Sería interesante conocer cuántos de esos 615.000 euros que va a gastar el Parlamento de Canarias en telefonía móvil y fija durante los próximos tres años corresponden al funcionamiento de la Cámara legislativa y cuántos, por añadidura, están destinados a que sus señorías puedan comunicarse a través de sus celulares sin costo alguno para sus bolsillos, pues para algo están los bolsillos de los contribuyentes.

Existe una campaña de acoso y derribo contra cualquiera que ejerza un cargo público. Eso no es bueno. Los políticos, nos gusten o no en el sentido de que sean aquellos por los que hemos votado o, por el contrario, militen en el partido opuesto son imprescindibles en una democracia. Dedicarse a la política no es malo en sí mismo. Lo son, en cambio, unos comportamientos que, sin abarcar a la totalidad, están lo suficientemente generalizados para haber creado una desconfianza descomunal en la ciudadanía. Conviene recordar, ya que andamos por estos peñascos, que el Parlamento de Canarias se pone de acuerdo unánimemente en muy contadas ocasiones. Una de ellas es la actualización de sueldos y dietas durante un pleno que se celebra cada cuatro años, poco después de las elecciones. La explicación oficial es que durante los cuatro años de una legislatura la vida se encarece y, en consecuencia, hay que retocar los emolumentos de los parlamentarios regionales. Y de las parlamentarias, claro, pues también ellas tienen derecho y derechos. iempre he pensado que tal pleno se celebra en esas fechas, con la Cámara recién renovada, porque queda mucho tiempo por delante antes de que toque volver a votar; el suficiente para que la gente se olvide y solo piense en clave de gustos ideológicos en el momento de introducir la papeleta en la urna.

Es lógico que en un país serio los diputados, sean regionales o nacionales, dispongan de unos medios mínimos para ejercer sus funciones. Facilidades que han de incluir cierta cuota de comunicaciones. El "pero" -el "but" de los anglosajones, ahora que tan de moda está el inglés- radica en que a estas alturas albergo algo más que serias dudas sobre la seriedad -perdóneseme la redundancia- de este país. Esencialmente en el asunto de la telefonía móvil porque he visto como un funcionario le pasaba su terminal oficial a un amigo. "Estamos a 29 y todavía me queda saldo; aprovéchalo tú porque no lo voy a gastar todo este mes", le dijo con una gran generosidad. La magnificencia suele ser amplia cuando no la paga uno.

La conclusión -el lago o el mar en el que desembocan todos los ríos- siempre es la misma: cualquiera con un cargo público, sea funcionario, político elegido o el simple amigo que el político designa a dedo piensa no solo que cuanto administra es suyo, sino también -lo cual es peor- que ha alcanzado un nivel de excelencia suficiente para disponer de muchos más privilegios que los vulgares mortales. Una composición de lugar que en la época de los griegos se denominaba estar en el Olimpo.

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