Ese señor, Paulino Rivero, que se jacta de ser un canario de las siete islas, que se incautó de la Fundación CajaCanarias para hacer una pintoresca política social con el dinero de los tinerfeños, mantiene ahora un absurdo pulso con la Federación Tinerfeña de Fútbol, que la federación le va a ganar. Rivero no quiere librar las ayudas para el fútbol base que corresponden a la provincia tinerfeña, pero sí se las ha entregado ya a Las Palmas. ¿Qué pasa, que quiere mantener también un pulso con Juan Padrón Morales, lo mismo que hizo con Álvaro Arvelo? ¿Qué pasa, que a Rivero no se le pone nada por delante? ¿No estará el mago yendo demasiado lejos, con esa osadía del rural atrevido? Pues Rivero va a tener enfrente a todos los deportistas tinerfeños que se dedican al fútbol porque les está causando graves perjuicios. Este pulso no lo va a ganar, y difícilmente ganará el otro, pero como parece que se va -porque su partido no lo aguanta más- pues comete todas estas tropelías, indignas de un señor que dice que es un canario de las siete islas. Será de las islas del Pacífico. Rivero quiere morir matando.

2.- Paulino Rivero debería rectificar -que es de sabios- y ponerse a hacer una política de igualdad. Pero, claro, perdería apoyos en la otra provincia, que es donde tiene su pequeño lecho de votantes. Lo mismo pasa con el petróleo. No desea, de boquita para afuera, las prospecciones, pero no porque él no sepa que son necesarias para la economía canaria y buenas para la creación de puestos de trabajo, sino porque así se alinea con los majoreros y los conejeros que pretenden evitarlas de una manera insensata. Paulino Rivero va a lo suyo, no al interés general de su pueblo; y lo que decimos es un secreto a voces.

3.- Ustedes ya saben que a mí no me gusta hablar de política, porque eso no vende. Lo que vende es la nostalgia, el chascarrillo y la coña. La gente está tan harta de cuitas políticas que lo que desea es que los cronistas le hablemos de anécdotas y de sucesos del pasado, que siempre es mejor que el presente; o casi siempre. El jefe del Ejecutivo canario pretende dar, con lo de la Federación de Fútbol, otro golpe de mano. Cuidado, porque la pólvora se le puede gastar y los pulsos tan continuados pueden cansar los brazos. Rivero es un prepotente que debe bajar sus humos y gobernar no tanto para él y los suyos como para su pueblo, tan desencantado.

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