Hoy no tuve que esperar a que un periódico, una revista o un texto político, radiofónico, televisivo o simplemente callejero me suministre el tema de este "ladrillo", que solemos llamar en lenguaje periodístico interno a un comentario de prensa. Ese tema, por así decirlo, lo traje "puesto" después de cogerlo en la marquesina de las guaguas de Titsa casi en la esquina de la avenida de La Salle con la de Buenos Aires, cerca de la casa de este periódico.

Fui uno de los sufridores que esperó esa mañana durante más de media hora por la guagua 905, cuando, con todas las demás del mismo número, el intervalo de salida y comienzo del viaje es de solo diez minutos.

Se supone que en la estación hay alguien que vigila y es responsable de que se cumpla el horario. La primera guagua, tras larga espera, vino bastante después de los diez minutos, pero, además, llena totalmente de gente de pie, más la sentada ocupando los puestos de pasajeros. En cada parada entraba más gente de la que cabía y, dentro del vehículo, faltaba sitio hasta para viajar de pie.

Un servidor, sufridor diario de esos y de otros inconvenientes, afectuosamente, da cuenta de los aludidos desmanes al señor presidente del Cabildo Insular de Tenerife, que es el propietario de esos servicios de transporte. Los vehículos funcionan bien y es una pena y una vergüenza que falle el servicio por no atender a otros detalles fundamentales, muchos de ellos por elemental falta de atención del personal empleado. Lo que es más fácil de solucionar que cualquier otro de los muchos y variados que afectan una empresa de la importancia y la envergadura de Titsa, que ya tiene un destacado prestigio en los servicios públicos de Santa Cruz y de toda la isla de Tenerife.