Parece que el turno de la gente corriente ha llegado a la ciudad turística. Desde hace unos días hay nerviosismo entre algunos responsables locales porque el exceso de relajación de los portuenses ha comenzado a disiparse. Ante la inminente intervención en el paseo de San Telmo, Melecio Hernández Pérez ha disgustado a algunas autoridades por su defensa del histórico tramo peatonal en su excelente artículo "Puerto de la Cruz: el muro del paseo de San Telmo, un valor patrimonial". Un grupo de ciudadanos está recogiendo firmas para salvar el muro centenario del paseo de San Telmo, por su carácter histórico y funcional, y porque no cree sea un "pegote de hormigón". Ese SOS lo hago extensible también a la playa de Martiánez, su litoral y su entorno, antes de que sea demasiado tarde y con la esperanza de que no irrite, sino que se considere.

En torno a la playa de Martiánez nació el turismo en Canarias. Cuando la Compañía de Hoteles y Sanatorium del Valle de La Orotava, formada en 1886, decidió comenzar su actividad turística eligió los Llanos de Martiánez por la proximidad de su playa. El Thermal Palace se construyó en su orilla en 1912, y la piscina de Martiánez, sobre el mismo emplazamiento en 1940. Y durante décadas fue la única playa con la que contaba el Puerto de la Cruz. Por eso los primeros hoteles se construyeron a su alrededor. Pero, por su naturaleza peligrosa, donde las olas aumentan su bravura cuando aparecen bruscos vientos, los bañistas pueden verse en serios apuros. Es una playa de arena negra y enormes riscos, que cuando la marea está alta no se perciben, pero cuando está baja, afloran como islotes y es casi imposible bañarse. Ha habido célebres bañistas extranjeros que no osaron traspasar los límites de la orilla. Fue el caso de Agatha Christie. O el del ex beatle Paul McCartney, cuando fue al encuentro de las olas y mientras se bañaba lo atrapó la corriente y pensó que podía volver a la orilla nadando sin problema. Pronto se dio cuenta de que estaba cada vez más lejos y con muchas dificultades para salir.

Para minimizar los efectos de las corrientes marinas y la bravuras de las olas, Florencio Sosa Acevedo, siendo alcalde del Puerto en la Segunda República, ya elaboró el proyecto de construir un muro rompeolas de este a oeste, para cerrar la playa. Nunca se llevó a cabo. Pocos años después se construyó un muro hacia dentro, muro que permaneció hasta hace poco.

A pesar de ello, después del despegue del turismo en los años sesenta la playa fue el centro turístico del Puerto de la Cruz, donde naturales y extranjeros disfrutaban de agradables baños y tenía suficiente superficie de arena para tomar el sol y jugar al fútbol o al bádminton. Tanta arena que los bañistas más jóvenes varaban las olas en la orilla. Había duchas públicas para lavarse después del baño, un pequeño bar y vestuarios en lo bajo del Columbus para cambiarse y conservar la ropa pagando.

Estas razones son suficientes para que el litoral y la playa de Martiánez recuperen su función en el escenario del turismo del Puerto de la Cruz, a pesar de que la transformación del Lido San Telmo en Complejo Martiánez, inaugurado el 30 de abril de 1977, modificó el sistema de corriente marina de la playa. Por ello creo que para recuperar y facilitar el uso turístico de la playa se deberían de tomar las siguientes medidas para su rehabilitación después de eliminar las gañanías, muros y obras:

Primero, colocar un muro de rompeolas a la altura de la Laja de la Sal o Las Palomas, para evitar que el fuerte oleaje se lleve la arena y resulte incómodo, a veces, peligroso bañarse.

Segundo: para poder disfrutar en toda su dimensión de la playa se demanda que se construya de nuevo el muro que partía de sur a norte, desde la terraza del desaparecido Columbus, para que se puedan tomar baños fuera de la orilla, y que se coloquen dos escaleras de aluminio para bajar y subir, una en la punta y la otra a la mitad.

Tercero: la avenida Colón fue trazada en el segundo lustro de 1950 respetando el ángulo natural de la orilla de la playa de Martiánez, de tal manera que cuando estaba llena los bañistas podían disfrutar no solo de los baños sino también del amplio espacio de arena como solárium. El trazado de la nueva avenida se adentra en la playa con piedras al final. Se hace necesario que la curva natural de la bahía de arena negra recupere su naturaleza.

Cuarto: restablecer el antiguo edificio del Columbus como lugar de ocio y disfrute de cafetería y repostería, como existía, además de los vestuarios con pasillo, muro y escaleras de acceso, en la parte baja.

Quinto. colocar lo antes posible unas duchas y lavapies para los usuarios y proceder a la limpieza de piedras y escombros para evitar comentarios negativos de muchos visitantes.

Creo que se debería de rehacer lo destrozado para minimizar los daños realizados al entorno sin necesidad de gastarse millones en la búsqueda de proyectos novedosos y, tal vez, de dudoso éxito.