Y TODOS contestábamos: "Bieeeeen". Gaby, Fofó y Miliki fueron durante muchos años un gran acontecimiento televisivo. Artistas polifacéticos que tocaban diversos instrumentos entre parodias y canciones, y divertían al público pequeño, mediano y grande. Tres sensacionales comediantes, llenos de comicidad, sencillez y alegría. Se nos ha ido el último de ellos, Emilio Aragón, Miliki, y su partida ha hecho que vinieran a mi memoria grandes recuerdos vividos con ellos.

Corría el año 1974, cuando el grupo directivo de Aspronte, osado hasta la médula, nos responsabilizamos de traer a Tenerife a los famosos payasos de la tele, que andaban de gira por el país. Hicieron tres actuaciones en la plaza de toros de Santa Cruz, con un éxito inenarrable. Más de siete mil personas por día vieron el espectáculo, y vinieron desde todos los puntos de la isla, consiguiendo un éxito artístico y económico extraordinario. A la asociación le quedaron libres unos cuantos millones de pesetas de aquel entonces, que se entregaron al Cabildo Insular para comprar una casa chalet, con un buen trozo de terreno, en la zona de la avenida de Las Palmeras, de La Higuerita, lo que ahora se denomina Valle Colino. La corporación, cuyo presidente era don Rafael Clavijo, apoyó la iniciativa para instalar un centro ocupacional y de ocio para discapacitados psíquicos, que aún hoy funciona, y en el que los chicos tienen diversas alternativas y cobran por su trabajo.

Los hermanos Aragón procedían de una gran familia circense de célebres payasos ilustres en su época. Hicieron, como se decía entonces, "las Américas", y triunfaron en Estados Unidos, Canadá, Argentina o Cuba, donde precisamente nació el hijo de Emilio, Milikito, que actuaba de "mudito" y se comunicaba con un cencerro. De esta extensa familia salieron posteriormente muchos más artistas, y casi todos empezaron con ellos, como ocurrió en la actuación de Tenerife, donde salía a escena la hija de Gaby, de algo más de dos años. Todos los miembros de la familia Aragón llevan en la sangre la vena artística.

A su llegada a la isla, los compañeros de la directiva nos repartimos la atención personal de los payasos. Ramiro Cuende se ocupó de Gaby y su familia. Eloy López debía ocuparse de Fofó, pero estaba enfermo y apenas salió del hotel Mencey. El médico le recetó unos supositorios porque tenía algo de fiebre, y de broma le dijo a Ramiro que se los pusiera. Resultó un poco antipático, pero supongo que ya le causaba estragos la enfermedad que se lo llevó dos años más tarde. A mí me tocó Emilio, con el que pasé unas jornadas llenas de encanto. Recuerdo una cena en el restaurante Los Corales, en La Cuesta de la Villa, con vistas al Puerto de la Cruz y al Valle de La Orotava, donde estuvimos hasta las tantas, contando chistes y anécdotas muy simpáticas. Era una persona entrañable, de una inteligencia fuera de lo común, y un literato excelente; escribía los guiones y las letras de las canciones. Salimos todos los días, y le enseñé parte de la isla. Le encantaron los guachinches donde servían cabrito, conejo y comida típica. Disfruté mucho de su compañía y la de su esposa Rita, una gran mujer. Nos encontramos en Madrid en otras ocasiones, y ofreció a la asociación la posibilidad de obtener beneficios de sus memorias, pero se quedó en un intento porque era muy complicado.

Son gratísimos los recuerdos de una persona irrepetible, llena de humanidad y alegría, con una vida consagrada a hacer felices a los demás. Ha sido una gran pérdida. Traslado desde esta humilde columna un saludo afectuoso para toda su familia.

aguayotenerife@gmail.com