Dicen los expertos que manifestar una buena opinión sobre uno mismo condiciona a nuestros interlocutores: nos ven mejores de lo que somos. Es nuestro natural, algo nos impide llevar la contraria. Aunque difusas son las líneas que nos separan de la pedantería o de la autocomplacencia, según el caso. Propongo que te pases de frenada para al menos sembrar la duda. Ocurre en el calvario del paro o en la frustración del subempleo, nos olvidamos de quiénes somos. El nivel te lo pones tú, créeme, porque ir en chándal es una conducta voluntaria. Si yo me califico de optimista (nato), eso seré, a priori.

Plan contra la pobreza. Podríamos pensar en una conspiración judeo-masónica para acabar con la clase media con intención de reinstaurar el viejo orden de ricos y pobres. También puede ser simple falta de enfoque. Se les fue la pinza para justificar la mastodóntica estructura administrativa local, ávida de dinero público y de algo que hacer. Luchan contra la pobreza con los impuestos recaudados a quienes pretenden ayudar, no entiendo nada. Porque los gobiernos no están para programar limosnas sino para prestar servicios y ordenar el campo de juego para que la actividad económica tenga lugar. Una idea: destine esos recursos -a los funcionarios me refiero, sin presupuesto adicional- a luchar contra el fraude y la economía sumergida, es barato, de efecto instantáneo y eficaz. Sobre esa base, elimine la moratoria turística y todo el entramado normativo intervencionista (para atraer inversores), reduzca impuestos y miéntanos. Desde que nos lo creamos, sea cierto o no, cambiará la tendencia.

Premio. Dicen que el Ministerio de Administraciones Públicas premia con una pensión vitalicia a los cincuenta primeros alcaldes que promuevan la fusión de sus ayuntamientos. Un incentivo para que cunda el ejemplo y demostrar en la práctica que no pasa nada, que es una excelente solución para enfrentar estos nuevos tiempos de austeridad. Veremos quién se apunta antes de que la UE obligue. Si la paga fuera para todos los concejales, incluida la oposición, no le digo yo. Si hiciéramos números a lo mejor salía a cuenta. Tenemos antecedentes, usted se acordará cuando en este país mandaba el ejército y hubo que redimensionarlo. Pues igual, esto es lo mismo, ahora toca pagar y enviar a todo el equipo a la reserva.

Preservativo. Patrocinado por el Gobierno de Canarias, se lo dieron en el colegio a mi hija adolescente, con su charla sobre la fisiología, las enfermedades venéreas y las pautas de comportamiento. Esto último es lo mejor: si uno no quiere, pues no quiere. Aprender a decir que no o a decir que sí, pero con cabeza. Ahora toca PP, volveremos a las clases de religión y a desempolvar el tabú, ¡Jesús por Dios!

Abuso consentido. Los grandes operadores del mercado, aquellos con presencia destacada en su sector, deben actuar con responsabilidad porque sus decisiones afectan a sus clientes, a sus proveedores, a sus competidores y, por contagio, a la sociedad en su conjunto. Lo hemos visto con los bancos, responsables unos e irresponsables otros; al final nos envuelve a todos la crisis financiera. Falla el empresario y falla también el organismo regulador. Cuando una importante cadena de supermercados vende cientos de artículos por debajo de su precio de coste durante muchos meses, algo malo se avecina. Eso es bueno, pensará usted, para que el consumidor aproveche en estos momentos de estrechez, pero habrá que evaluar los daños colaterales a todo el sector y sopesar el peligro de que la estrategia salga mal cuando no haya de dónde sacar para cubrir las pérdidas. En este caso esa cadena juega a ganar cuota y a perder dinero. Yo creo que la inspección debe intervenir de oficio para hacer cumplir las reglas básicas del código de comercio y de la sana competencia.

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