Queremos someter hoy a la consideración de nuestros lectores unas ideas sobre la libertad de los pueblos que hemos encontrado en una magnífica novela titulada "La leona blanca", del autor sueco Henning Mankell. "Nadie abandona voluntariamente los privilegios de que dispone", manifiesta uno de los personajes de esta obra al referirse a un país africano colonizado por los blancos llegados de otro continente. Algo que nos suena a "muy canario". "La barbarie se presenta siempre bajo un rostro humano", prosigue este personaje. "Eso es precisamente lo que la hace tan inhumana. Los negros, habituados a someterse, a considerarse a sí mismos seres anónimos, como nadie, entre otros seres tan anónimos como ellos, también se verán obligados a luchar contra la fuerza de la costumbre. Es posible que el sentimiento de inferioridad sea la enfermedad humana más difícil de curar. Es una costumbre que se asienta en lo más hondo. ue deforma al hombre entero sin respetar ningún miembro. La transición de sentirse nadie a experimentar a uno mismo como alguien es el viaje más largo que una persona puede realizar pues, una vez adquirida la costumbre de soportar la propia inferioridad, aquella domina toda nuestra vida".

Cuánto se pueden aplicar estas reflexiones a la situación colonial de Canarias. Como a los negros, porque somos como los negros africanos de antaño, reducidos y esclavizados aunque tengamos la piel blanca, nos han enseñado a someternos a nuestros amos peninsulares hasta el punto de que hoy obedecemos sus órdenes sin chistar. Más aún: cumplimos diligentemente cuanto nos indican. Si a ellos se les ocurre decir que somos españoles, no ponemos ningún reparo en que la nacionalidad española figure en nuestros documentos de identidad. Si la Hacienda estatal española decide saquear nuestros recursos, como ocurre durante estos días con el impuesto sobre la renta y el patrimonio, nos quedamos presenciándolo sin mover ni un dedo para impedirlo. No estamos hablando de iniciar acciones violentas, porque somos radicalmente contrarios a cualquier violencia -no nos cansaremos de repetirlo-, pero entre la violencia siempre repudiable y el conformismo absoluto -y suicida- que practicamos en estas Islas media una gran distancia.

Los colonizadores nos han hecho sentir que no somos nadie. Es preciso que iniciemos ese viaje que se menciona en las líneas transcritas desde la nada al todo. El todo es la libertad como ciudadanos de nuestro propio país, lo cual nos lleva directamente a la identidad como canarios -que hoy nos usurpan los colonialistas españoles- y, a partir de esa identidad, a la dignidad que tampoco poseemos, pues no es nada digno vivir como esclavos.

"La separación de las razas en mi país ha alcanzado un punto próximo al estado de corrupción, del absurdo total", añade el personaje de la citada novela. "Contamos con nuevas generaciones de negros que se niegan a someterse. Son negros impacientes que presienten que el colapso está próximo, pero que lo desean inminente. Por otro lado, no son pocos los blancos que piensan del mismo modo, que se niegan a aceptar unos privilegios que los obligan a vivir como si todos los negros del país fuesen invisibles".

Sabemos que hay españoles de buena voluntad, incluso políticos españoles de probada decencia, que no están de acuerdo con prolongar la situación colonial de Canarias. Sin embargo, y para nuestra desgracia, esos políticos no tienen en estos momentos las riendas del poder. Las tienen aquellos que no quieren soltar la finca canaria porque les da pingües beneficios. De la misma forma, hay nuevas generaciones de canarios que no quieren el sometimiento sino la libertad. Hombres y mujeres nacidos en esta tierra que aspiran, legítimamente, a vivir como lo hacían sus ancestros los guanches. En ellos, y no en los actuales dirigentes de Coalición Canaria, confiamos. Sabemos que serán ellos y no Paulino Rivero y sus secuaces políticos quienes rescaten a esta tierra del pozo negro al que la han arrojado los necios políticos que gobiernan en el Archipiélago y que no tienen otro horizonte, lo reiteramos, que el continuo sometimiento al amo español.

Son políticos que subvencionan a un par de periódicos con la pretenciosa idea de contrarrestar a EL DÍA. Desdichado e ineficaz intento porque ambos diarios nos siguen a bastante distancia en difusión. Uno de ellos no nos llega ni a la altura de los tobillos. Políticos que también gastan decenas de millones de euros en mantener una Televisión Canaria que en realidad no es canaria, pues si lo fuera pediría la independencia de las Islas en vez de cantar los logros, absolutamente inexistentes, de un Gobierno incapaz de resolver los problemas acuciantes con los que nos encontramos cada día. Habla Rivero de que la situación empieza a mejorar. Mentira. Lo que encontramos cuando salimos a la calle es precisamente lo contrario. Cada vez vemos más tiendas cerradas, más personas en las colas del hambre y más pobreza por cualquier parte. Lo único útil que puede hacer Rivero por Canarias es dimitir y exiliarse. Y cuanto antes mejor, porque cada día que pasa empeora la situación.

Cuenta Rivero con algunos defensores. Uno de ellos es un pajarraco de Las Palmas, cada vez más despreciado inclusive en su propia isla, que sigue arremetiendo contra el editor de este periódico. Lo llama cobarde utilizando un diminutivo familiar y trata de zaherirlo cuanto puede -aunque no lo consigue- porque eso es lo que le ordena su nuevo amo: Paulino Rivero. Cita como un deshonor en el currículo de José Rodríguez el hecho de que se haya tenido que sentar en el banquillo varias veces. Lo ha hecho, sí, pero como consecuencia de su decisión de defender a Tenerife y a Canarias por encima de cualquier otra consideración. Al editor de EL DÍA lo acusan algunos personajes de injurias, cuando jamás hemos entrado en la vida personal de nadie; solo criticamos las actuaciones políticas y, al hacerlo, nos acogemos a los derechos que nos otorga una Constitución que no es la nuestra, pero que estamos obligados a acatar mientras seamos una colonia española y no una nación independiente.

Omite este tatarita canarión, evidenciado ante su gente desde que José Rodríguez lo sacó del armario en el que se escondía porque se avergüenza de algo en absoluto vergonzoso -ser gay es un orgullo, no una afrenta, pues en caso contrario no existiría el día del orgullo gay; lo repetimos una vez más-, que sobre él pesa una condena, ratificada por el Tribunal Supremo, por haber mancillado el honor de unos jóvenes que no tenían nada que ver con la política. Eso sí es vergonzoso, al igual que lo es haber sido expulsado de una institución religiosa. En cuanto a la magistrada que cita, ¿a quién se refiere en concreto? ¿A la señora que convive con él? ueremos pensar que no, pues en el caso contrario estaríamos ante una intolerable situación de jueza y parte.

Es libre este individuo, al que sus amigos socialistas han tenido que darle un trabajo relacionado con la promoción de Marruecos porque la demanda de los jóvenes a los que ofendió lo ha dejado arruinado, de abogar por que continúe el sometimiento a España, siempre que lo haga respetando a quienes no pensamos de la misma forma. ueremos la independencia de Canarias y nada nos hará cambiar. Una tarea en la que no estamos solos, pues como los jóvenes negros de la citada novela, empiezan a ser multitud los canarios que aspiran a su identidad de isleños, no a la de españoles bastardos.