España está ardiendo". Son las primeras palabras que se leen en un artículo en "El Mundo", 29-3-2013, de mi admirado doctor psiquiatra y amigo Enrique Rojas. Es un texto precioso sobre la "autenticidad en tiempos convulsos". Por la lectura completa, me di cuenta de que no tenía que ver directamente con el tema que me ocupa: en el mismo medio de difusión venía la entrevista secreta (?) del presidente del Gobierno y Mas, sentados en la Moncloa. Sonrientes. Con expresión de pacto (?) para aplazar la concreción soberanista de Cataluña. A cambio de contribuir al equilibrio fiscal de aquella comunidad española. Es más, en aquel mismo día 29 de marzo, el mismo rotativo daba noticia detallada del Consejo "para la transición nacional", integrado por 13 independentistas, que no cobrarán, con Pi Sunyer, exmagistrado del Tribunal Constitucional, y Ortí Rovira, catedrático de Derecho Constitucional, que enjuicia el art. 8 de la Constitución: las amenazas de las asociaciones militares no tienen fundamento, dice. Confunde la "misión" de las Fuerzas Armadas con la "función". Y sin querer parece echar en cara la idea de Spengler sobre cómo los grandes conflictos se suelen superar con un pelotón de soldados. La señorita Bosch Roca, especialista en federalismo tributario; Belt Queralt, catedrático de Economía, experto en privatizaciones; Cardus, profesor de Sociología, analista de los efectos de la independencia; Castiñeira, director de un "observatorio de valores"; Boix Serra, conocedor del "castigo fiscal con Cataluña"; Esteve, profesora de Derecho Internacional, y experimentada en emigración europea; profesor Reniu, sobre las nuevas tecnologías; Requejo Coll, catedrático de Ciencias Políticas, independentista, que no quiso ser diputado; Vintró, que consideró ilegal la prohibición de los toros; Font, el empresario etiquetador en catalán; Pilar Rahola, doctora en Filosofía Hispánica y Catalana, y apologista de la independencia.

No sabemos si en el "secreto" de la conversación el presidente español fue informado de tal Consejo. Creo que aunque así fuese frunciría el ceño, o seguiría de lado. Como, con harta sabiduría personal, suele hacer con frecuencia. Como ha ocurrido, por ejemplo, con el retraso en impugnar el aborto o con el desafío que ha hecho la anteriora directora general de los Registros y del Notariado, Pilar Blanco, en su posición crítica respecto de la asunción por el Registro de la Propiedad del Registro Civil.

No sé si España arde, como apunta Rojas, pero sí cabría recordar la carta al presidente del Gobierno, en ABC de 14-3-2008, de Pedro González Trevijano, rector de la Universidad Rey Juan Carlos, cuando, con cita de Mitterrand, señala que "los programas sólo obligan a sus destinatarios". Pero en todo caso, sí que obliga la Constitución. De la que se desprende que la unidad de España no es negociable, como argumentamos en nuestra obra "España en la encrucijada", o en "Alféreces para la paz". Porque sin el pueblo español no cabe desprenderse, con subterfugios, de un pedazo de España. La patria está por encima de los pactos y "el poder está para servir" (Papa Francisco).

*Autor de "El Estatuto de Cataluña. Una meditación sobre España"