Mi artículo 491 me ha seguido proporcionando -¡quién lo diría¡- materia para seguir escribiendo. Ya les dije que había recibido varias llamadas telefónicas, todas favorables menos la que, desde el Puerto de la Cruz, me hizo llegar mi amigo Pascual González Regalado, quien, para hacer una defensa de Adolfo Suárez, echó por tierra algunas de mis apreciaciones sobre la situación actual de España. Donde menos interesó mi artículo fue en Garachico. Ni una sola persona, ni una sola, me preguntó ni habló ni se interesó por el contenido de mi trabajo. En vista de ello, se me ocurrió preguntar su opinión a mi amigo Kiko Gutiérrez.

-No me gustó mucho porque estoy convencido de que cada ciudad está en su perfecto derecho de fabricar los edificios y las obras que crea oportunos. Y criticaste la playa de Las Teresitas y el Auditorio de Santa Cruz, tan necesarios ambos.

-No, hombre: critiqué que costaran cuatro veces más de lo estipulado. Y que del Auditorio no quedara muy contenta la gente, por incómodo.

-Además -me sigue diciendo Kilo- creo que Garachico no es el lugar que debemos poner de ejemplo, porque, en otro tiempo, construimos una gran iglesia, casi catedral, y cinco conventos, nada menos que cinco: franciscano, dominico, agustino, de monjas claras y de monjas concepcionistas.

Me extrañó la actitud de mi amigo. En primer lugar porque se ha ido muy lejos, muchos siglos atrás; luego, porque él sabe que fueron unos grandes señores quienes levantaron tales edificios, no sé si por devociones particulares o para presumir de ricos. Tampoco sé si el pueblo, al mismo tiempo, pasaba hambre. Y en tercer lugar, sorprende que Kiko, que es católico, en lugar de citar edificios militares o civiles, solo se acordara de los lugares religiosos. Yo, en el caso de mi amigo, hubiera citado el castillo de San Miguel, la Casa de Piedra, El Lamero, La Quinta (no digo "La Quinta Roja" para que no se me enfade mi amigo Pepe Moriana), la casa de Ponte (hoy hotel San Roque) y tantas y tantas edificaciones. Pero no se sabe los motivos por los que el bueno de Kiko Gutiérrez, solo citó edificios religiosos, como si él fuera mahometano, budista o testigo de Jehová.

Debe tener sus razones para opinar así. Y yo no me ofendo porque, como he dicho ya muchas veces, cada cual es cada cual y hay que saber respetar las ideas o las opiniones de nuestros semejantes. Y como no tengo a mi lado el libro de don Pedro Tarquis ni el que yo escribí en su día sobre estas cosas, me quedo sin saber quién hizo esta iglesia y quién hizo esta otra. Me llegan a la mente los nombres de Cristóbal de Ponte, Ana de Vergara, Pedro de Ponte, Alonso de Belmonte, María de las Cuevas, Julián Moreno, un hombre de color llamado Gonzalo Hernández, Alonso de Ponte, Gaspar Fonte de Ferrera, Nicoloso de Ponte y Cuevas, Julián Moreno, Ana María López y Prieto de Saa, Bartolomé Gan, Cristóbal de Ponte y Hoyo, Pedro Díaz Franco, María Romana, el obispo don Juan Francisco Guillén... Pero seguro que se me olvidan muchos señores que participaron en las construcciones, además de las limosnas -voluntarias, se entiende- de los vecinos, bien por devoción, bien por ostentación. En cuanto a las personas con hambre, no me consta que las hubiera, lo que no quiere decir que no se notara su existencia.

Yo hablaba, en mi artículo de marras, de situaciones tremendamente dramáticas como las que estamos pasando ahora y del afán de, a pesar de todo, seguir presumiendo de grandes obras. Pero allá cada cual con su modo de entender las cosas. Yo las veo mal, rematadamente mal. Por eso quería yo ahorrar el dinero de las Autonomías y abogaba por su desaparición. Pero esto no quiere decir que la razón esté de mi parte.

Y se acabó el folio.