De un tiempo a esta parte, la isla de La Graciosa acapara el interés ciudadano en general; me refiero no sólo a los canarios, sino que las noticias que han comenzado a generarse y a expandirse desde ese pequeño, hermoso, enigmático e idealista territorio canario están interesando a una mayoría de españoles, e incluso de extranjeros, que ven, algunos con perplejidad, otros con admiración y esperanza y otros cuantos hasta con miedo y preocupación, cómo un pequeño territorio, aislado y casi deshabitado hasta hace poco tiempo, ha ido creciendo en todos los sentidos, hasta aspirar incluso a querer ser una isla.

Y el caso es curioso en sí mismo porque La Graciosa siempre -o al menos desde hace miles de años- ha sido eso: una isla de apenas 29 kilómetros cuadrados; al principio desabitada, donde tan sólo algunos pescadores se acercaban para coger algo de pesca en sus costas y dejaban sus atavíos y herramientas en algunos chamizos que levantaban para tal fin. Con el tiempo, algunos comenzaron a quedarse los fines de semana para, a continuación, establecerse definitivamente y llevar una vida relajada, sin complicaciones, sin preocupaciones y casi sin problemas.

Así hasta configurar dos pequeñas comunidades que se asentaron, respectivamente, en lo que hoy se conoce como Pedro Barba y Caleta de Sebo, donde levantaron casas pintadas de blanco, con sus ventanas de un color verde esmeralda y calles de arena dorada; una pequeña iglesia que huele por todas partes a mar y a pescado, a gofio y a sal; una joya de la naturaleza que acoge a la patrona de los pescadores, la Virgen del Carmen; un colegio, algunas tiendas de ultramarinos y algún que otro bar donde se puede comer pescado salado y marisco fresco.

Ahora, cuando la población se acerca a casi 800 personas -se denominan gracioseros-, ya no quieren seguir siendo un "añadido" una "prolongación administrativa" de la isla que tienen más allá del brazo de mar -conocido como El Río-, y que la separa del norte de Lanzarote. Se han hecho mayores y quieren convertirse en la octava isla de Canarias; y que así sea reconocida política, social y administrativamente; aunque, para ello, se tenga que modificar el Estatuto de Autonomía, donde se diferencian las 7 islas habitadas y las otras 6 no habitadas, entre la que, incomprensiblemente, se encuentra La Graciosa.

Para ello ha surgido, casi de forma espontánea, un movimiento ciudadano que ya ha recogido más de 8.000 firmas y que ha presentado ante el Ayuntamiento de Teguise y ante el Cabildo de Lanzarote, del que depende administrativamente La Graciosa, así como ante el propio Gobierno de Canarias, a los cuales, solicita básicamente tres demandas: identidad, autonomía y recursos. Especificando, además, que no quiere un ayuntamiento o un cabildo propios, sino convertirse en una entidad local de rango menor, como pudiera ser una pedanía; pero, eso sí, con un presupuesto propio.

Por otra parte, y hará pocos días de esto, La Graciosa ha sido de nuevo noticia, en este caso desafortunada, por haber sido condenado un isleño a 12 años de cárcel por haber cometido el primer asesinato en la isla.

Dicho esto, habría que decirles a todos los actores de esta obra social, de esta historia humana donde el hombre llega a un territorio, lo coloniza y lo convierte en un lugar "ideal" para vivir, que la propia evolución del ser humano nos ha demostrado que la felicidad en el paraíso siempre tiene sus consecuencias y, algunas veces, hay que pagar un alto precio por querer conservar lo natural y lo sencillo sin renunciar a las ventajas del progreso.