La historia está ahí y viene desde bastante lejos. A veces alterada, manipulada, minimizada, difuminada, escondida, pero sin duda ahí para quien quiera verla. Primero vinieron a Canarias los pueblos canarii, que, adaptados a las distintas islas, se conocieron genéricamente como los guanches, y lo hicieron al menos en dos oleadas diferentes y distantes en el tiempo. Seguramente incluso con goteos añadidos entre los siglos V a. C y V d. C. Con las últimas migraciones probablemente ya romanizadas y/o cristianizadas en grados incipientes.

En el siglo XIV es cuando los europeos empiezan a expandirse apoyados por los numerosos avances en sus estructuras, organizaciones, tecnologías, navegación y armas, sucediéndose numerosas incursiones en nuestro caso de mallorquines, portugueses y genoveses. Este proceso se encuadra en la llamada expansión por el Atlántico, que tendría su punto álgido en la llegada de Colón a América. Su principal motivación era económica, por lo que no dudaban en saquear y esclavizar a cuantos se les ponían a tiro. En este contexto, el navegante genovés Lancelloto Malocello desembarcó en Lanzarote en 1312 y el vizcaíno Martín Ruiz de Avendaño en 1377. Los mallorquines pudieron establecer una misión fija en las islas (Obispado de Telde, que permaneció al menos vigente desde 1350 hasta 1400). Los dominicos y otros, también. Pero siempre bajo la atenta mirada de los Reyes de Castilla. Al principio con pugnas con Portugal y el Papa Clemente VI, quien a favor de aquellos nombrara al infante don Luis de la Cerda (hijo de Alfonso "el Desheredado" y Mahalda de Brienne) monarca del "Reino de las Islas Canarias" o del "Principado de la Fortuna" en 1355. Digamos, el primer soberano europeo de las Islas Afortunadas, también llamado Luis de España, aunque naciera y muriera en Francia y nunca jamás conociera estas islas.

Sucedía en aquel entonces que estaban vendiendo la piel del oso antes de cazarlo porque tardarían al menos un siglo en completar la conquista, con una maquinaria lenta pero perseverante que ganaba impulsos. En realidad, hasta 1402 no se pone en marcha con la expedición mercenaria a Lanzarote de los normandos Jean de Bethencourt y Gadifer de la Salle. Esta primera fase, llevada a término por iniciativa de particulares, y no por la Corona, se denomina conquista de señorío. Incluyó Lanzarote, Fuerteventura, La Gomera y El Hierro, que eran las menos pobladas. La Gomera, sin embargo, mantuvo una organización mixta, en la que conquistadores e indígenas pactaron su coexistencia hasta la llamada Rebelión de Los Gomeros, de 1488.

La siguiente fase, o conquista de realengo, se llevó a cabo a partir de 1477. Cuando, a instancias de la Corona de Castilla, los impotentes señores adjudicatarios de los derechos sobre las islas mayores que aun resistían el acoso los cedieron a los Reyes Católicos. Se inicia entonces la parte más dura del proceso, dado que se trataba de los territorios más poblados, mejor organizados y con más difícil orografía. La conquista de Gran Canaria se inicia en 1478 con la fundación del Real de Las Palmas, junto al barranco de Guiniguada, y termina oficialmente con la rendición de Ansite en 1483. Alonso Fernández de Lugo, que había participado en la conquista de Gran Canaria, obtuvo los derechos para La Palma y Tenerife. La invasión de La Palma se inicia en 1492 y finaliza en 1493, con el engaño y captura de Tanausú. Tenerife era la que quedaba. A la primera batalla de Acentejo, de la que los guanches saldrían incomprensiblemente como vencedores, le sigue una guerra de guerrillas y las trascendentales victorias castellanas de la batalla de Aguere y la segunda batalla de Acentejo, y finaliza oficialmente con la Paz de Los Realejos de 1496, aunque muchos indígenas mantienen focos de resistencia en las cumbres (los llamados alzados). Finalmente, el 7 de diciembre de 1526, el emperador Carlos y la reina Doña Juana expiden una Real Cédula por la que se crea en las Islas un tribunal de apelación -que antes se entendía competente de la Cancillería de Granada- y que con el tiempo acabaría por convertirse en superior jerárquico común de los Cabildos y a ejercer la función de gobierno del Archipiélago, patente desde 1556 hasta que en 1589 es nombrado el primer capitán general de las Islas, que es consolidado en 1625, cuando el Conde-Duque de Olivares envía a Canarias al marqués de Valparaíso, nombrándose este comandante general.

La tamazight, que era la lengua aborigen, prohibida y perseguida como "pagana", perduró varios siglos más, que se sepa con certeza hasta el siglo XVII, donde está documentada en la franja sur de Tenerife, lo cual evidencia que tuvo que perdurar más, como mínimo hasta el siglo XVIII en zonas aisladas y cumbreras de Canarias.

Por lo tanto celebremos con orgullo al menos un Día de Canarias. Este mismo.

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