en el restaurante o en el hotel donde se ubica, sino también en la zona turística donde se hallan enclavados, y por extensión en la isla que los acoge. No en vano más de seis millones de turistas vienen a España cada año exclusivamente para realizar alguna actividad relacionada, directa o indirectamente, con la gastronomía. Es, pues, más que evidente que dicho reconocimiento internacional tiene una notable influencia en la buena salud financiera, tanto de los locales galardonados como, en este caso que nos ocupa, de los hoteles que lo acogen.

Lo curioso del caso es que el hotel Abama, considerado por los expertos en turismo como uno de los mejores resorts del mundo, ha estrenado recientemente un nuevo director general, David Cayuela, cuya larga trayectoria profesional lo ha llevado por medio mundo, desde dirigir el hotel Arts de Barcelona, pasando por el Bayan Tree Cabo Marqués de Acapulco, dejando a su paso una estela de profesionalidad y de buen hacer que le ha dado un carisma de hombre con suerte y que, al parecer, la ha venido a derrochar aquí, a Tenerife, y que la ha plasmado nada más llegar con la obtención de esta nueva estrella Michelín, otorgada a uno de los restaurantes más emblemáticos del hotel, como sin duda lo es el Kabuki.

Como ya sucediera con el MB de Berasategui, que vino a colocar en el mapa mundial de la gastronomía a la isla de Tenerife, convirtiéndose así en el único restaurante de Canarias distinguido por la prestigiosa guía gastronómica, ahora este nuevo galardón otorgado al Kabuki ha lanzado a la isla tinerfeña al estrellato gastronómico internacional, al considerar la clase de cocina que se hace actualmente como un modelo basado en la absoluta libertad para elaborar platos imaginativos e innovadores. La matriz del restaurante Kabuki surge en Madrid, en la plaza del Presidente Carmona, donde José Antonio Aparicio, junto con el chef Ricardo Sanz de Castro, conforman una idea revolucionaria, como es la de implantar en España una cocina oriental asociándola con las tapas españolas, y, tras unos años de trabajo y esfuerzo denodados, abrieron en 2005 el segundo Kabuki, precisamente, en el hotel Abama de Tenerife, para, a continuación, ya en 2007 inaugurar el del hotel Wellington Madrid; logrando en muy poco tiempo la histórica hazaña de obtener una estrella Michelín para cada uno de sus restaurantes, de tal forma que ahora han conseguido batir varios récords: la primera cadena de restaurante que ha conseguido una estrella Michelín para cada uno de sus establecimientos y, a su vez, es el único restaurante de cocina japonesa en obtener dicho galardón y el único establecimiento no español ni francés en conseguirlo.

Al frente del Kabuki tinerfeño se halla el chef Daniel Franco, un joven de apenas 28 años y, sin embargo, un experto en los fogones, discípulo y continuador de la filosofía del maestro Sanz de Castro, enamorado de su trabajo, que, junto con un elenco de buenos profesionales, ha sabido ofrecer una cocina cautivadora, exclusiva, original e innovadora, adaptando los platos y aromas japoneses a los sabores del paladar más occidental, sin perder la autenticidad de los ingredientes locales. En definitiva, una cocina que ha sabido dejar que fluyera la creatividad mientras cuidaba el producto y mimaba la calidad de los mismos; una cocina para disfrute de los sentidos y del paladar más exigente, rodeado de una decoración minimalista y de un ambiente y de una estética exquisitas y de una atención personalizada, experta y amable.

Enhorabuena a todos -sobre todo a quienes con su trabajo y esfuerzo lo han hecho posible-, porque Canarias, aunque sea Tenerife quien en este caso tire del carro, ha logrado un hito histórico: situarnos, una vez más, en el mapa culinario nacional e internacional.

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