Funcionan. A veces con el marchamo de la positivad. Pero siempre con la ambigüedad del distanciamiento, aunque dé la impresión de que hay acercamiento al otro, a los otros. Las redes sociales convocan, y a través de ellas se consigue que el grito se haga grande y cale en la conciencia de aquellos a los que se les vitupera. Pero se queda en el vacío de lo imposible, como si faltara el calor necesario para fomentar el grupo, que este sea compacto, resolutivo, que no se extinga pasado el momento de euforia y quede como guardián de la palabra, como fuste de lo que se decide remover, reformar.

El filosofo polaco Zygmunt Baumann, que bautizó este tiempo que nos ha tocado vivir como "modernidad líquida", ya enfatiza que se ha perdido el arte de las relaciones sociales y que lo que impera son las relaciones virtuales mediante las redes, donde podremos tener miles de contactos pero se continúa en la soledad de la palabra, en la desnaturalización de los argumentos.

Adornamos nuestro tiempo desde la soledad olvidándonos de la amistad, del compañerismo, y lo suplimos con los recados que se envían los unos a los otros; se ha vaciado el sentimiento de perspectivas, se ha caído en el más puro "aperpectivismo".

No se cree en nada ni en nadie porque no se ha sido capaz de aparcar la virtualidad que engaña y encandilada, dejando atrás la claridad de la evidencia , la crudeza de una realidad que produce terror y que las redes sociales se encargan de mitigar, de someter a engaño funcionando como colchones de la indisciplina e infantilizando a los que desde un cartuchaje de mil mensajes y de una y mil conversaciones se quedan en el más absoluto de los espacios muertos.

Las redes sociales, que figuran como el gran predicamento y el mejor invento de la modernidad, se están comiendo esa modernidad a grandes bocados, dejando a la persona escuálida, sin cuerpo pensante, sin escenario para la convivencia, sin discusión donde los argumentos fluyan con fuerza y no sometidos a determinados renglones y a estar pendiente de esa contestación que tiene que llegar.

Las redes sociales son un mercadeo que ha puesto a gran parte de la humanidad en los manejos de los detentadores de poder para someter, para aislar al individúo que desde la oscuridad de su habitación cree que puede llegar a todos los espacios, que está en este o aquel país, pero que se queda ahí, en una ilusión. Porque es la soledad la que manda, la que domina y deja al ser humano desnudo y atrapado en esas redes que bien pudieran llamarse contrasociales.