Que no puedas hablar, que te reduzcan al silencio, no significa que estemos conformes con lo que ocurre. Se mantiene el silencio en apariencia o ya no queda voz de tanto gritar. Pero tarde o temprano las cosas van saliendo. Y las palabras y los gritos se van oyendo, supongo.

El sentido común se abre paso con pocos artificios y los sentidos no engañan, lo que nos engaña ?amables lectores? es el juicio. Por eso no debemos hacer juicios paralelos y dejemos a los que dictan sentencia ?sus señorías? que sean ellos y no el resto los que condenen a los imputados o presuntos.

Así ocurre con la querella que el Ministerio Público ha iniciado contra un senador por Tenerife. Entiendo que este señor fiscal primero ha pensado, después se ha lanzado a plasmarlo en una denuncia con forma de querella, es decir, un asunto penal serio. Lo ha dejado en el Tribunal Supremo. El Supremo, que tiene gente lista, muy lista, y este ha creído que debe mandarle un suplicatorio para poder investigar las actuaciones de esta vez un senador que fue alcalde de aquí, de Santa Cruz de Tenerife.

Ser senador... Cuando se logra la condición de senador, se pasa a ostentar un conjunto de derechos y prerrogativas que los diferencia del resto de justiciables. Por pureza democrática, los distintos ordenamientos constitucionales han diseñado un estatuto para los miembros del Parlamento con el fin de proteger el libre ejercicio de su función. Es la inmunidad parlamentaria.

En realidad, este privilegio se crea para proteger la Cámara en sí como institución y su libre voluntad, y que no se vea privada de sus legítimos miembros por alguna que otra motivación política. Lo que ocurre es que en la práctica algún que otro miembro se ha visto beneficiado en la faceta punitiva al pertenecer a la Cámara y han buscado su abrigo para eludir responsabilidades. Ahora me acuerdo del señor del imperio de la abeja.

Siempre han existido las instituciones de inmunidad e inviolabilidad, que han sido respuestas al acoso que los representantes del pueblo ?el verdadero poder soberano? sufrían por parte de otros poderes.

La conciencia de inviolabilidad se estableció en las Cortes de Cádiz y, como dijo Francisco de la Dueña y Cisneros, se trataba de "un beneficio a la causa pública más que de un privilegio a la persona del parlamentario".

La existencia de estos privilegios en las democracias actuales suscita una viva polémica que la aumenta los descarados casos de corrupción. Parece que un Estado de Derecho ?como aparenta el nuestro? no casan el principio de igualdad y el derecho de tutela judicial efectivas con unas figuras en apariencia con tal alto grado de blindaje. Aunque, por suerte, el Tribunal Constitucional ya se ha pronunciado y nos vino a decir que "las prerrogativas parlamentarias han de ser interpretadas estrictamente para no devenir privilegios que puedan lesionar derechos fundamentales de terceros".

Lo que hay que dejar claro es que con la inviolabilidad y la inmunidad de los parlamentarios no se pretende proteger el interés personal de estos ?por mucho que ellos lo crean y espeten ante una detención: "¡Oiga!, ¿no sabe quién soy?...soy senador de...". Muy al contrario, hemos podido ver en estas ocasiones que el Senado otorga el plácet para investigar o imputar al sujeto aparentemente inmune.

Lo cierto es que la inmunidad debe ser entendida siempre para proteger al inmune del poder legislativo del Estado. Por eso las prerrogativas o la inmunidad que no respondan a esta protección o este fundamento deben ser entendidas como una desviación de poder. Pensando, como dije y digo, que las pulgas no son dueñas del perro, aunque se lo crean. El Estado tiene mecanismos para desparasitarnos y estamos en esa fase.

Nos quedamos con el suplicatorio, que no es otra cosa que una petición formal de un órgano judicial, en este caso la Sala Segunda del Supremo, la de lo Penal, solicitando al Senado permiso para iniciar una causa contra uno de sus miembros. Así las cosas desencadena un procedimiento conforme al reglamento de la cámara y concluye con el pronunciamiento del pleno del Senado. En la mayoría de las ocasiones otorga el permiso. Eso nos hace más iguales ante la ley. ¿Verdad?

Así que ojo avizor. Si el río suena agua lleva. Lo que ocurre es que a veces es tan largo el camino que el agua de ese río no llega al mar.

@INURRIAABOGADO