El monstruo de las galletas hizo mucho bien; y el resto del elenco. Toda una generación -la mía- que aprendimos la diferencia entre arriba y abajo y lo inconveniente de comer en la cama porque se llena de migas. "Y entonces dijo la araña...", y entonces oímos hablar de la economía social, del desarrollo sostenible y del contrato indefinido. Eslóganes y nada más, créame. Procede llamar a las cosas por su nombre porque no existe economía que aguante el desequilibrio ni desarrollo sin crecimiento, ni los contratos son indefinidos, ni falta que hace. Expresiones hechas para falsos objetivos de una política sin proyecto. Legisle para procurar el equilibrio que la actividad crecerá y se creará empleo y que me den trabajo sea cual sea mi tipo de contrato.

Tentación. "El trabajo en Canarias para los canarios", espetó ufano. Aplausos. Practicar el proteccionismo se me antoja una peligrosa tentación; "esto es para mí y para los míos, ¿qué te piensas?". Cuántos millones sacrificados por la pureza de la raza, y no exagero, porque empezamos por negar la posibilidad de trabajar -que de eso se habla- y acabamos vaya usted a saber dónde, que la estupidez la carga el diablo. Me cuesta argumentar aunque lo veo claro: atraer gente es una bendición, piense en la California de la fiebre del oro o el Lanzarote de los ochenta. En el otro extremo asistimos al declive de Cataluña, que empezó con su inmersión excluyente, al tiempo; o de Venezuela, de la que tantos salen en estampida. Aquí debemos actuar con cabeza fría, ser generosos y hospitalarios, para que vengan muchos con su entusiasmo, sus ideas y su dinero. No podemos consentir dar la espalda al mundo globalizado. Y prepararnos, claro, porque competir exige formación y entrega.

Unión que hace la fuerza. Un grupo de empresarios canarios se asocia para acometer importantes inversiones en un país emergente de América Latina. Están muy bien organizados. Unos son industriales y otros inversores, unos ponen el conocimiento y la experiencia y los otros la pasta. A la pregunta acerca de qué haría falta para que esos proyectos se desarrollaran en Canarias, una simple respuesta: más rentabilidad. Inquietante, porque una cosa es procurar igualdad de oportunidades a través de la educación, atender las necesidades sanitarias y prestar los servicios públicos -que es lo propio- y otra, bien distinta, intervenir en la economía y desalentar a quienes tienen el vicio de querer ganar dinero. Porque, además, está demostrado que cuando hay movimiento siempre sobra: unos pocos que ganan mucho y todos ganamos más. No sé si la moratoria turística tendrá algo que ver o la inseguridad jurídica en los asuntos del planeamiento. Ah, y que la rentabilidad la mida cada uno como crea.

Dictadura. Estire el chicle que separa la ciudadanía del poder hasta llegar al golpe de Estado. Parecía improbable, una más, uno más, en los tiempos que corren. A veces a la protesta le sale el tiro por la culata, nunca mejor dicho.

Voluntad. Es lo primero y dónde está. Las mutuas de accidentes le ofrecen al Gobierno de Canarias la posibilidad de realizar las pruebas diagnósticas y las intervenciones quirúrgicas a los trabajadores de baja sine die víctimas de las listas de espera. El convenio no tendría contrapartida económica -que podría ser la pega- porque a las mutuas les sale a cuenta pagar la asistencia médica y dejar de abonar los salarios a los afectados, en su caso. Pues nada, no hay acuerdo. No ha trascendido el fundamento de la negativa. ¿Cuestiones burocráticas?, ¿prurito funcionarial? Me gustaría escuchar la explicación de la consejera. Qué fácil olvidar que detrás de cada individuo de esas listas hay un drama personal. Recursos disponibles no utilizados y le echan la culpa a los recortes.

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