Hay algo que le rompe los esquemas a los ejecutivos anglosajones cuando tratan con sus colegas latinos y, por concretar, con los españoles: las posturas unilaterales posteriores a la adopción de acuerdos conjuntos entre las partes. Un señor llega a una empresa que desea contratarlo. En las negociaciones de incorporación pacta sueldo y condiciones profesionales. Lo que le ofrece la nueva empresa incluso puede ser superior a sus aspiraciones iniciales. El candidato firma contento como un niño con zapatos nuevos. Pero, cosas de la vida, al poco tiempo descubre que un compañero está mejor remunerado que él a cambio de un trabajo similar. echo un basilisco, acude airado a su jefe para reclamar más emolumentos. "Usted me pidió esto y yo le di un poco más", le dice el empleador. "¿Cómo es que ahora no está conforme, hasta el punto de forzar un cambio unilateral de condiciones?". Aunque pueda parecer un asunto de economía ficción, he sido testigo de uno de estos casos. Supongo que no es el único.

De los negocios, a la política. Si alguien plantea, como de hecho se está planteando por muchos muchas veces desde hace meses, que únicamente los catalanes son competentes para decidir si siguen formando parte de España, o bien si optan por el camino de la independencia, cualquiera puede objetar que tal esquema es irrefutable por lógico y democrático. ace unos días, mientras pensaba en ello, concluí que posiblemente me convenga la segregación de la calle en la que vivo del municipio a la que pertenece. ¿Y por qué no? En la localidad donde resido, por ejemplo, se pagan unas tasas más altas que en las circundantes. Lo propio sería una mudanza a demarcaciones impositivamente más baratas, pero claro, a mí no me gusta vivir en esas localidades fiscalmente más económicas, sino en la que vivo. ¿Podemos plantear los vecinos de mi calle una independencia sin tener en cuenta a los residentes en el resto de la localidad? Parece que defender esto cuesta un poco más que hacer lo propio con una comunidad autónoma.

Mutatis mutandis, Rosa Díez plantea lo mismo respecto al separatismo catalán. ¿Admitirían todos los catalanes la segregación de Barcelona del resto de Cataluña por decisión exclusiva de los barceloneses? Más bien, no. Entonces, ¿por qué han de decidir solo los catalanes -y no todos, ya que los absolutamente independentistas apenas superan el 30 por ciento- la separación de España?

El partido de Rosa Díez -UpyD- sube como la espuma. No es previsible que llegue a presidir el Gobierno central, al menos en una primera instancia, pero sí a ser clave en un posible pacto de gobernabilidad cuando acabe el recuento de votos en las próximas elecciones. Sube Rosa Díez porque la gente está cansada del enjuague bipartidista del PSOE y el PP, pero también por el hastío que ocasiona tanta sumisión a las periferias. Me pregunto qué será de CiU cuando no sean los escaños de Duran Lleida, sino los de Díez, los que cuenten en Madrid. ablo de CiU y no de CC porque los archipielágicos, con una escueta representante en el Congreso de los Diputados, no parece que sean decisivos ni que vayan a serlo.

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