Este formidable artista se ha paseado por todos los rincones de nuestra geografía haciendo lo que mejor sabe hacer, interpretando zarzuela grande y género chico. Madrileño de nacimiento, con más de ochenta años a sus espaldas, se conoce todos los papeles de cada título, y si le hubieran dejado, podría haber interpretado una zarzuela completa él solo. Su enorme experiencia y una memoria prodigiosa le han permitido abordar con toda naturalidad infinidad de papeles, y algunos los ha bordado sobradamente, como el Don Hilarión de "La verbena de la paloma".

Realizó sus estudios de canto en el Real Conservatorio de Madrid, y debutó en 1961 en el Teatro de la Zarzuela, cantando el Gustavo de "Los gavilanes", bajo la dirección del maestro Mendoza Lasalle, al que siguieron roles tan importantes como el Fernando de "Doña Francisquita", el José Miguel de "El caserío", el Roberto de "Bohemios", el Leandro de "La tabernera del puerto", el Miguel de "La del soto del parral", o el Jorge de "Marina".

Enseguida marchó a América con la compañía de Faustino García, a donde volvería con Tamayo y su "Antología" años más tarde. De éxito en éxito, Enrique observó que su voz flaqueaba, por lo que se especializó como tenor cómico, aprendiéndose roles en los que no ha tenido competencia, y cantándolo todo bien, y además con seguridad, creciéndose como actor, sacándole partido a cualquier personaje, con espontaneidad, e introduciendo temas de actualidad, produciendo la simpatía e hilaridad del público.

Son pocos los roles protagonistas que no ha interpretado, y ha sido componente de casi todas las compañías líricas que han existido en nuestro país, viajando con ellas por toda España, y con el privilegio de demostrar sus tablas tanto en teatros reconocidos como en coliseos más humildes.

Ha sido reconocido y apreciado por lo más granado de la dirección orquestal, porque siempre es una garantía de éxito; y también ha grabado mucho, participando en una discografía amplísima de grandes como Alfredo Kraus, con quien tenía una estupenda amistad. Ahí están deuvedés y cedés de "Doña Francisquita", "El huésped del sevillano", "La dolorosa", "La revoltosa"... Ha recibido muchos homenajes por su dilatada carrera, el más reciente este mismo año en Madrid, pero también con el Francisco Arroyo en Valladolid (2005) o el Federico Romero en Madrid (2007). También es profesor superior de canto, título otorgado por el Ministerio de Cultura por su larga experiencia como cantante.

Su relación con Canarias es extensa, y particularmente con Tenerife. Ha sido primer actor de muchas temporadas de zarzuela, tanto en el teatro Guimerá como las celebradas en la década de los ochenta en la plaza de toros, donde ha copado los principales papeles, especialmente del género chico. Su vinculación con la isla es tan importante que estuvo a punto de quedarse para dedicarse a la enseñanza, pero tras varias gestiones tuvo que desistir, pues hubo oídos sordos por parte de las administraciones, cuando apenas se necesitaba un local y mantenimiento. Adora nuestra tierra, la gente, la comida, los paisajes, y hubiese sido muy importante contar con él, pues es la auténtica enciclopedia de la zarzuela española. Quién mejor que Enrique para traspasar sus grandes conocimientos como actor y cantante a los jóvenes que se inician en esta difícil profesión. Tenemos en las Islas muy buenos profesores de canto, y también de interpretación, pero realizar perfectamente ambas disciplinas es complicado. Estos últimos años sí lo ha hecho en Madrid, en su casa, y traspasar sus conocimientos a otros ha sido gratificante; son más de sesenta años sobre las tablas de infinidad de teatros en los que si lo dejaran seguiría actuando, pues la edad no ha sido un impedimento para conservar su prodigiosa memoria, ni abandonar las ganas de continuar activo. Ahí es donde se demuestra su categoría profesional.

Hace más de cincuenta años que nos conocemos, y le tenemos un gran afecto. Baste recordar aquel triste día de la riada que asoló Santa Cruz, donde, con su llamada y las de muchos otros, preocupados y pesarosos por lo que sucedía, colapsaron el teléfono de casa. Enrique es afable, cariñoso, entrañable y buen amigo, al que deseo lo mejor. Nadie mejor que él para transmitir las grandes enseñanzas de esta profesión.

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